Lisandro solo murmuró un «sí» sin levantar la vista.—Creo que todo está bien ahora —añadió Ximena.Lisandro le cortó una rebanada de manzana a Felicia. —Felicia, las manzanas son de las frutas más nutritivas —le dijo.—Pero a mí no me gustan las manzanas —respondió Felicia, haciendo un puchero, aun
—¿Cesárea? ¿No siempre habías deseado un parto natural? —preguntó Marcela.—¡Mamá! El día en que nace un niño es crucial. Si nace en una buena fecha, podría influir en su vida entera —Rebeca intentaba persuadir a Marcela.—¡Eso es una superstición! Si quieres lo mejor para el niño, lo ideal es que n
Los recuerdos oscuros del pasado acudieron a la mente de Ximena, y la rabia hizo temblar sus dedos: —¿Acaso no te acuerdas de lo que me hiciste?En sus sueños, Ximena había apuñalado a Fernando en más de una ocasión, deseando hacerle pagar por todo el daño.Pero en la realidad, solo podía tragarse e
Ximena había intentado más de una vez sondear a Lisandro, pero él siempre decía que era una persona común.No había razón para que Lisandro le mintiera.—Tal vez sea por su abuelo —comentó Ximena.—Si su abuelo es alguien importante, Lisandro no debe ser la excepción, ¿verdad? —Samuel, aficionado a
—¡Sofía no piensa eso! Y tú tampoco deberías verte a ti misma de esa manera. Eres increíble, competente, íntegra y bondadosa. Quienes te conocen y quieren ser tus amigos no malinterpretarán tus intenciones —respondió Lisandro, acariciando suavemente la cara de Ximena.Ella miró a Lisandro con los oj
Samuel había tomado una naranja y comenzó a pelarla: —No lo sé, el certificado no tenía el nombre del hombre.Sofía le dio una patada juguetona en la pierna: —¡Tonto! ¡Pregúntale a tu hermana!—Mi hermana no le gusta hablar de lo que pasó en aquellos tiempos.—¿Por qué?Justo cuando Samuel estaba po
Mariana y Sofía respondieron al unísono con un «¡Tsk!».—¿Y si se quiere enamorar? ¿Podrías evitarlo? —replicó Mariana.Sofía frunció el labio: —¡Aunque no pueda, tendré que soportarlo!—¡Ya váyanse! Con ustedes alrededor, algún día corromperán a Felicia —Ximena las apartó con un gesto de su mano.S
—Señorita Mendoza, ¿cómo puedes hablar así? Sin Andrés, ¿estarías ahora viva y sana? Y siendo franca, la sangre que fluye en tus venas es gracias a Andrés.—¡Ayudaste a Ximena, pero no a nosotros! Ambos te salvaron la vida. No puedes favorecer a uno sobre el otro —Rebeca dijo con firmeza, como si el