Marcela, con la voz cada vez más afligida, continuó: —Fue mi error, no darme cuenta de la importancia del examen de ingreso a la universidad para ti.Estos días, Rebeca había traído pollos para hacer caldo, y Marcela estaba ocupada ayudándola.Pensó que sería suficiente buscar un lugar el día antes del examen, sin darse cuenta que otros padres ya habían reservado con días de anticipación.Samuel trató de tranquilizarla: —Está bien, mamá. Simplemente me levantaré dos horas antes mañana.—¡Eso
—Él tiene un viaje de trabajo. La casa estaría vacía de todos modos.Marcus, murmurando algo inaudible detrás de Lisandro, volvió a sonreír hacia Marcela y dijo: —Sí, señora, tengo que salir por trabajo.Con un gesto casi cómico, Marcus metió su maleta en el maletero del coche de Lisandro sin pedir permiso.Dentro de la mansión, el servicio ya había preparado las habitaciones para los huéspedes.Samuel, maravillado por la opulencia de la villa, puso su mano sobre el hombro de Marcela y dijo:
Lisandro, tomando el teléfono de Ximena, revisó y revisó, pero no lograba que los números coincidieran.Frustrado, salió de la habitación y marcó rápidamente a Daniel, descargando su enojo sobre él.Si no podía manejar algo tan simple, quizá debería considerar buscar otro trabajo.—¡Jefe! Es de la edición anterior, ¡del sorteo pasado! La señora ha estado en el hospital por días, ¡por eso es del sorteo anterior! —Daniel, agobiado, se tocó la frente, dándose cuenta de la magnitud del error.In
—Si ya me estás manteniendo, ¿qué custodia necesito pelear? —sonrió Lisandro.—¿Quieres estar conmigo para siempre? —preguntó Ximena con emoción.Después de pensar por un momento, Lisandro dijo: —Estar siempre contigo... suena bien.Con su mano izquierda no herida, Ximena envolvió suavemente el cuello de Lisandro, sus ojos brillando con felicidad:—¿Lo dices en serio? ¿No es una broma?Lisandro asintió: —Muy en serio.Estaba realmente hablando en serio.Quería estar con Ximena.Le gustab
La casa tenía cuatro pisos, todos recién decorados y lujosamente amueblados.El patio era amplio, con un jardín elegantemente cuidado y un invernadero lleno de flores en plena floración.Mientras Ximena observaba todo a su alrededor, le costaba creer que esta mansión grandiosa y opulenta pronto sería suya.—¿Te gusta? —preguntó Lisandro, empujando la silla de ruedas de Ximena hacia el salón.Justo cuando Ximena iba a asentir, vio entrar a Daniel y rápidamente cambió su expresión a una de pre
—De acuerdo.Mientras se dirigían en su coche Nissan al kínder, Ximena le preguntó a Lisandro: —¿No te gustaba mucho aquel Maybach que tenías?Lisandro, queriendo aclarar cualquier malentendido, respondió:—Realmente me gusta ese auto, pero es el coche de mi jefe. A veces lo uso para ciertos encargos. Nunca he sido mantenido por nadie, pero si fueras tú, podría considerarlo.Las mejillas de Ximena se tornaron rojas, recordando lo que Isabella le había contado sobre el hombre que tenía dos ho
—Mejor hablemos en persona —añadió Mariana antes de colgar.La incertidumbre invadió a Ximena, que apretaba con fuerza los brazos de la silla.Elevando la mirada hacia el jardín, observó a Felicia jugando en el columpio, pidiendo que la empujaran más alto, mientras Lisandro la cuidaba con ternura y precaución.Aquella escena conmovedora le picó los ojos a Ximena.Por un instante, creyó ver un parecido entre Felicia y Lisandro.Podría haber sido un simple juego de sombras o quizá su mente le
Después de la cena, Ximena se dirigió al cenador del jardín empujando su silla de ruedas, seguida por Mariana.Una vez allí, Mariana revisó que no hubiera nadie cerca, y sacó un documento de su bolso.Ximena no necesitó mirarlo.El rostro de Mariana, lleno de conflicto y tensión, ya le había dado la respuesta que temía.Con calma, Ximena tomó el papel y lo dobló cuidadosamente hasta formar un pequeño cuadrado.—Ena, ¿qué vamos a hacer? —Mariana se arrodilló frente a Ximena, sujetándola firm