Matrimonio Inesperado
Matrimonio Inesperado
Por: Marblonde
Prólogo

―Jamás pienso casarme ―dijo la niña pelinegra observando una escena muy cariñosa de sus padres.

―¿Por qué? ―le pregunta el niño castaño a su lado.

―Si me caso que sea porque estoy segura de hacerlo y que el chico esté enamorado de mí como mis padres lo están uno del otro, no quiero hacerlo porque me veo en la obligación. Actualmente nadie quiere contraer matrimonio, es un poco deprimente ―señala la pequeña con su dedo índice.

El niño se ríe a su lado y ella lo observa con el ceño fruncido.

―¿Eres creyente del amor? ¿Qué edad tienes? ―su pregunta está cargada de mucha mofa.

La niña muy inocente y con las mejillas sonrojadas observa su perfil, detallándolo.

―Tengo seis ―le responde primero la última pregunta―. Lo soy porque mis padres lo han demostrado mucho.

―No te preocupes, alguien te amará lo suficiente.

Ella le asiente sonriente, comprendiendo todo. Solo que, a pesar que sus palabras sean sinceras, están cargadas de mucha mofa, la realidad le da una abofeteada, una que ella ya está harta de vivir con el niño.

―Eres un idiota.

―¿Por qué? ―pregunta, curioso. Actúa como si fuera inocente.

Sus mejillas comienzan a ponerse rojas por la rabia, hasta toma una postura de estarlo.

―Porque siempre quieres arruinar todo. Quieres dañar mi ilusión. Siempre lo has hecho y seguirás haciéndolo ―la pelinegra lloriquea.

El niño se siente un poco frustrado al verla en ese estado, siempre le ha frustrado hacerla llorar, así que se acerca un poco a ella, sin saber que realmente hacer, y le seca las lágrimas que recorren sus mejillas, en ningún momento deja de observar sus preciosos ojos.

No hay mejor consuelo para alguien que secarle las lágrimas, pensó el niño.

Lástima que cuando él lloraba nadie estaba ahí para consolarlo, simplemente se prometió no actuar de esa forma como habían actuado con él.

―Solo digo que es mejor que disfrutes, estamos muy pequeños para pensar en ello.

El castaño decide mirar a la pequeña pelinegra que tiene al frente. La niña realmente era muy pequeña. Él es más alto que ella, la cabeza de la niña llega a la altura del pecho del niño, justamente en su corazón.

Ambos no dicen nada, parecen curiosos unos del otro. Parecen estudiarse muy bien. Cada detalle mínimo siempre quieren reservarlo uno del otro.

El silencio los abraza, no están dispuestos a decir nada más. A pesar que la niña siempre hablaba muchísimo, esta vez se quedó en silencio. Disfrutando la tranquilidad y sintiendo el consuelo del niño que le secó las lágrimas.

No le afectaba que no la haya abrazado, como solían hacerlo sus padres cada que lloraba, le alegraba un poco que el niño haya hecho esa simple e inocente acción.

Los padres del castaño comienzan a llamarlo para irse a su hogar después de haber compartido una divertida tarde con la familia de la pelinegra.

―Debo irme ―le dice un poco decepcionado.

Una mueca triste se instala en el rostro de la niña.

―Adiós, Nolan.

―Adiós, Emily.

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