Tras escuchar estas palabras, Ramón se sintió incómodo. Con casi noventa años, ¿cómo era posible que una niña pequeña lo estuviera reprendiendo?—Bueno, abuelo lo pensará, a ver si quiere ser tu amigo.Dijo con seriedad, aunque no pudo evitar pellizcar cariñosamente la mejilla de Felicia. «¡Qué incr
—Entre los colegas de nuestra empresa, es común llamarse cariño o amor. ¡Con ella no tengo nada!Diego se esforzaba en explicar, pero Mariana, sin ya razones para engañarse a sí misma, respondió con una sonrisa amarga.—¿Qué clase de etiqueta social básica es esa? ¿Por qué yo no llamo así a otros, n
—Mari, no peleemos delante de otros, ¡qué vergüenza! Vamos a casa.—¡No volveré! Si tenemos problemas, puedo entender y perdonarte si es por diferencias en nuestros valores, personalidades o sentimientos. Pero te dije, una infidelidad es suficiente para no necesitarte nunca más. Desde que tuvimos un
Desde que Ximena supo que Diego no era de fiar, estaba muy angustiada. Decírselo a Mari era hacerle daño, pero no decirle también. Quería respetar la decisión de Mari, permitiéndole engañarse, pero cada vez se daba más cuenta de que no era la decisión más sabia.—Señor, siempre he pensado que, en lo
—¿Entonces por qué no se han divorciado? —preguntó, con el ceño fruncido.—Él se niega a hacerlo.Ramón agitó su abanico con frustración. Siempre había pensado que su nieto era astuto, pero resultó ser un tonto.—¡Divorciarse es fácil! Puedes demandarlo. Ni siquiera necesitas un período de reflexión
—Un anciano no puede hacer nada demasiado escandaloso. No deberías pensar siempre lo peor de las personas. ¡La naturaleza humana es básicamente buena!Ximena no estaba de acuerdo con que Lisandro siempre viera el lado negativo de las cosas. Quería que él enfrentara la vida con una actitud más positi
La luz del sol entraba por la ventana, haciendo que las cortinas de gasa ondearan ligeramente, levantando el largo cabello de la pequeña. Sus delicados flequillos resbalaban por su rostro puro y sus pestañas rizadas parecían alas. Lisandro miraba a Felicia con una mirada llena de cariño. «¡Qué hermo
Al ver el frío en los ojos de Ximena, Lisandro sintió un escalofrío. Temía que ella, al igual que en el pasado, decidiera cortar por lo sano a causa de sus mentiras. Aunque parecía tratarlo con dulzura, había entre ellos una distancia fría y distante que le impedía entender realmente lo que ella pen