―Jamás pienso casarme ―dijo la niña pelinegra observando una escena muy cariñosa de sus padres.
―¿Por qué? ―le pregunta el niño castaño a su lado.
―Si me caso que sea porque estoy segura de hacerlo y que el chico esté enamorado de mí como mis padres lo están uno del otro, no quiero hacerlo porque me veo en la obligación. Actualmente nadie quiere contraer matrimonio, es un poco deprimente ―señala la pequeña con su dedo índice.
El niño se ríe a su lado y ella lo observa con el ceño fruncido.
―¿Eres creyente del amor? ¿Qué edad tienes? ―su pregunta está cargada de mucha mofa.
La niña muy inocente y con las mejillas sonrojadas observa su perfil, detallándolo.
―Tengo seis ―le responde primero la última pregunta―. Lo soy porque mis padres lo han demostrado mucho.
―No te preocupes, alguien te amará lo suficiente.
Ella le asiente sonriente, comprendiendo todo. Solo que, a pesar que sus palabras sean sinceras, están cargadas de mucha mofa, la realidad le da una abofeteada, una que ella ya está harta de vivir con el niño.
―Eres un idiota.
―¿Por qué? ―pregunta, curioso. Actúa como si fuera inocente.
Sus mejillas comienzan a ponerse rojas por la rabia, hasta toma una postura de estarlo.
―Porque siempre quieres arruinar todo. Quieres dañar mi ilusión. Siempre lo has hecho y seguirás haciéndolo ―la pelinegra lloriquea.
El niño se siente un poco frustrado al verla en ese estado, siempre le ha frustrado hacerla llorar, así que se acerca un poco a ella, sin saber que realmente hacer, y le seca las lágrimas que recorren sus mejillas, en ningún momento deja de observar sus preciosos ojos.
No hay mejor consuelo para alguien que secarle las lágrimas, pensó el niño.
Lástima que cuando él lloraba nadie estaba ahí para consolarlo, simplemente se prometió no actuar de esa forma como habían actuado con él.
―Solo digo que es mejor que disfrutes, estamos muy pequeños para pensar en ello.
El castaño decide mirar a la pequeña pelinegra que tiene al frente. La niña realmente era muy pequeña. Él es más alto que ella, la cabeza de la niña llega a la altura del pecho del niño, justamente en su corazón.
Ambos no dicen nada, parecen curiosos unos del otro. Parecen estudiarse muy bien. Cada detalle mínimo siempre quieren reservarlo uno del otro.
El silencio los abraza, no están dispuestos a decir nada más. A pesar que la niña siempre hablaba muchísimo, esta vez se quedó en silencio. Disfrutando la tranquilidad y sintiendo el consuelo del niño que le secó las lágrimas.
No le afectaba que no la haya abrazado, como solían hacerlo sus padres cada que lloraba, le alegraba un poco que el niño haya hecho esa simple e inocente acción.
Los padres del castaño comienzan a llamarlo para irse a su hogar después de haber compartido una divertida tarde con la familia de la pelinegra.
―Debo irme ―le dice un poco decepcionado.
Una mueca triste se instala en el rostro de la niña.
―Adiós, Nolan.
―Adiós, Emily.
―¡Apresúrate, Emily!Mamá grita desde la planta de abajo para que me apresure en arreglarme. No pueden exigirme mucho, esto de maquillarse es como un ritual en que uno debe de tomarse su merecido tiempo. Tampoco es que quisiera que un delineado me quede más abajo y el otro más arriba.Realmente me esmero mucho en que todo quede perfecto. Hoy no es cualquier día, es tan especial para mis padres y para mí. Siento que, en estos tipos de días, uno debe de brillar más de lo usual.Después de un largo tiempo, considero en que ya me encuentro lista para la gran cena de hoy por mi cumpleaños. Tomo mis cosas, como mi teléfono y mi bolso que mi padre me obsequió esta mañana. En el camino voy revisando mi teléfono y me percato en que tengo muchos mensajes de felicitaciones y notificaciones, las dejaré para después, en estos momentos tengo una cena muy importante.Voy bajando poco a poco por las escaleras y mis padres me dan la espalda, parecen hablar de algo muy importante ya que lo hacen de una
Mis padres y los de Nolan mantienen una conversación muy íntima y familiarizada sin incluirnos a ambos. Él tampoco se ve muy entusiasmado y animado para incluirse en una conversación que se trata de ambos, tampoco es que me tome la molestia en integrarme cuando estoy concentrada en una sola cosa.O, mejor dicho, en alguien.No puedo creer lo insoportable que es tenerlo cerca. No recuerdo cómo son las cosas con él, pero parece no ser tan agradables, ni siquiera me observa, prefiere mirar cualquier cosa insignificante de la estancia, como un cuadro viejo de papá antes que dedicarme una mirada.¿Tanto te preocupa que te observe siquiera?Es un buen momento en examinarlo, no pienso desperdiciarlo. En algo se debe de matar el tiempo.No recuerdo muy bien la última vez que nos vimos y que apariencia tenía, pero si recuerdo un poco lo insoportable que era conmigo cuando éramos niños. Supongo en que, si él no era tan agraciado, la pubertad y los años sin verlo le han beneficiado demasiado.Su