Sofía y Enrique miraban asombrados a Ximena, quien masticaba sin asco el pedazo de tocino. El sonido del tocino al freírse parecía resonar en el aire.Sofía tragó saliva.—¿También comes tocino?Enrique, rápido, trajo el basurero.—Ximena, si no puedes más, mejor escúpelo.Ximena sonrió.—Cuando era
—No, no me estoy riendo.Lisandro luchaba por contener las ganas de reír, tratando de parecer tan serio como siempre, pero sus labios temblorosos lo delataban.—Ya no te hago caso. ¡Me voy a dormir! —resopló Ximena.—¡Dormiremos juntos!Lisandro, dando una vuelta, derribó a Ximena sobre la alfombra.
De niño, Lisandro realmente veía a Lluvia como una hermana o un miembro de la familia, y a veces, cuando ella lo consolaba, pensaba que no estaría mal casarse con alguien que siempre se preocupara por él. Pero las acciones posteriores de Lluvia hicieron que Lisandro jamás pudiera perdonarla.La fami
El beso torpe de Ximena reavivó el ardiente fuego en el interior de Lisandro. Él, tomando el control, capturó sus suaves labios con los suyos, mordisqueándolos con un toque de venganza. Ximena, sintiendo un leve dolor, frunció el ceño y trató de empujarlo, pero él la abrazó con más fuerza.—Me duele
Lorenzo, frotándose las lágrimas de los ojos, había llorado por un buen rato, sintiendo un dolor punzante en el pecho. Con la mano en el corazón, tembloroso, tomó su celular para llamar a Marcela. Quería hablar con ella, contarle que se sentía mal. Cuando Marcela trabajaba en la familia Yates, siemp
—¿No se supone que los amigos están para hacerse travesuras? —murmuró Lisandro, sus ojos entrecerrados destilando astucia, mientras instruía a Jorge para que se ocupara del asunto.Jorge aceptó la tarea con gusto, recordando que Rocío aún le debía dinero. «Una buena oportunidad para cobrar», pensó,
—Marky, ¿qué estás mirando? ¿Te pasa algo?Graciela, notando que Marcus miraba constantemente hacia la puerta, también miró hacia afuera. Marcus la agarró rápidamente.—Tía, no es nada, ¡nada! Es solo que... sí, mi cuello está un poco incómodo, necesito moverlo un poco.—Hace tiempo que no veo a la
—¡Yo!—¡Yo!Daniel y Gabriela empezaron a discutir.—Fui yo quien golpeó, el castigo debe ser para mí, —dijo Gabriela.—Jefe, ella es una chica, no aguantará el castigo. ¡Yo soy resistente! También es mi culpa, no debería haberle mentido al Jefe, —dijo Daniel.La mirada de Lisandro pasó de uno a otr