Lisandro conducía montaña abajo con Elena y Mateo a bordo.Había ordenado que llevaran el coche de Elena a reparar cerca de allí y había encargado a Daniel que llevara a Elena y Mateo de vuelta a Aurensia.Elena, con una sonrisa, sugirió: —Lisandro, ya se está haciendo tarde. ¿Por qué no se quedan Mateo y yo en el hotel Nubiazura esta noche?El rostro de Lisandro no mostró emoción al escucharla, lo que provocó un latido acelerado en el corazón de Elena.Ella se apresuró a explicar: —A Mateo
Lisandro sonrió levemente y le dijo: —Mañana por la mañana te llevaré al Santuario de la Madre Virgen. Dicen que pedir bendiciones allí es muy efectivo. Por la tarde, iremos al registro civil.Ximena soltó una risa ligera: —¿Todavía crees en esas cosas?—Solo quiero que nos vaya bien —respondió Lisandro.El silencio llenó la habitación.La respiración de Lisandro se tornó profunda y serena.Cada vez que estaba con Ximena, dormía plácidamente, sentía una seguridad que no podía explicar.Des
Ximena eligió una combinación usando las fechas de cumpleaños: la suya, la de Felicia y la de Lisandro.Lisandro, por su parte, gastó cien dólares y compró cincuenta combinaciones.Ximena, sorprendida, le preguntó: —¿Para qué comprar tantos boletos?—Con esta combinación de números, siento que podemos ganar, —respondió con confianza.Ximena soltó una risa y con el boleto de lotería le dio una palmadita a Lisandro: —¡Sigue soñando!Lisandro tomó el boleto y para su sorpresa, descubrió que el
Si seguían aumentando la renta, pronto costaría lo mismo que un departamento con buena ventilación.—Te ofrecí que te quedaras en mi casa, pero no quisiste —dijo Lisandro con un tono de molestia.Ximena lo miró de reojo: —No voy a aceptar tu casa.—¡Podría vendértela! Total, yo no vivo aquí.—No puedo permitírmelo.—Puedo hacerte un buen precio.—Una casa allí, incluso con descuento, costaría millones de dólares.Lisandro no dijo nada más.En su mente, pensó que una vez ganaran la loterí
Rebeca había ido a un café de lujo.El lugar ostentaba una decoración elegante, emanando romanticismo y arte en cada esquina. No parecía ser el tipo de sitio al que Rebeca, dada su personalidad e identidad, acostumbraría a ir.Ximena lo había captado: el individuo con quien Rebeca se encontraba era alguien con una posición y estatus elevado.Porque este café tenía acceso exclusivo para miembros; sin una membresía, estaba prohibido entrar.Ximena no pudo ingresar al café, así que se sentó en
—Te dejé claro que tengo esposa e hijos, que no podía ofrecerte nada más. No quería que arruinaras mi reputación. Tú dijiste que no te importaba, que no interferirías en mi vida y que no me acosarías.—Y ciertamente, no dejarías que se afectara mi reputación. ¿Y ahora? ¿Vienes con tu panza a pedirme dinero y responsabilidad?—Señor Rodríguez, ¡no es lo que piensa! Nunca imaginé que... —Rebeca, con lágrimas en los ojos, parecía perdida.En verdad, nunca había imaginado que los días «seguros» n
Rebeca retrocedió, respirando entrecortadamente.—¿Cómo puedes decir eso? ¡El niño ya casi tiene ocho meses! ¡Es una vida! ¿Cómo puedes ser tan cruel para pensar en acabar con la vida de tu propio hijo?José, ya perdiendo la paciencia, respondió con tono firme: —Te he dicho que no seguramente es mío. ¿No es cierto que tú y Andrés pensaron en abortar cuando pedían una casa? ¿Temías que no fuera de Andrés y querías terminar con ello para evitar miedos y enredos? Sería lo mejor para todos.—¡Eso
Riendo suavemente, Andrés le secó las lágrimas y le respondió: —Si tienes antojo, yo te los hago. ¿Qué sabor prefieres?Abrazando fuertemente a Andrés, Rebeca continuó llorando: —Ya no quiero comer, solo quiero ir a casa, snif, snif...—Bien, vamos a casa —asintió Andrés mientras ayudaba a Rebeca a subir al carro. Con cuidado, le puso el cinturón de seguridad y le ofreció pañuelos para que se secara las lágrimas.Mientras tanto, Ximena se quedó paralizada observando desde lejos. Esperó a que