Acarició los pechos de su mujer, sus manos recorrieron cada centímetro de su cuerpo y con sus labios besó su cuello, su torso, sus pechos, su estómago, sus caderas, sus piernas, arrancando gemidos con cada caricia.—¿Te pido algo cariño? —preguntó entre jadeos.—Dime —respondió entre suspiros, mirán
Con torbellinos de sensaciones volviéndole loco, Renaldo comenzó a masturbarla con fuerza, sintiéndola temblar y retorcerse contra sus caricias, libre de su deseo.Renaldo introdujo un dedo en su núcleo y se frotó suavemente mientras seguía usando su otra mano para frotar el clítoris, estimulándola
Con un grito ahogado, Lacie sintió que todo el placer se apoderaba de ella y esta vez él la dejó explotar en olas de exquisita satisfacción.Renaldo la miró con ternura mientras ella dibujaba tenues sonrisas de felicidad extáticas en sus hermosos labios rosados. —Esto es demasiado genial… mejor que
Lacie despertó estirándose con un poco de pereza, vio a su esposo dormido relajado, se acercó y besó con suavidad sus labios, él siguió dormido sin inmutarse.Ella sonrió complacida, se levantó, aunque sentía que le dolían partes del cuerpo que ni siquiera sabía que tenía, aunque había tenido intimi
—Sí, la futura esposa de Luke, se pierde y aparece cada diez años, ahora le faltan nueve años y medio para aparecer —dijo sonriendo y Luke rodó los ojos. —¿Te complace burlarte de mí? —Cuando ella vuelva a aparecer tendrías cuarenta y siete años y allí tendrás tu primer descendiente, o sea, serás
Todos regresaron a sus respectivas ciudades, menos ellos y Roberto, porque decidieron quedarse una semana más, a ambos les encantaba la tranquilidad de la isla, la paz que sentían en ese lugar y que los conectaba con su hijo no nacido. Lacie, que había estado abrazada de su esposo, se removió para
—No papá, la señora bonita es de los dos —mencionó con seguridad.—Si, y luego tenemos que compartirla con tres chicos más —manifestó Renaldo y su hijo hizo un puchero no muy contento ante esa perspectiva.Renaldo lo dejó recostarse, luego levantó la almohada y sacó el cofre, Lacie se quedó viéndolo
La pregunta de su esposo la dejó por un momento desconcertada. —Eran de nuestro hijo —dijo ella con aparente tranquilidad. —No, no me refiero a esas, sino a las que me dieron cuando me informaron que habías muerto. El rostro de Lacie se sonrojó, al recordar lo que había ocurrido. Se dejó inundar