—Lluvia, ¡no es eso lo que quiero decir! —Marcus se rascó la mejilla—. Hemos crecido juntos desde niños. Sé bien cómo eres. Siempre nos has cuidado. De niños, a menudo jugabas con nosotros y nos protegías. Eres como una hermana mayor para nosotros.—¡Ya lo sé, no te pongas nervioso! —Lluvia se ajust
—¡¿Qué clase de actitud es esa?! ¿De verdad te resulto tan odiosa?Hoy, Rocío había venido a entregar un regalo de cumpleaños a Armando. Su abuelo Lorenzo, debido a las rencillas entre las familias, se negó a venir personalmente, y siendo un mayor, no tenía por qué presentarse él mismo para felicita
Elena no vino en coche hoy. Pensó que esta noche, al entregar aquel regalo de cumpleaños, Armando estaría encantado y aprovecharía para beber más de la cuenta, cayendo borracho, con la excusa perfecta para quedarse en casa de la familia Mendoza.Estos últimos días, se había arrepentido amargamente.
Samuel originalmente quería llevar a Rocío a casa. En el coche, Rocío no paraba de gritar, exigiendo que se detuviera. Samuel, sin otra opción, paró el coche al lado del camino. Rocío se desabrochó el cinturón de seguridad, salió del coche y arrastró a Samuel fuera del asiento del conductor. Samuel,
Samuel no sabía qué había dicho para hacer cambiar de opinión a Rocío. De repente, ella dejó de llorar y, levantando su rostro cubierto de lágrimas, preguntó con una mezcla de orgullo y capricho:—¿Y si te digo que me gustas tú?—¿Qué? —exclamó Samuel, saltando del suelo y sacudiéndose el polvo de l
—¡El abuelo seguramente desea salud y bienestar para sus hijos, que cada año sea mejor que el anterior!La sonrisa en el rostro de Armando se congeló. El ambiente se tornó tenso. Ximena, sintiendo que algo no iba bien, miró a Lisandro. Él, impasible y con una mirada profunda, era difícil de leer. Xi
Lisandro acababa de subir tres escalones cuando Ximena lo alcanzó, agarrando su brazo y sonriéndole, le hizo una señal negativa con la cabeza. Lisandro, reacio a bajar, finalmente cedió ante la insistencia de Ximena.—Me contó Sofía que en el jardín de tu casa hay un hermoso bosque de arces rojos, q
—Siempre estás cerrando mi boca, ¡no me dejas hablar! ¿Acaso te gusta que te maltraten?Ximena tomó un postre de la mano de un sirviente, probó un bocado y asintió:—Está delicioso, dulce pero no empalagoso. Pruébalo.Sin embargo, Lisandro lo rechazó.» Vamos, ¡no me están maltratando! Algunas cosas