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Visita insistente

No llegué hace muchas horas, pero en el poco tiempo que tengo aquí no he podido tomar una sola taza de café o sentarme al menos cinco minutos. Tal parece que hay un virus estomacal que afecta a los niños, más que nada a los bebés.

No dudé en llamar a Anker para saber cómo estaba Anat, ver a esos bebés llorando sin parar y retorciéndose de dolor me preocupó tanto que no dejé de temblar en una hora.

—¡Doctora Botros a la sala de operación. Doctora Botros a la sala de operación! —Dejo el rico café sin terminar por segunda vez en la mañana y salgo corriendo a la sala.

Corro hasta la sala de operaciones, un niño sufrió un accidente cuando llegaba a su casa. No tengo muchos datos, solo su edad y nombre.

Felix O'donnell, 8 años.

Empujo a las personas que se atraviesan en mi camino. No tengo tiempo que perder o él puede dejar de respirar.

Me prometí no volver a perder a otro niño. Son quienes más se merecen vivir y crecer.

—¡¡Doctora Boltros!! —Anna, mi enfermera favorita ya se abre paso entre el gentío.

—¡Preparen todo! Nada puede faltar o juro que voy con el director. —Asiente frenética. Ingresa junto a mi a la sala de preparación, me ayuda con la bata y el tapabocas.

No tardamos mucho en estar frente al paciente tomando sus signos vitales. Sangre sale sin parar desde un profundo corte del lado de las costillas. Es largo, tal parece que pegó contra el parabrisas, algunos fragmentos de vidrio siguen punzando en la herida.

Espero poder salvarlo.

4 horas después...

Fue difícil, pero lo conseguimos. El niño está con vida, y con suerte no tendrá secuelas a futuro.

—Bien hecho, doctora, otro niño a salvo gracias a usted. —Le sonrío agradecida y agotada.

—Iré con la familia del niño. —Una vez lista salgo de la sala y voy hasta la de espera. Hay bastante gente. —Familiares de Félix O'donnell —Una pareja de ancianos, una mujer y... ¿Él? De tantos hombres debía ser él, llegan corriendo hasta estar frente a mi.

—Somos nosotros ¿Cómo está mi nieto? —Deduzco que la pobre mujer estaba llorando por el maquillaje corrido.

—Buen día, soy la doctora Botros. El paciente está bien, fue una operación difícil ya que trozos de vidrio seguían dentro su cuerpo, pero lo logramos. Felix estará bien si sigue con los mismos cuidados que aquí cuando le dé el alta. —La pareja suspira con tranquilidad.

—Muchas gracias, doctora Botros. Tenía el Jesús en la boca cuando supe que le pasó a mi nieto. —El hombre consuela a quien creo es su esposa.

—Si me disculpan, debo irme.— si Isis, huye como la cobarde que eres.

Ignoro la mirada insistente de ese maldito infeliz y voy hasta el tercer piso. Toca ver a los demás pacientes. Estaba cerca del ascensor cuando un empujón me obligó a ingresar a una de las salas vacías.

—¿Qué te pasa, idiota? —Dolió, ese maldito tiene mucha fuerza.

—¿Qué haces aquí? —gruñe como un perro una vez que me acorrala contra la pared más cercana.

—Trabajo aquí. Tengo que alimentar a mi hija. Ahora déjame en paz, tengo trabajo que hacer y me haces perder el tiempo. —Trato de salir de su agarre, pero lo ajusta.

—Te dije que te alejaras de mi vida o arruinaré la tuya. Isis, no es una broma. —Ni siquiera le importa el que haya nombrado a su hija.

—Y así lo hice, me mude de estado. No es culpa mía el que tú vengas a mi lugar de trabajo. —Más le vale no echarme de aquí o juro que le rompo la cabeza con una silla.

—Tenias que irte del país, o mejor de continente. —Su aliento pega de lleno en mi nariz, asco.

—Déjame en paz. Quiero vivir tranquila con mi hija sin que tu m*****a presencia me haga huir de cada lugar al que voy. —Tengo muchas ganas de llorar, no es justo que debía irme solo por su orden.

—Tu bastarda... la mocosa que quisiste hacer pasar por mi hija. —Algo se adueñó de mí en ese instante, me solté de su agarre, salté sobre él y arañé su rostro.

—¡No voy a permitir que hables mal de Anat! Ella no tiene la culpa de tener un poco hombre como padre —gime de dolor, tenía las uñas un poco largas.

No espero a que se recupere y salgo de ahí con algunas lágrimas cayendo de mis ojos. Mi Anat es sagrada, voy a defenderla de quien sea y al costo que haga falta.

No me iré de mi nuevo hogar, no es justo que tenga que salir de a donde él vaya.

—Doctora Botros. —Es mi trabajo y amo hacerlo, pero tenía que ser justo la tía abuela de esa bestia la que se atraviesa en mi camino.

—Dígame. —Tengo que ser cordial, ella no tiene la culpa de compartir sangre con ese desperdicio humano.

—¿Cuánto tiempo estará aquí Felix? Le pregunto porque nos gustaría trasladarlo a un cuarto VIP. —Olvidé que esta jodida familia se cree la misma realeza europea.

—Eso no puedo definirlo ahora, pero no hay inconveniente en que lo trasladen desde mañana, hable con el jefe de la sección VIP y él lo resolverá. —Miro cada tanto mi reloj, falta muy poco para la hora de comer de Anat, y tengo que llamar de nuevo a Anker.

—Se lo agradezco, mi hijo vendrá dentro de muy poco para ver a su adorado ahijado, es muy reservado por lo que lo primero que me cuestionó fue el traslado. —Gran parte de los allegados de mis pacientes tienen la manía de decirme cosas de sus vidas, que realmente no me importa, si, suena mal.

—Muy bien, mañana mismo podrá sentirse más cómodo en la sala —la saludo cordialmente para salir disparada a la sala de descanso y hablar con el desperdicio de hermano. 

— Isis… —Mi cuerpo se paraliza ante su voz.

Su sola presencia enfría hasta la sala de espera. 

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