Aunque José se negaba a admitir su culpabilidad, por suerte, había pruebas de que había drogado el vino que quería disfrutar con Mariana y Sofía. Eso sería suficiente para mantenerlo encerrado por un tiempo. En cuanto a los otros crímenes, las pruebas podrían recopilarse poco a poco. Por su parte, E
Ximena buscó por todo el jardín hasta encontrar a Fabiola trabajando con algunos hombres en la reparación de unas escaleras. Estaba mezclando cemento, con las mangas remangadas, sudorosa y regañando a los trabajadores para que no holgazanearan. Los trabajadores, temiendo la pala que Fabiola manejaba
Ximena no sabía qué regalo José tenía preparado para ella y, francamente, no le interesaba. Saliendo de la comisaría, se sentía algo desanimada. Raquel la alcanzó desde atrás. Acababa de terminar su turno y caminaba con Ximena hacia la salida, hablando sobre el caso de Mariana.Desde las palabras de
Uno a uno, todos salieron del estudio. Mariana y Sofía, riéndose a carcajadas, comentaron lo oscuro que estaba el rostro de Jorge, más oscuro que el fondo de una olla. Jorge, irritado, los miró y se adelantó rápidamente. Fabiola, secándose las lágrimas, empujó a Gerardo para que siguiera a Jorge y m
—En el corazón de mi hijo, debo ser la peor madre del mundo. No pude darle una familia decente, un ambiente mejor, unos padres mejores.Fabiola estaba agachada en el suelo, llorando desconsoladamente. Mariana y Sofía se acercaron para consolarla, pero cuanto más lo intentaban, más lloraba Fabiola.—
Ximena, preocupada por Mariana y Sofía y temiendo que pudieran correr peligro, las siguió al salir y se dirigieron juntas a la estación de policía. Raquel entregó el USB y esa misma noche se llevó a cabo el interrogatorio de Arturo y José. Frente a las pruebas irrefutables, José seguía intentando de
—Tranquila, cariño, no te enfades. De ahora en adelante, solo tú me elogiarás. —Lisandro tiró de las sábanas, cubriéndolos a ambos.—¡Ay, duele, más suave...!*La luz del amanecer se colaba por las rendijas de las cortinas. Ximena, con sus pestañas rizadas, se acomodó en los fuertes brazos de Lisan
—¿Qué planeas, Ena?Mariana se acercó a Ximena con sus ojos brillantes de curiosidad. Ximena, sin decir una palabra, fue a la cocina y regresó con unas tostadas, colocándolas en la mesa.—Levantarse temprano y beber champán con el estómago vacío no es bueno para la digestión.Tomó las copas de Maria