Isis
¿Intimidación? No, a este pedazo de ser humano bien hecho le queda corta esa definición. Es difícil no retroceder diez pasos cuando él se acerca con uno. —Tiene cinco minutos, mi hija necesita comer. —Mis pechos me duelen por la cantidad de leche que tengo almacenada. —Lleven a esa basura fuera de mi casino. —Le tiendo las llaves del auto cuando pasa por mi lado, mira temeroso a mi bebé. —Estaré bien, y Anat también. —Acaricio su mejilla y él besa la mía. —No lastimo niños ni mujeres. Vete de aquí antes de que me arrepienta. —Su voz es muy dura y fría. Anker y los hombres de seguridad salen dejando el aire más pesado de lo que estaba. Ambos nos miramos sin decir nada, me intimida como nadie. Sin embargo, yo no puedo seguir sosteniendo esa competencia que silenciosamente iniciamos, pero él sí, sigue observando como sostengo a mi bebé y dejo besos repartidos por su rostro y cabeza. —¿Incómoda? —me dice serio, no parece del tipo que ríe con regularidad. —Usted sabe que si, diga que necesita. —Detesto que la gente me haga perder el tiempo y no sea directo en lo que busca. —Directa, nos entenderemos bien. Quería pedirle un favor, haga que su hermano no se acerque a mi casino si no tiene el dinero para jugar. —Es un maldito idiota, engreido de primera por tener más dinero que nosotros. —¿Eso es todo? ¿Para esa m****a me retuvo aquí? Ahora usted va a escucharme a mí, yo no soy niñera de nadie, es la última vez que salvo a mi hermano de algo como esto y le aseguro por mi hija que él va a saberlo. —Me levanto para irme pero su voz me detiene. —Espero verla pronto, usted sí merece mi atención. —Como la adulta que soy le enseño el dedo medio y salgo moviendo mis caderas como la empoderada y sexi mujer que pretendo ser delante de gente tan peligrosa. Bajo con ayuda del asistente del jefe, cuyo nombre no aprendí – mentira, sé que es Fabricio, pero hagamos de cuenta que no – porque espero no volver a verlo en lo que me quede de vida. Me cansé de tanta m****a en una sola madrugada. Gracias a Fabricio llegamos al auto rápidamente, ingreso en el asiento del acompañante, me acomodo y me despido cordialmente del hombre que me trató bien desde que lo ví. —Olvidarás a la única familia que te queda si vuelves a llamarme para salvar tu vida. —No lo miro, mi voz expresa lo decepcionada que estoy, aunque a él no le interesa. —Lo sé, y prometo que no volverá a pasar. Esos hombres pueden cambiar tu perspectiva. —Lo noto asustado, los golpes seguro le arreglaron las neuronas descarriadas. —Más te vale o me saldré de tu vida y no verás más a tu sobrina. —Aprieta el volante ante una nueva amenaza. Ama a Anat, moriría si la alejo. —No lo harás porque desde hoy dejo de apostar. —No le creo, no es la primera vez que escucho esas reconfortantes palabras. Seguimos en silencio el camino que queda por recorrer a mi departamento. Me sentiré más tranquila si lo veo a salvo. Mi princesa viene cómoda y segura en su sillita en los asientos traseros, su sueño sigue siendo profundo, nada perturba su paz o calma. Con tan solo diez meses cambió radicalmente mi vida, para bien, ahora me siento completa. Es duro ser madre soltera, mas no imposible, hay días en los que no creo poder más por tanta presión, pero llegar a casa del trabajo y verla recibirme contenta, con los brazos abiertos es una recarga automática. —Isis ¿Qué te dijo ese bastardo cuando te dejé sola? —se estaba tardando en preguntar. —Nada que te importe, Anker. Ya tienes mi advertencia, no necesitas saber nada más.—Teniendo 25 años debo darle explicaciones, soy yo la que debe exigirlas. No insiste con el tema y se concentra en conducir, por suerte ya estamos a cinco minutos de casa, mi cuerpo me pide a gritos que regrese a la cama y el suyo ser curado o creado de nuevo. Recuesto mi cabeza en el vidrio del auto, pienso en que pude hacer mal en todas mis vidas pasadas para tener un hermano tan irrazonable, obsesionado con el juego y las peleas. Regreso a nuestra infancia para hallar algo que me indique en qué momento se fue de su brillante camino ¿Qué le afectó más? ¿La muerte de nuestros padres? ¿La casa de nuestro tío? ¿El cambio de ciudad? No sé, pero tengo que ir muy hondo para descubrir la verdad y salvar a mi hermano. —Llegamos, Isis. —No tardamos mucho, ya estamos en el estacionamiento subterráneo del edificio. —Duerme aquí esta noche, mañana te regresas a tu casa. —Suelto el cinturón de seguridad, bajo del auto y voy hasta los asientos traseros por mi niña. Cierro la puerta y voy hasta el ascensor sin esperar a Anker, mi ánimo decayó mucho en menos de un día. Mis ganas de ir a trabajar son nulas. Dormir con mi hija hasta el fin de semana es mi meta. —Isis, lamento haberte metido en problemas. No quería llamarte. —Suspiro mirando sus moretones. —Si de verdad quieres devolver el dinero que pagué por sacarte de ahí, ve al lugar del que te hablé. Anker, ahora ya no soy solo yo, tu sobrina necesitaba ese dinero. —Para poder ayudarlo debo hacerle entender que tiene un problema. —Lo sé, por eso mismo iré a ese grupo de ayuda del que hablaste. No voy a alejarme de mi sobrina, eso sería doloroso. —Su amor por Anat supera el que siente por mi, y eso no es malo. Sé de sobra que por ella es capaz de todo, hasta de dejar el juego. —Fue un golpe bajo, lo admito, pero no voy a dejar que mi hija crezca con un ejemplo como el tuyo. Anker, ya estropeaste tu futuro, no hagas que ella...—Me detiene. —No voy a permitir que Anat cometa mis errores. Haré lo que esté en mis manos para cambiar lo que soy. —Sonrió contenta al saber que va a dar un paso enorme hacia la recuperación. Beso su mejilla y luego la de mi niña. —Vas a darte una ducha, y luego curaré tus heridas. Necesito que cuides a Anat mañana. Es hora de que comiences a pagar tus deudas conmigo. —Tengo que comenzar a recordar cuantas veces le presté dinero. —Será un honor cuidar a tan hermosa princesa. Cuando regreses de trabajar iré al lugar del que me hablaste. —Toma a Anat en brazos. Una vez que el ascensor se detiene en mi piso acomodo las cosas de mi bebé en sus cajones. Anker entra al baño y yo voy a mi habitación para volver a colocarme mi pijama. Espero y no surja otra cosa que me impida descansar las escasas 3 horas antes de que mi turno empiece otra vez. Tendré que usar los días de descanso que estaba guardando para ir de vacaciones con Anat. Siento que algún día caeré en medio de la calle por la falta de descanso. Isis, solo a ti se te ocurre seguro una especialidad como pediatría. —Hermana, ya estoy listo. —Me volteo una vez que estoy lista ¡Dios! Sus heridas empeoraron en los minutos que nos tomó llegar a casa. —Siéntate. Va a doler, lo digo para que no llores como una niña. —Mi siempre leal kit de primeros auxilios cura por décima vez las heridas de Anker. Creo que hasta ya le pertenece más a él. —Esperaba no tener que llamarte, el que él te haya conocido era lo que más deseaba evitar. —Sus manos tiemblan al recordar a ese hombre ¿Por qué le teme? —¿Hizo algo más contigo antes de que llegara? —Espero que no lo haya herido como para traumarlo. —No, ya me golpeó lo suficiente. Esta vez sí aprendí la lección. —Termino de desinfectar las heridas, las envuelvo en gaza y por fin doy por finalizada la mala madrugada. —Eso espero o ya sabes que sigue. Anker, es hora de dormir. En menos de 3 horas tengo que regresar a trabajar. —Asiente, se levanta de la silla y va rumbo a su habitación. Puede que acepte ir a esa cena con mi pretendiente, despejarme un poco con deliciosa comida avivará un poco más mis sentimientos hacia Robert. Son pocos, pero algo de aprecio y cariño le tengo a mi colega. Más de un año, eso es lo que me tomó poder dejar de pensar en el padre de mi pequeña. Le tenía verdadero amor, pero al no ser de cuna de oro, me dejó. A decir verdad fue un alivio enorme sacar a ese ser codicioso y cobarde de mi vida. Anat está mejor sin padre, él no tuvo el menor interés por saber de ella el día en que nació. Fue al contrario, envió una nota amenazante recordando que su padre, el gobernador, podía hacer de mi vida un calvario si no obedecía sus órdenes. Si, con esa clase de hombre me fui a tener una hija. Anat es una bendición, lo mejor que he hecho en mi vida y él en la suya, por eso no voy a rendirme hasta abrir mi consultorio, tener propia casa y asegurar su futuro. La herencia de mi abuelo sería lo último que necesitaba para tener el dinero y así comenzar con la construcción de la casa. Isis, dentro ahí o seguirás culpando a tu hermano por un error que cualquiera puede cometer. —Hermana —Volteo a ver a Anker. Es muy raro—, prométeme que no volverás a estar sola con ese hombre. —No entiendo el misterio, pero tampoco voy a ir contra ese consejo. —Claro ¿Por qué volvemos a ese tema? —Yo ya olvidé al hombre, entre tantas cosas que hacer o pensar, él no es una de prioridad. —Para que te quede claro. Isis, él no es bueno. —Arqueo una ceja en burla. —Tú tampoco lo eres y estás aquí. Anker, no eres nadie para prohibirme algo o dar el ejemplo de persona con una moral y ética impecable. Ve a dormir. —Asiente apretando los labios en una fina línea. —Él es malo, Isis. —Cierro la puerta en su cara. Odio que me den clases de bondad. Él es malo. Todos lo somos, solo que algunos lo esconden mejor que otros. No temen ser vistos por lo que en realidad son, seres humanos que ejercen su verdadera personalidad sin escuchar a los santos que les rodean. Fui una de esos demonios, siendo como era sin temer las consecuencias o el que dirán de la gente. Cambié, lo hice para salir de ese lúgubre sitio en el que mi padre me había metido. Escapé, Anker y yo sabíamos que la sangre no era lo nuestro. El negocio familiar hubiera evitado que me desarrollara como profesional. Mi tiempo iba a ser escaso y mi vida privada pasaría a un cuarto plano. Deja de pensar en el pasado, Isis. Mejor voy a dormir, el día será largo.No llegué hace muchas horas, pero en el poco tiempo que tengo aquí no he podido tomar una sola taza de café o sentarme al menos cinco minutos. Tal parece que hay un virus estomacal que afecta a los niños, más que nada a los bebés.No dudé en llamar a Anker para saber cómo estaba Anat, ver a esos bebés llorando sin parar y retorciéndose de dolor me preocupó tanto que no dejé de temblar en una hora.—¡Doctora Botros a la sala de operación. Doctora Botros a la sala de operación! —Dejo el rico café sin terminar por segunda vez en la mañana y salgo corriendo a la sala.Corro hasta la sala de operaciones, un niño sufrió un accidente cuando llegaba a su casa. No tengo muchos datos, solo su edad y nombre.Felix O'donnell, 8 años.Empujo a las personas que se atraviesan en mi camino. No tengo tiempo que perder o él puede dejar de respirar.Me prometí no volver a perder a otro niño. Son quienes más se merecen vivir y crecer.—¡¡Doctora Boltros!! —Anna, mi enfermera favorita ya se abre paso entr
IsisSalir del hospital luego de un día entero de guardia, soportando a los pacientes o sus familiares; llegar a la casa y tener que limpiar cada rincón, desplazando más mi descanso; dar de comer a una bebé de 10 meses y tratar con las metidas de pata de mi hermano mayor… ¡Me agota! Merezco poder dormir al menos 6 horas seguidas, pero no, había otros planes esperando destruir los míos.Las tres de la mañana es la hora perfecta para estar tirada en una cama durmiendo como un oso antes de tener que despertar cuatro horas después para ir a trabajar y dejar a mi pequeña en la guardería. Es el plan de una persona trabajadora y preocupada por el bienestar de su única hija, pero no, mi hermano pensaba diferente.El muy adoptado decidió ir a un casino y apostar hasta sus propios órganos, junto con los míos. —¿Qué estás dónde? —Terminé de despertar del todo cuando la palabra casino salió de la boca de mi hermano.—En… en un casino. Isis… Necesito que me ayudes o van a romperme las piernas.