Los ojos de Elena se estrecharon, destilando una mezcla de veneno y un intenso odio. Ella odiaba a José hasta la muerte. Deseaba que José muriera en ese instante. Pero al mismo tiempo, José era como un cuchillo escondido, listo para atacar en cualquier momento. Ella quería usar ese cuchillo contra X
Lisandro había perseguido un momento y luego se detuvo. Un lobo acorralado, que había escapado de la muerte, lo primero que pensaría sería en regresar a casa, reflexionó Lisandro,quien ordenó que giraran el coche y se dirigió directamente a interceptar cerca de la familia Ramírez.En medio de la no
Rocío, bajo la insistencia de su abuelo, también fue al hospital a visitar a Sofía, llevando un gran ramo de brillantes claveles rojos. Al entrar, comenzó a hablar con sarcasmo.—Siempre enferma, ¡qué delicada eres! ¿No estarás fingiendo?Rocío puso los claveles en un jarrón, lanzando una mirada de
—¡Basta ya! —Rocío miró a Marcela, luego a Lorenzo—. ¡Desde hoy, entro en huelga de hambre! Nadie me haga comer, ¡a menos que ella se largue de esta casa!Rocío, furiosa, señaló a Marcela y subió corriendo las escaleras hacia su habitación, cerrando la puerta de un portazo. Lorenzo la siguió unos pa
—Señor, —Marcela soltó una carcajada—, ¿para qué quiero tu herencia? Dejando de lado eso, eres el abuelo de Lisandro, nuestras familias están emparentadas. ¡Si Rocío pudiera cambiar su actitud, en el futuro mi Ximena tendría menos problemas!—Además, ahora estás fuerte y sano, ¿por qué siempre dices
Ximena se acercó suavemente a Lisandro y le susurró:—Déjame intentarlo.En este tiempo, Ximena había estado en constante contacto con Sofía. Ella sentía que Sofía no había ido a la playa para buscar la muerte, sino simplemente para estar sola en sus pensamientos.—Ximena, por favor, convence a Sofí
Sofía regresó a Villa Acacia y se encerró en su habitación, sin querer ver a nadie. Lisandro, que ya había ordenado sellar todas las ventanas de su habitación y dejar guardias en la puerta, no permitía que Sofía volviera a desaparecer.Mariana quiso ir a ver a Sofía, pero al ver a los guardias en la
—¡Ahora mismo me estás molestando! —Ximena, devolviendo el gesto, le pellizcó la oreja.Después de un rato jugando, el ánimo de Lisandro mejoró notablemente. Abrazando a Ximena en sus brazos, tomó el control remoto para abrir las cortinas, mirando las estrellas en el cielo.—Ximena, ¿recuerdas cuand