Ximena, preocupada por Mariana y Sofía y temiendo que pudieran correr peligro, las siguió al salir y se dirigieron juntas a la estación de policía. Raquel entregó el USB y esa misma noche se llevó a cabo el interrogatorio de Arturo y José. Frente a las pruebas irrefutables, José seguía intentando de
—Tranquila, cariño, no te enfades. De ahora en adelante, solo tú me elogiarás. —Lisandro tiró de las sábanas, cubriéndolos a ambos.—¡Ay, duele, más suave...!*La luz del amanecer se colaba por las rendijas de las cortinas. Ximena, con sus pestañas rizadas, se acomodó en los fuertes brazos de Lisan
—¿Qué planeas, Ena?Mariana se acercó a Ximena con sus ojos brillantes de curiosidad. Ximena, sin decir una palabra, fue a la cocina y regresó con unas tostadas, colocándolas en la mesa.—Levantarse temprano y beber champán con el estómago vacío no es bueno para la digestión.Tomó las copas de Maria
—Bueno, sube y trae a Iván, necesito hablar con él.Al escuchar que debía subir a la clase, una chispa de emoción brilló en los ojos de Daniel, y rápidamente subió las escaleras. A mitad de camino, se detuvo y preguntó a Ximena, que estaba abajo.—Señora, ¿por qué no va usted misma?¿Por qué le pedí
—Ella me abrazaba fuerte, muy fuerte, y no paraba de decir: «Mateo, mamá solo te tiene a ti, tienes que ayudar a mamá. Si no ayudas a mamá, mamá morirá seguro».—Repetía eso una y otra vez, y yo no entendía qué quería decir. Estaba aterrado, con el ruido del trueno y la lluvia, ella me apretaba como
—¿Cómo voy a saber qué planeas hacer? Nunca compartes tus pensamientos conmigo, y aunque intentara adivinar, no podría, —dijo Ximena, claramente molesta.Había pasado un tiempo desde la muerte de Ramón, y si Lisandro siempre había sospechado que la muerte de su abuelo estaba relacionada con Elena, ¿
—¿El escándalo de Elena lo esparciste tú con la ayuda de José? ¿Cuándo te uniste a él? —preguntó suavemente.Lisandro negó con la cabeza, su voz llena de resentimiento.—¿Cómo podría aliarme con él? —Ahora deseaba que José muriera mil veces—. Solo aproveché la información que José le dio a los medio
Tan pronto como Autem terminó de hablar, el aire en la sala de estar se volvió tenso, tan silencioso que se podría oír caer un alfiler. Lisandro, sin decir una palabra, apoyaba una mano en la mesa y sostenía un bolígrafo con la otra, golpeando la mesa rítmicamente. Aunque el sonido no era fuerte, ca