Ximena, aunque deseaba cumplir este deseo de Valentín, sabía que Elena, en su estado actual, preferiría no volver a ver a Valentín en su vida. Si no, no habría acusado a Ximena de afirmar que Valentín era su hijo.Ximena pensó en Mateo y se preguntó cómo le estaría yendo últimamente. ¿Habría sido tr
—¡Los mantendré sin necesidad del dinero de la Familia Mendoza!—Eso es tener dignidad. —dijo Mariana.Marcela entró en la casa con su teléfono en mano, visiblemente molesta, aunque nadie sabía por qué.—Mamá, ¿qué pasa? —preguntó con preocupación.—¡Ese Lorenzo, está loco o qué! Insiste en que me q
Carlos, al enterarse de que Mateo había desaparecido, se puso inmediatamente en marcha para buscarlo. Este niño era ahora la única baza de Elena, y también la única de la Familia Ramírez.Últimamente, Lisandro no había insistido en revelar el misterio del linaje de Mateo. Pero tanto Carlos como Agus
—¿Qué hacemos? —Felicia tomó la mano de Mateo—. ¡Huyamos!Felicia no quería que su hermano fuera capturado de nuevo. Había salido para llevar a su hermano a ver a su madre. Aunque su madre no decía nada, sabía que extrañaba mucho a Mateo. Se quedó en Aurensia con la esperanza de una reunión madre-hi
Felicia se quedó atónita.—¿Cómo es posible confundirse así?—Pero mi tío se confundió, —respondió Mateo, con una mirada cada vez más vacía y sin brillo—. Él siempre decía que me amaba mucho, que me adoraba. Incluso mi tía no pudo reconocerme. Tomaron al niño equivocado.Felicia sentía una gran pena
—Con mi papá en nuestras vidas, tu mamá no tendrá que trabajar más. ¿Para qué necesita otro maletín? —Mateo habló con desdén—. ¡No te preocupes! Lo que tú ahorras en un año, no es más de lo que yo gasto en un día.Las palabras de Mateo molestaron mucho a Felicia, quien caminaba enfadada y con los la
Todos no lo veían de esa manera. Pero Mateo ahora era demasiado sensible, hasta una mirada errónea podía interpretarse en exceso. Como una telaraña desgastada por la tormenta, incluso una brisa ligera podría hacerla romperse completamente de la rama.Ximena se acercó con cuidado, agachándose.—Mateo
—Qué infantil, ya no juego con estas pistolas de juguete o coches a control remoto.Ximena observó a Mateo, quien parecía un pequeño erizo, erizando sus espinas y encerrándose en una coraza impenetrable, rechazando la cercanía de todos. Su corazón se llenaba de un dolor inmenso.—¡Mateo, la felicida