—¡Yo no siento nada por ti! ¡Lárgate de aquí! —Lisandro gruñó.El grito de Lisandro asustó a Ariel, quien, poniendo pucheros, dijo:—¿Por qué gritas así? ¡Me has asustado!—Lisandro, hablemos con calma, enojarse no soluciona nada, —dijo Ximena, claramente celosa.—Entre ella y yo... no hay nada, ¡ti
Cuanto más intentaba Ximena calmar la situación, más agitada se ponía Ariel. Varias veces se lanzó hacia Lluvia, pero Ximena la retenía.Luego, Ariel volvió a intentarlo.No se sabía si realmente quería enfrentarse a Lluvia o solo estaba jugando con Ximena.—¡No entiendo qué te pasa! Esa mujer está
—Quiero conquistar a Mendo.—¡Ten algo de vergüenza! Ya está casado, —reprochó Luis.—No me importa.Ariel estaba a punto de hacer estallar la paciencia de Luis, apretando los puños con frustración.—¿Te vas o no?—¡No me voy!—¿Estás loca o qué?—¡Sí, estoy loca! —Ariel no sabía qué era la vergüenz
Capítulo 600: Evitando un DesastreLluvia no había usado mucha fuerza, por lo que le sorprendió que Ariel se cayera.Rápidamente se inclinó para ayudar a Ariel, pero esta la rechazó.—¡No me toques, malvada!Lluvia, con el pecho hinchado de ira pero manteniendo la compostura, se disculpó.—Señorita
Después de ser expulsado de casa, el padre de Marcus, Joaquín, advirtió públicamente que quien ayudara a Marcus se enfrentaría a la familia Sánchez. Joaquín pensaba que, sin dinero y sin apoyo externo, Marcus volvería pronto por su cuenta. Pero pasaron los días, y Marcus no regresó. Errante y sin re
Desde pequeña, Gabriela enfrentó la adversidad: su padre falleció temprano y su madre estaba enferma, dejando a la familia en una profunda pobreza. Sin embargo, Gabriela era una alumna excepcional y, con las mejores calificaciones de la ciudad, logró ingresar a la prestigiosa preparatoria de Aurensi
Sofía y Enrique miraban asombrados a Ximena, quien masticaba sin asco el pedazo de tocino. El sonido del tocino al freírse parecía resonar en el aire.Sofía tragó saliva.—¿También comes tocino?Enrique, rápido, trajo el basurero.—Ximena, si no puedes más, mejor escúpelo.Ximena sonrió.—Cuando era
—No, no me estoy riendo.Lisandro luchaba por contener las ganas de reír, tratando de parecer tan serio como siempre, pero sus labios temblorosos lo delataban.—Ya no te hago caso. ¡Me voy a dormir! —resopló Ximena.—¡Dormiremos juntos!Lisandro, dando una vuelta, derribó a Ximena sobre la alfombra.