Agustín también pensó que el plan de Elena era factible. Después de todo, Catalina era la esposa de Armando y la señora de la familia Mendoza, y sus palabras tenían un peso considerable dentro de la familia. Si ella causaba un escándalo, seguramente la familia Mendoza no tendría paz. El plan origina
—¡Si a mi hijo le pasaba algo, con ustedes, los Ramírez, no terminaba! ¡Si yo no estaba bien, nadie lo estaría!Dicho esto, Catalina colgó de golpe. Agustín y Elena se miraron, uno caminando de un lado a otro con las manos atrás, el otro maldiciendo mientras sostenía el teléfono.—¿Se había vuelto l
Ximena notó que Mateo estaba desanimado y miró interrogante a Lisandro. Lisandro se encogió de hombros con una expresión que decía «¿acaso necesitas preguntar?». Ximena se levantó rápidamente para seguirlo, pero Iván y Felicia la tomaron de cada brazo, sentándola de vuelta en la silla del comedor.—
Elena también comparaba a Ignacio y Gonzalo con su padre, diciendo que el abuelo Armando prefería a los hijos ilegítimos. Desde pequeño, Mateo se resistía a complacer a los demás y a hacerlos felices. Si el cariño de alguien tenía que ser ganado, prefería no tenerlo.—Mateo, ¡tú también eres mi hijo
Mateo apretaba el látigo en su mano, con una mirada fría y sombría, recordando vivamente al lacónico Lisandro. Solo pronunció cuatro palabras.—¡Él se lo buscó!—Mamá sabe que quieren protegerme, —Ximena, con paciencia, les habló—. Pero esto es asunto de adultos, déjennos a nosotros manejarlo.» Pue
—Entiendo tus intenciones, —Lisandro tomó la mano de Ximena—, no quieres que yo y él nos volvamos enemigos.—Eso es lo que esperaba.—¿Acaso tengo miedo?—No se trata de miedo. ¡Es un asunto entre familiares!—Él no es mi familia, —dijo Lisandro, quien nunca había aceptado a Ignacio como su hermano.
—¿Qué quieres? —Ximena no se volteó, preguntó fríamente.Cuando Ximena escuchó la petición de Ignacio, le devolvió el favor con varios azotes, haciendo que Ignacio saltara y gritara de dolor. Ximena salió de la habitación furiosa. Lisandro, al ver su rostro enojado, pensó que Ignacio la había molest
Al ver a Gabriela acercarse, Ximena tosió y elevó la voz.—Buenos días, señorita Gutiérrez.Al oír que Gabriela llegaba, Daniel cerró la boca de golpe y salió corriendo de la sala, desapareciendo en un instante. Gabriela ajustó sus gafas de montura negra en la nariz. No era miope, solo usaba montura