Ramón siempre quería abrazar a Felicia, pero ella nunca se lo permitía. A menudo, esto frustraba al anciano, quien exclamaba.—¡Tampoco quiero abrazarte! ¡Prefiero abrazar a Mateo!Influenciado por Felicia, Mateo también evitaba los abrazos de Ramón, siguiendo el ejemplo de ella. Ramón, entre risas
Ramón, aprovechando cualquier pretexto, no paraba de llamar por teléfono, perturbando la paz de Lisandro sin cesar.Mariana fue a visitar a Ximena para llevarle algunas cosas. Le trajo maquillaje, lápices labiales, y varias prendas y bolsos que había acumulado.—Todo está sin estrenar. Yo no los nec
—Abuelo, Ximena no es así.La confianza de Lisandro brindó un poco de consuelo a Ximena. Ramón estaba exagerando a propósito, queriendo desahogarse de la frustración acumulada con Ximena.—¡Nadie se ha atrevido a hablar conmigo así! ¡Por qué tengo que aguantar a una mocosa!—Así será, abuelo. Te lle
Lisandro miraba a Mariana, sus ojos se endurecían ligeramente.—¿Por qué preguntas eso?—Solo respóndeme, ¿la amas de verdad a Ena?Lisandro no quería hablar de eso. Miró hacia el cielo azul y luego hacia un jardín lleno de flores hermosas.—¡Respóndeme! ¿Por qué no dices nada? —Mariana se colocó fr
¿Pero realmente amaba a Ximena? No lo sabía. Quizás sí, quizás no, tal vez solo codiciaba la comodidad que Ximena le brindaba. ¿Ximena aún lo amaba? Últimamente se había vuelto más distante, dejándolo inseguro y temeroso de que, con un leve error, ella se alejara y ya no pudiera retenerla.—¡Ya bast
—Así que eres fan de Lucía y Ricardo, —dijo Ximena, bromeando con Mariana.—Ena, Lucía solo consiguió el amor que quería, no el amor de su corazón, —respondió Mariana, apartando la vista del paisaje.—Lucía siempre ha sido firme, su amor es Javier, —dijo Ximena.Mariana soltó una carcajada.—Ella si
» No hay que ser tan obstinado en la vida. A menudo, al obtener algo, se debe renunciar a uno mismo y cambiar para lograr algo grande.Ximena finalmente entendió lo que Mariana quería decir. Mariana deseaba que ella amara a Lisandro sin reservas, a pesar de saber que él no la amaba sinceramente. Com
Mariana, apoyando una mano en la mesa del comedor, miró a Diego con una sonrisa y dijo:—Así que por eso siempre te insisto en cocinar, para que prepares la comida para mí.Diego, al observar a Mariana, vaciló un momento con la mirada antes de bajar rápidamente los ojos, sonriendo para ocultar la am