Marcus, que estaba espiando a través de la pequeña ventana de la puerta, se sobresaltó al oír la voz de Lluvia y se giró rápidamente.—¿Cómo has llegado aquí? —preguntó.—Con lo que le pasó a Lisandro, tenía que venir a ver. —Lluvia se compuso y respondió—. ¿Qué pasa? ¿No puedo venir? ¿Debería saber
Mariana no quería escuchar eso. Siempre sentía que había algo más con esa Lluvia; de lo contrario, Sofía no luciría tan afligida, e incluso la mirada de Catalina hacia Lluvia era inusual. Y estaba Marcus, quien, aunque cortés con Lluvia, parecía extremadamente incómodo, como si Lluvia fuera una papa
Samuel, al ver que Rocío y Marcus se habían ido, los siguió rápidamente. Necesitaba aclarar el significado de las palabras de Rocío y defender a su madre por lo que había sufrido en la familia Yates. Cada vez que su madre regresaba de la casa de los Yates, lo hacía con lágrimas en los ojos, sin quer
—¡Cada quien con su suerte! Desde pequeño, la madre de Marcus decía que su destino en el amor no sería fácil, —dijo Sofía.Mariana echó un vistazo a Lluvia, que estaba a cierta distancia, sin saber a quién le estaba enviando mensajes, con una sonrisa que iluminaba sus ojos.—¿Quién es esa mujer, des
Agustín también pensó que el plan de Elena era factible. Después de todo, Catalina era la esposa de Armando y la señora de la familia Mendoza, y sus palabras tenían un peso considerable dentro de la familia. Si ella causaba un escándalo, seguramente la familia Mendoza no tendría paz. El plan origina
—¡Si a mi hijo le pasaba algo, con ustedes, los Ramírez, no terminaba! ¡Si yo no estaba bien, nadie lo estaría!Dicho esto, Catalina colgó de golpe. Agustín y Elena se miraron, uno caminando de un lado a otro con las manos atrás, el otro maldiciendo mientras sostenía el teléfono.—¿Se había vuelto l
Ximena notó que Mateo estaba desanimado y miró interrogante a Lisandro. Lisandro se encogió de hombros con una expresión que decía «¿acaso necesitas preguntar?». Ximena se levantó rápidamente para seguirlo, pero Iván y Felicia la tomaron de cada brazo, sentándola de vuelta en la silla del comedor.—
Elena también comparaba a Ignacio y Gonzalo con su padre, diciendo que el abuelo Armando prefería a los hijos ilegítimos. Desde pequeño, Mateo se resistía a complacer a los demás y a hacerlos felices. Si el cariño de alguien tenía que ser ganado, prefería no tenerlo.—Mateo, ¡tú también eres mi hijo