Mariana y Sofía respondieron al unísono con un «¡Tsk!».—¿Y si se quiere enamorar? ¿Podrías evitarlo? —replicó Mariana.Sofía frunció el labio: —¡Aunque no pueda, tendré que soportarlo!—¡Ya váyanse! Con ustedes alrededor, algún día corromperán a Felicia —Ximena las apartó con un gesto de su mano.S
—Señorita Mendoza, ¿cómo puedes hablar así? Sin Andrés, ¿estarías ahora viva y sana? Y siendo franca, la sangre que fluye en tus venas es gracias a Andrés.—¡Ayudaste a Ximena, pero no a nosotros! Ambos te salvaron la vida. No puedes favorecer a uno sobre el otro —Rebeca dijo con firmeza, como si el
Mariana, sin perder tiempo, había asentido con vehemencia: —Todo esto es porque supo que trajiste a Felicia a Aurensia por su enfermedad. ¿Y si Felicia se hubiera quedado en Nubiazura? ¡Habría dado a luz tranquila allá! Y ahora, hasta quiere traer a su mamá para que vean su rodilla. ¿Qué, en Nubiazu
Rebeca siguió regañando a Andrés, desahogando toda su frustración.Andrés, por su parte, permaneció en silencio.Estaba cansado de las discusiones constantes y decidió soportar en silencio, esperando que todo se calmara después de que naciera el bebé.Marcela sentía lo mismo, eligiendo no responder
No perdonó a nadie: Ximena, Rebeca, todos recibieron su ira. Incluso le gritó a Rebeca que se fuera y nunca regresara.Rebeca aprovechó el momento, tomando sus maletas y saliendo.Andrés, preocupado, tomó a Marcela y siguieron a Rebeca.Con lágrimas en los ojos, Marcela sentía un torbellino de emoci
En el instante en que Ximena vio a Elena, su corazón dio un vuelco.Andrés notó el cambio en su expresión y miró hacia el auto.Elena sonrió coquetamente a Andrés, mostrándose amigable y sin ningún indicio de malestar.Andrés correspondió el saludo con una leve inclinación de cabeza y se acercó a Xi
Al decir esto, Elena miró profundamente a Ximena. Por un breve segundo, Ximena juraría haber visto un destello de malicia en sus ojos, pero fue tan rápido que pudo haber sido su imaginación.—Quiero que entiendas que las palabras de un hombre no siempre deben ser tomadas en serio. Harán promesas, di
—¿A qué te refieres con «no común»? —preguntó Lisandro, sintiéndose inseguro.—Por los amigos acaudalados que te rodean y la riqueza de tu abuelo, debí suponer que venías de una familia adinerada. ¡Confié demasiado en ti! ¡Nunca pensé que me mentirías! —exclamó Ximena, claramente molesta.—No... no