Mariana había estado algo abrumada en casa estos días. Además, el cerro de Nubiazura no era tan alto, alrededor de seiscientos metros. Cuando se cansaba de escribir, solía caminar por ahí para estirar las piernas. Al salir con Diego, él compró muchos de los antojitos que a Mariana le encantaban. Lle
Poco después de que Mariana publicara en Instagram, Diego recibió una llamada. Se alejó lo suficiente como para que su esposa no pudiera escuchar con quién hablaba. La dejó comiendo snacks felizmente y disfrutando del fresco viento de montaña, tanto que ni siquiera notó que había metido en su boca u
José, con calma, respondió.—El señor Romero me lo mencionó.—Ya veo... gracias, señor Rodríguez.Tras agradecer, Mariana iba a abrir la puerta para bajar cuando José la detuvo.—¿Cómo va la relación entre usted y el señor Romero? ¿Todo bien entre ustedes?—Estamos muy bien, —respondió Mariana con u
Regina había tenido un matrimonio fallido anteriormente y no le habían otorgado la custodia de su hijo. Había estado por más de una década soltera, deseando tener un hijo propio que heredara su legado. No le interesaban hombres de su edad; buscaba genes jóvenes y llenos de vitalidad para tener un hi
Gael, al ver que Sofía retrocedía, lucía desolado, como si hubiera pasado por mucho. Ya no tenía ese brillo desafiante de antes.—Solo quiero saber qué le pasó a Ximena. ¿Por qué bebió tanto? ¿Por qué llora así?La mirada de Gael estaba llena de preocupación al ver a Ximena llorando debajo del árbol
A Ximena le parecía que una mosca zumbaba constantemente en su oído, lo cual era molesto, pero tenía el beneficio de que ya no tenía que escuchar a Lisandro. Habló vagamente con Gael un momento, sin realmente entender de qué estaban hablando, e incluso quería invitarlo a tomar algo. Sofía rápidament
Sofía estaba tan sorprendida que su voz se volvió aguda.—¿Qué dijiste? ¿Estás diciendo... estás diciendo que mi primo, mi primo Lisandro es el padre de Felicia? ¿Su padre biológico?Sofía, desesperada, tomó a Ximena y la sacudió al punto de sentirse mareada por la agitación, sintiendo náuseas, empu
—No.—¿Por qué decidiste llamarme? Rara vez lo haces. —La voz de Lisandro denotaba alegría.—¿Acaso no puedo llamarte?—¡Claro que sí! Siempre puedes llamarme, donde sea y cuando sea.Las palabras de él hicieron que ella casi rompiera en llanto de nuevo.—¿No te da miedo que Elena lo vea? Preguntó