—Señorita Castillo, —Hilda, con voz entrecortada, dijo—, a don Guillermo le gustas mucho. Cuando puedas, ven a visitarlo más seguido.Ximena echó un vistazo a la criada, Hilda. Recordaba que, en su primera visita a la familia Soto, fue precisamente Hilda quien, con una mirada despectiva, insinuó que
Guillermo emitió un par de sonidos incomprensibles, nadie sabía qué estaba diciendo.Hilda, al ver a Ximena ayudando a don Guillermo a levantarse y a vestirse, se apresuró a intervenir.—¡Señorita Castillo, esto no está bien! ¡La señora Soto se enfadará cuando regrese!—Además, ya estás casada, ¿cóm
El rubor en las mejillas de Ximena se intensificó y rápidamente colgó el teléfono.Llegaron al hospital.Víctor se había perdido en algún cruce y tardó en aparecer.Don Guillermo, cansado de estar en el coche, se recostó en el asiento con ganas de dormir.Después de mucho persuadirlo, don Guillermo
Ximena estaba pagando en el vestíbulo del hospital cuando, por fin, Víctor llegó. Resulta que Víctor había perdido de vista a Ximena en un semáforo. Con tan pocas salidas en los últimos años, las calles de Aurensia le resultaban desconocidas y tuvo que dar un gran rodeo para encontrar el hospital. A
—¡Baja la voz, estamos en un hospital! Ximena trajo a papá para un examen, ¡no hizo nada malo!Yazmin miró a Víctor, y aunque estaba enojada, su tono de voz era mucho más suave.—¡Mi amor! ¿Ella quiere hacerle un examen a papá y ya? ¿Quién paga? ¡Que pague ella, diciendo que nosotros somos desagrade
Yazmin, consciente de su exabrupto, bajó rápidamente el volumen y se disculpó.—Lo siento, amor, ¡fui demasiado impulsiva! No quise gritarte.Víctor no aceptó la disculpa de Yazmin, reprendiéndola en voz baja por su descortesía, especialmente delante de los más jóvenes.En la mente de Víctor, su esp
Yazmin asintió rápidamente.Víctor suspiró.—¡Está bien! Así estaban las cosas, mejor hablaríamos con Ximena sobre qué hacer con papá de ahora en adelante.Yazmin corrió tras Víctor.—¡Debemos llevarnos a papá a casa! Siempre hemos sido nosotros quienes lo cuidamos. Ella nunca estuvo a su lado cuand
La voz de Gonzalo era agradable, como un arroyo sereno, relajando inconscientemente los nervios tensos de quien lo escuchaba.—Él está de viaje, no se encuentra en Aurensia.Respondió Ximena, apretando su mano en secreto, sin bajar la guardia con Gonzalo. Aunque Gonzalo siempre parecía una figura de