Elena, rehusándose a quedarse sola rodando en el fango, gritó a Arturo, que corría hacia afuera.—¡Esa astuta no habrá ido lejos! ¡Seguro que está escondida cerca!Elena, temiendo que Arturo no la escuchara en su impulsividad, gritó varias veces. Su voz era tan fuerte que incluso Ximena, escondida e
Elena observaba con odio a Lisandro y Ximena, que se mostraron cariñosos el uno con el otro, temblando de ira. Aprieto los dientes y, entre dientes, lanzó unas palabras.—Ximena, me has difamado.Ximena se acomodó su cabello ligeramente desordenado y susurró en el oído de Lisandro:—Déjame encargarm
Lisandro, bajo la mirada esperanzada de Ximena, reprimió el impulso de matarlos y apenas consiguió pronunciar una palabra.—Está bien.Ximena, aliviada, se desplomó en los brazos de Lisandro.—Vamos a casa.—Está bien. Vamos a casa.El grupo se subió al coche, junto con el helicóptero que estaba arr
Aunque José se negaba a admitir su culpabilidad, por suerte, había pruebas de que había drogado el vino que quería disfrutar con Mariana y Sofía. Eso sería suficiente para mantenerlo encerrado por un tiempo. En cuanto a los otros crímenes, las pruebas podrían recopilarse poco a poco. Por su parte, E
Ximena buscó por todo el jardín hasta encontrar a Fabiola trabajando con algunos hombres en la reparación de unas escaleras. Estaba mezclando cemento, con las mangas remangadas, sudorosa y regañando a los trabajadores para que no holgazanearan. Los trabajadores, temiendo la pala que Fabiola manejaba
Ximena no sabía qué regalo José tenía preparado para ella y, francamente, no le interesaba. Saliendo de la comisaría, se sentía algo desanimada. Raquel la alcanzó desde atrás. Acababa de terminar su turno y caminaba con Ximena hacia la salida, hablando sobre el caso de Mariana.Desde las palabras de
Uno a uno, todos salieron del estudio. Mariana y Sofía, riéndose a carcajadas, comentaron lo oscuro que estaba el rostro de Jorge, más oscuro que el fondo de una olla. Jorge, irritado, los miró y se adelantó rápidamente. Fabiola, secándose las lágrimas, empujó a Gerardo para que siguiera a Jorge y m
—En el corazón de mi hijo, debo ser la peor madre del mundo. No pude darle una familia decente, un ambiente mejor, unos padres mejores.Fabiola estaba agachada en el suelo, llorando desconsoladamente. Mariana y Sofía se acercaron para consolarla, pero cuanto más lo intentaban, más lloraba Fabiola.—