Las palabras de Ximena dejaron a todos petrificados. Teresa miró a Jorge y Daniel, buscando respuestas. Desde que Iván llegó a Residencial Orquídea Azul, Teresa se había quedado allí para ayudar con los niños y, de paso, proteger a los tres pequeños. Su misión actual era cuidar de la joven señorita
—¡No! ¡Papá es tan fuerte, seguro que estará a salvo! —Felicia levantó su rostro con admiración.En su corazón, su padre era un héroe, invencible y siempre victorioso. Iván, por su parte, estaba silencioso, con las manos apoyadas en sus mejillas, sin decir una palabra. De vez en cuando, levantaba la
Lisandro dio un par de pasos hacia la dirección de la voz. Aunque no podía ver a los asesinos ocultos en la oscuridad, sentía claramente que el viento a su alrededor se había vuelto más alerta.—¿Dónde está exactamente tu trampa? —preguntó Lisandro, tocándose la nariz y sonriendo levemente—. ¿Una tr
Lisandro, acompañado de Carlos, bajó de la montaña y subió al auto. Finalmente, el celular captó señal. Los hombres enmascarados no descendieron con ellos; su tarea era limpiar la escena, borrando toda evidencia. Si Lisandro decidía traicionar a Carlos más tarde, al menos no habría pruebas concretas
—¿Cómo pudo pasar esto? —se preguntaba Carlos, atónito.Él había planeado todo meticulosamente. ¿Cómo podía haber desaparecido Sofía? Lisandro no tenía tiempo para charlar con Carlos y rápidamente se puso en marcha con su equipo para buscar a Sofía, mientras ordenaba que encerraran a Carlos y lo vig
Cuando Sofía salió de la sala de emergencias ya era de noche. El doctor Rafael, quien había dirigido la cirugía, sacudió la cabeza mientras hablaba con Lisandro.—Su estado es muy delicado, no debe sufrir más estrés.Lisandro, parado fuera de la sala de observación, miraba a Sofía, aún inconsciente
—Todo pasará, Sofía también se recuperará.—No estés triste, no es tu culpa.—Si hubiera encontrado a Sofía un poco antes...La voz de Lisandro estaba cargada de dolor, y los ojos se le llenaron de lágrimas. Era su hermana, a quien había cuidado y querido desde pequeño.—Es mi culpa, llegué demasiad
José dejó el espejo que tenía en la mano y se recostó en su amplia silla de oficina, satisfecho con su situación actual. Desde la muerte de Griselda, sus padres habían quedado sumidos en un profundo dolor, deteriorándose cada día más. Su suegra, que en otro tiempo lo había despreciado, ahora le agar