La pregunta de su esposo la dejó por un momento desconcertada. —Eran de nuestro hijo —dijo ella con aparente tranquilidad. —No, no me refiero a esas, sino a las que me dieron cuando me informaron que habías muerto. El rostro de Lacie se sonrojó, al recordar lo que había ocurrido. Se dejó inundar
—Y de una niña —le aclaró su padre y negó enérgicamente. —¡No papá! Ella no será mi hermana, ya te lo dije, será mi novia. —Pequeño, los hermanos no se enamoran, es prohibido enamorarse de tu hermana —enfatizó Renaldo. —Por eso no será mi hermana… porque así al crecer nos podremos casar —habló sa
Él sacó una caja, la que se dio cuenta de que era del mismo color que le había dado su hijo, se la entregó, y al abrirla reveló un hermoso anillo de compromiso. Sus manos temblaban mientras él se lo colocaba en el dedo medio de su mano izquierda. Lacie no podía creer lo que estaba pasando, ¿Renaldo
—No suegra, solo me estaba recordando una conversación con mi esposo —mencionó con una expresión de angustia. Cuando Camilla la vio demasiado mortificada, soltó una carcajada, haciéndola respirar de alivio. —¡Pues si! Mujer que no hace drama es hombre —dijo sonriente. —Mamá es que queremos estar
La reunión improvisada en la casa de los Ferrari Rocco, se prologó, la familia no era mucho de tomar, solo lo hacían en fechas especiales, y para ellos ese momento era maravilloso, no se cansaban de dar gracias al creador por la recuperación de Renaldo, le contaron los días cuando se metió el mismo
Renaldo empezó a acariciarla suavemente mientras ella le respondía de la misma manera, era tan difícil dejar de pensar en todo lo que había pasado, pero se sentía segura y protegida entre sus brazos. Él la depositó sobre la blanda cama y se unió delicadamente a ella.Lacie levantó la mirada hacia él
Nada preparó a Lacie para sentir ese inmenso dolor, dar a luz era lo más doloroso del mundo, y sobre todo estaba ese miedo que la embargaba, la cortina de la sala contigua donde estaba su hermana se encontraba abierta, por lo cual se podían ver. —Escúchame bien mi ángel… eres fuerte, valiente, no t
Luego se lo pasaron a Fénix y a Alessandro, estos lo besaron también y fue inevitable que sintieran un profundo amor por esa criatura que sentían parte de ellos. Fénix vio pujando a su hermana y comenzó a animarla, tomando de nuevo su mano. —Vamos pequeña, ¡Tú puedes! Empuja con toda tu fuerza, tu