−Espera..... co-mo.... yo..... peee-ro .........
−Shhhh......no hables – Poco a poco se saca su corbata y chaqueta.
¡Qué diablos estaba a punto de hacer! Yo quería salir, salir y refugiarme en mi cuarto.
−Chris ...no te acerques...– Sonrió de una manera nerviosa, siento un hormigueo recorrer mi cuello –. Aléjate...
−Dije que no hablaras.
Me arrincona más y más, comienzo a retroceder.
–¿Sientes algo por mí? – Pregunta mientras besa mi cuello, no respondo.
No puedo responder.
No puedo moverme.
No puedo respirar.
–Si no contestas en tres segundos, lo considerare como un sí.
Los tres segundos pasan, ya es un sí. Es un maldito sí.
Estoy en su cuarto, es imposible salir. Una, porque mi cuerpo no quiere moverse; otra, me siento demasiada mareada para correr. S
***Unos días después ....... No despierto hasta que el reloj marca las ocho de la mañana, un poco perezosa lucho por levantarme. En mi mesita de noche encuentro una nota que Chris ha dejado. "Emma no olvides tener todo listo, te recojo a las 6:00 pm." Att: Chris B. Es cierto, esta noche nos encontraremos con los Slim, quedamos de acuerdo en dejar nuestro auto en su casa hasta regresar. Sin más, alisto todo lo que usaré, será una semana llena de aventuras, quería ver la nieve, pero no llegaremos a esa época. Suena el teléfono. −Diga – No escucho nada solo ecos... –. Si….hay alguien. −Siempre hay alguien...... − Es una voz grave. −¡Por dios tía Ava! ¡Qué pasa con tu voz por poco me matas! Mi tía tiene la mala costumbre de llamar y poner su voz en tono maléfico, comúnmente ese tono lo usa para tratar con los arrestados. −Has
La residencia de los Slim es enorme, un gran portón con guardias nos da la bienvenida, de paso nos asigna nuestra habitación. Es locamente grande, posee un balcón con puertas de vidrio, una mesita de té con vista al terreno, desde ahí se puede ver una granja incluso un lago que no lo había notado desde el auto y si pongo más atención podría asegurar que se escucha el río. −¿Sorprendida? −Sí, es enorme. −Entonce
La residencia de los Slim es enorme, un gran portón con guardias nos da la bienvenida, de paso nos asigna nuestra habitación. Es locamente grande, posee un balcón con puertas de vidrio, una mesita de té con vista al terreno, desde ahí se puede ver una granja incluso un lago que no lo había notado desde el auto y si pongo más atención podría asegurar que se escucha el río. −¿Sorprendida? −Sí, es enorme. −Entonces te gustara la residencia de mi padre. ¿Te parece si después de este viaje vamos allá? −Me gustaría, pero cuando volvamos tenemos otra invitación. −¿Cuál? −Una de mi familia. – Sonrió –. Te divertirás mucho así que espéralo. Al día siguiente la pasamos en el Palacio Peterhof, el lugar favorito de la señora Rachel. Es tanta la emoción de ella que nos explica todo; cada cuadro colgado, cada figura hecha, la historia de los zares quienes lo habitaron. Sin olvidar los estilos de arquitectura, solo faltaba que nos conta
−No nací ayer señora... −Rachel, dime Rachel – Se pone nerviosa. −Rachel quiero que su otra mano alcance mi correa, va a escalar mi cuerpo. −Me duele el bra..... Legamos al centro comercial de la ciudad, es grande y las variedades de tiendas giran alrededor de 200 tipos. −Emma te veo muy feliz. – Apuntalo Chris, arqueando sus comisuras. −Sí, me alegra escuchar que se casara, espero que él sea un buen chico. −Estás tan feliz que me has llevado jalando de la mano todo este momento. −Upss.... – Lo suelto de golpe. No tengo la menor idea cuánto tiempo llevamos tomados de las manos. −No me sueltes. – Vuelve a coger mi mano −. Si no te perderás y no quiero buscarte. −Entonces me perderé. −No juegues Emma, si lo haces lo pagaras en la cama. Eso hace que ponga los ojos en blanco. −Eres un pervertido de los más pervertidos que pueden existir, incluso te has metido a mi cama sin permiso. −Solo contigo lo soy, y no me gusta dormir solo.− Hace una sonrisa pícara. −Acaso tienes tres años. −No, pero no llámenos la atCapítulo 20
Ahora que lo pienso, he llegado al punto de acostumbrarmea verlo cada mañana. En mi cama. A lado mío. Se ha vuelto como una rutina. Perfilo su rostro sin que las yemas de mis dedos lo toquen. Se mira delicado cuando duerme. Me acerco un poco más, me provoca besarlo, solo falta un poco y a una distancia corta él abre sus ojos. −¿Emma? −Hola. – Lo quedo mirando. −¿Ocurre algo? −No..no...solo es hora de irnos, alístate rápido. Desayunamos y bajamos al estacionamiento, está vez usamos el auto de Chris. Al llegar Takeru, es quien nos saluda primero. Tiene dibujada una sonrisa esplendida. −Hola Emma. Hola Chris. −Listo para perder. −Ni lo pienses.... – Guiña su ojo. −¿Qué fue eso? – Dice Chris enojado. −No tengo ni la menor idea. Al entrar, la primera en aparecer es mi hermana mayor.Romina, una mujer alta y delgada, bastante para mi forma de ver. Cabello largo negro,
Narra Emma..... Por uno corto tiempo no hemos visto a los chicos. No sé, si es porque se esconden muy bien o están esperando que pisemos su trampa. De cualquier forma, todo es válido, no hay tiempo límite solo diversión. −Esta vez los chicos quieren ganar. – manifestó mamá. −Tal vez… no quieren terminar con la diversión. −opine, mientras estaba atenta a sus espaldas −. ¿Dónde quedo papá? −Tuvo una reunión. −¿Te quedaras después? −No, tengo asuntos en el hospital. ¡Ah! Mamá siempre tenía asuntos en el hospital, si fuera por ella el hospital sería su primer hogar, su familia y su vida. No la odiaba por ello, la admiraba por ello. No sé cómo pudo ajustarse a una vida hogareña y una laboral sin desajustarse en ninguna de las dos. Siempre recta. Correcta. Directa. Términos perfectos para la señora White. −Conoces a la señora Rachel.– pregunte sin r
Después de semejante jugada todos nos amontonamos en una sola masa para la foto de recuerdo. ¿Mamá salió en ellas? Sí, y no solo en una sino en algunas. Chris, bueno, él era demasiado fotogénico en todas ellas salía muy bien y aunque se miraba despeinado no se le quitaba esa guapeza que siempre se cargaba. Era bellísimo, tal como lo decía ese meme. En la noche ...... −¡Salud chicos!– Romina, alza el vaso y todos responden en una perfecta sincronización. −Vamos que suene la música. – Empezó a decir Masao, en un tono un tanto ebrio −. Ten, este es para ti primo y, este para él alemán. ¡Salud! Ignoraba el contenido de aquel vaso, pero por sus expresiones que eran un tanto chistosas y más la del alemán, sabía que se trataba de un trago sumamente fuerte. No uno americano sino uno coreano. Uno que no quería probar. −¿Qué es esto? – Preguntó el alemán, casi con un toque de carraspeo −. Mi garganta, siento que se disuelve<