Felicia estaba un poco sonrojada, sonriendo.—¿Quién es tu tío?—El hombre con el que se casó mi mamá —dijo Felicia.Mateo abrió mucho los ojos: —¿Entonces es tu padrastro?—He visto en la televisión que muchos padrastros golpean a los niños, ¡no les dejan comer! Hace unos días vi en las noticias que un niño fue golpeado a muerte por su padrastro. Se rompió las costillas, sangraba por las orejas y la nariz, ¡fue aterrador!Mateo, preocupado por que Felicia pudiera estar siendo maltratada po
Viendo que Ximena estaba de mal humor, Mariana la llevó a pasear por la ribera del río.Ximena, mirando el río reluciente, no pudo evitar recordar la primera vez que se encontró con Lisandro.En aquel momento, Lisandro llevaba un uniforme de camuflaje, estaba cubierto de sangre y apenas consciente en la orilla del río, pero apretaba algo firmemente en su mano.Ella intentó despertarlo, y cuando él recobró un poco de conciencia, le dijo que se fuera rápido, que era peligroso.Ximena no pudo p
—El tío tiene su propia vida, ¡su propia familia! Si Felicia está triste, el tío tampoco será feliz. Felicia no quiere que tío esté triste, ¿verdad? ¿Debemos desearle lo mejor al tío, no?Felicia asintió fuertemente: —Felicia quiere que tío sea feliz, pero Felicia todavía está muy triste.Felicia, al decir esto, volvió a tener los ojos enrojecidos.Ximena abrazó a Felicia, mirando la puesta de sol por la ventana.Ella y Lisandro eran como dos líneas rectas, después del punto de intersección
Ximena y Mariana, con gran esfuerzo, lograron subir todas las cosas.Ambas, jadeando y sudando a mares, estaban exhaustas.—Señorita, pague —Mariana extendió la mano.Sofía sacó doscientos dólares de su cartera y exclamó: —Solo ven el dinero.—Agradecemos a la señorita por sus amables palabras. Si la señorita tiene más de estas oportunidades, no dude en decírnoslo —Mariana compartió la mitad con Ximena.Ximena aceptó el dinero felizmente: —Gracias a la señorita por su generosidad.Sofía es
Sofía bufó: —¡Vieja, lárgate!—¿Qué? ¿Me llamaste vieja? ¡Vamos a ver cómo te arreglo, señorita problematica! —Mariana, levantándose las mangas, comenzó a perseguir a Sofía alrededor de la mesa de centro.Felicia, viéndolas, reía a carcajadas.Ximena recogía el dinero del suelo y lo guardaba en el bolso de Sofía.—Es para mi hija, no para ti —Sofía sacaba de nuevo el dinero—. ¿Es poco? ¡Es todo el efectivo que tengo! También puedo hacerte una transferencia.—Señorita, basta de bromas, esto
Mariana cogió su bolso para irse con Ximena.Sofia, curiosa, preguntó adónde iban, pero Ximena no quiso decir, empujando a Sofia hacia la puerta.—Señorita, ha surgido algo urgente, ¡hasta aquí la reunión de hoy! Otro día, cuando tengamos tiempo, quedamos de nuevo, yo invito.Ximena no podía llevar a Felicia con ella a la casa de los Salazar, le pidió a Felicia que no abriera la puerta a nadie: —Si mamá llega tarde, vete a la cama a dormir, y si necesitas algo, llámame.Felicia, abrazando a
Los aldeanos, confiados en su número y armados, no retrocedieron.Fernando se enfureció y, blandiendo su botella rota, gritó: —¡Les diré la verdad! ¡Andrés no es mi hijo biológico! ¡Si no fuera por la vieja casa que dejó su verdadera madre, ni pensar en darles la casa del mercado!—¡Sam es mi verdadero hijo! ¡Si se atreven a querer la casa de mi verdadero hijo, lucharé contra ustedes!—¿Qué? ¿Andrés no es tu hijo biológico? —María, con una expresión de shock.—¡Soy su padrastro, su verdadera
Bajo la oscuridad de la noche, la luna brillaba radiante.Ximena vestía una falda blanca que le llegaba hasta las rodillas. Su cabello marrón ondeaba suavemente con el viento. Su rostro mostraba apatía y sus ojos, determinación.Fernando recordó repentinamente que, cinco años atrás, cuando Ximena había echado veneno para ratas en su vaso de agua, ella tenía esa misma expresión.Las piernas de Fernando temblaban. Suplicó a Ximena que dejara el encendedor.—¡Xime, por favor, escucha! ¡Papá ya