Sofía en realidad tampoco creía en el amor ni en el matrimonio, pero cada vez que veía a Lisandro y Ximena, volvía a creer y sentía envidia. Ella y Mariana continuaron discutiendo acaloradamente, cada una aferrada a su punto de vista.Ximena, concentrada en el tráfico, presionó el claxon, frustrada.
Víctor bajó la mirada y sonrió levemente.Una sonrisa pálida, mezcla de compasión y decepción.Era la desilusión que surge al romperse las expectativas excesivas hacia algo bello.—Qué hermosa persona, como una joya pura, lástima que no sea perfecta —suspiró Víctor, mirando por la ventana, perdido e
—Después de graduarme, entré en una editorial, vagando como un zombie. Luego escuché que ella había terminado con el señor Armando, que él se había comprometido con otra mujer.—Ella me escribió una carta en ese momento...Víctor de repente se angustió, sus ojos se humedecieron.—Debí haberle respon
Víctor soltó lentamente a Ximena y, con la cabeza gacha, dijo:—Tu abuelo nos prohibió hablar de esto con nadie. Solo llegué a entender lo sucedido a través de las confusas palabras de tus tíos, tu tía y tu abuelo cuando perdían la lucidez.—Tu madre quedó embarazada antes de casarse, lo que devastó
—Señorita Castillo, —Hilda, con voz entrecortada, dijo—, a don Guillermo le gustas mucho. Cuando puedas, ven a visitarlo más seguido.Ximena echó un vistazo a la criada, Hilda. Recordaba que, en su primera visita a la familia Soto, fue precisamente Hilda quien, con una mirada despectiva, insinuó que
Guillermo emitió un par de sonidos incomprensibles, nadie sabía qué estaba diciendo.Hilda, al ver a Ximena ayudando a don Guillermo a levantarse y a vestirse, se apresuró a intervenir.—¡Señorita Castillo, esto no está bien! ¡La señora Soto se enfadará cuando regrese!—Además, ya estás casada, ¿cóm
El rubor en las mejillas de Ximena se intensificó y rápidamente colgó el teléfono.Llegaron al hospital.Víctor se había perdido en algún cruce y tardó en aparecer.Don Guillermo, cansado de estar en el coche, se recostó en el asiento con ganas de dormir.Después de mucho persuadirlo, don Guillermo
Ximena estaba pagando en el vestíbulo del hospital cuando, por fin, Víctor llegó. Resulta que Víctor había perdido de vista a Ximena en un semáforo. Con tan pocas salidas en los últimos años, las calles de Aurensia le resultaban desconocidas y tuvo que dar un gran rodeo para encontrar el hospital. A