—¡Ximena Castillo, no seas ingrata! ¡Traje suficiente comida para ti también!—Te lo agradezco, ¡considera que ya lo he comido! —respondió Ximena con gratitud.—¡No, no, no! ¡Debes comer de verdad! —Sofía comenzó a sacar las cajas de comida de las bolsas, preparándose para un festín.—¡A mí me encantan los camarones a la Diabla! No lo que tú has traído —dijo Ximena.—¡Pero si esto es de Nubiazura, el mejor restaurante gourmet en la ciudad! ¡Es difícil conseguir una reserva! —Sofía abrió la c
—Solo me preocupo por ti. No quisiera que te tomaran el pelo y acabaras sin un centavo.—¡Mi esposo no es así!Sofía, tratando de jugar la carta de la preocupación, le dijo: —¡Digo estas cosas porque te considero mi amiga!Ximena la miró fijamente y respondió: —Sofía, no eres la primera «amiga» de Gael que se acerca a mí. He conocido a muchas que actuaban más convincentemente que tú, solo para burlarse después. Me acusaban de acercarme a ellas por interés o de querer superarme —mientras habla
Gael sacó de su bolsillo una pequeña caja y al abrirla reveló un anillo con un diamante del tamaño de una paloma, brillando intensamente.—Amor, en este día tan especial de tu cumpleaños, quiero pedirte matrimonio con todo mi corazón. ¡Cásate conmigo, Ximena Castillo!Bajando cuidadosamente de la escalera, Ximena apretó el lápiz que tenía en la mano.—Ximena, finalmente entiendo por qué me evitabas. Te equivocaste conmigo. No fui yo quien te denunció aquel año ni quien difundió esos rumores e
—¡Gael, no te atrevas a tocar a mi marido! —exclamó Ximena, con la adrenalina al máximo, y con un rápido movimiento, clavó un lápiz en el brazo de Gael.—¡Aaaah! —gritó Gael de dolor.Sofía y Enrique entraron precipitadamente, separando a Gael del grupo.—Gael, amar a alguien es apoyar y dar sin esperar nada a cambio, no poseer y lastimar —dijo Sofía, protegiendo a Ximena—. Ahora entiendo por qué Ximena no te quiere. ¡Eres asfixiante! Yo tampoco lo soportaría.—¡Ximena me apuñaló! —gritó Gae
Sofía metió a Ximena en su Ferrari.Enrique estaba en la entrada del restaurante saludándolas con la mano: —¡Ximena, feliz cumpleaños! Relájate esta tarde. Deja el trabajo en mis manos. Cuando tenga el esbozo listo, te lo enviaré y puedes darme tu opinión en línea.—¡Anímate un poco! —Enrique hizo un gesto sonriente.Ximena le sonrió agradecida: —Gracias, Enrique.Sofía encendió la radio del coche y comenzó a sonar una canción de DJ. Aceleró y el coche se deslizó velozmente.Ximena no estab
—Permítele relajarse un poco —respondió Lisandro, en un tono inesperadamente tierno.Salió del bar, se subió a su coche y le pidió a Jorge que trajera a Gael.En un lugar desolado, Gael salió de su deportivo y se montó en el lujoso coche de Lisandro.—¡Señor Mendoza! —exclamó Gael, aún recuperándose de una herida reciente en su brazo. Su tono era respetuoso y algo temeroso.Después de todo, estaba frente al famoso «Ah Puch», ¿quién no tendría miedo?Especialmente, el aura intimidante que em
Desde el coche, Mariana gritó alegremente hacia ellos: —¡Dense un beso, un beso!Diego trató de calmar a Mariana, intentando que no hiciera más escenas.Pero ella se resistió, y siguió gritando para que Lisandro y Ximena se besaran: —¡No entiendes nada! ¡Estoy alentando el amor!Ximena rió tímidamente, su rostro enrojeció, sosteniendo a Lisandro por el cuello, se puso de puntillas y le dio un beso fugaz en los labios.Lisandro quedó momentáneamente paralizado.Aunque el contacto con los lab
—Pero mamá no regresaba. Pensé en llamarte, pero el tío decía que era tu cumpleaños y que deberías disfrutar y relajarte con tus amigas.—Felicia ha sido buena, esperando con el tío a que volvieras.Ximena abrazó a Felicia y, con una sonrisa tímida, miró a Lisandro: —¿No me habías regalado Onagra? ¿Por qué ahora también rosas?Lisandro, con una expresión juguetona, contestó: —¿Acaso no te gustan?—¡Claro que sí! Solo me sorprende que me dieras dos ramos diferentes.—Quería darte un detalle