―¡Apresúrate, Emily!
Mamá grita desde la planta de abajo para que me apresure en arreglarme. No pueden exigirme mucho, esto de maquillarse es como un ritual en que uno debe de tomarse su merecido tiempo. Tampoco es que quisiera que un delineado me quede más abajo y el otro más arriba.
Realmente me esmero mucho en que todo quede perfecto. Hoy no es cualquier día, es tan especial para mis padres y para mí. Siento que, en estos tipos de días, uno debe de brillar más de lo usual.
Después de un largo tiempo, considero en que ya me encuentro lista para la gran cena de hoy por mi cumpleaños. Tomo mis cosas, como mi teléfono y mi bolso que mi padre me obsequió esta mañana. En el camino voy revisando mi teléfono y me percato en que tengo muchos mensajes de felicitaciones y notificaciones, las dejaré para después, en estos momentos tengo una cena muy importante.
Voy bajando poco a poco por las escaleras y mis padres me dan la espalda, parecen hablar de algo muy importante ya que lo hacen de una forma muy confidencial, como si no quisiera que alguien los oyera.
Parece ser un gran secreto para ellos.
Al llegar hacia ellos les carraspeo la garganta para hacerme notar con mi presencia. Ellos dan un pequeño brinco del susto y me miran con mucho pánico… ¿Qué ocurre? ¿Me maquille muy sutil para la ocasión?
―¿Qué ocurre? Parece como si hubiesen visto un muerto ―les digo con el ceño totalmente fruncido.
Mis padres se ríen de mis ocurrencias. Papá se acerca a mí y me hace girar en mi eje.
―Eres la cumpleañera más hermosa que conozco ―besa mi frente con mucha calidez, muy característico de él.
―Papá, no hagas que me ponga sentimental… ―respondo con una sonrisa sincera abanicando mis ojos para contener las lágrimas.
Sí, el día de mi cumpleaños me pongo muy sentimental.
Mi madre está vez se acerca hacia mí y besa mi mejilla, ubica un mechón de cabello detrás de mí oreja conteniendo una leve respiración.
―Eres la mejor hija que pudimos pedir. Eres nuestro mayor orgullo, mi cielo ―halaga mi madre.
Sin contenerme, abrazo a ambos y ellos me aprietan con mucho cariño, como si no quisieran soltarme nunca. Algo muy común en ellos. El cariño familiar nos envuelve de una manera impresionante, estos son el tipo de momentos en que quisiera congelar siempre y apreciarlos por un tiempo largo. Después de unos largos minutos nos deshacemos el abrazo.
Mi padre suspira al observarme de arriba abajo una vez más. Me detalla con una nostalgia que nunca había visto en mis cumpleaños anteriores.
―Vamos, si no queremos perdernos nuestra reservación de la cena ―dice mi padre.
Asentimos y salimos de casa con los guardias escoltándonos. Nos subimos al auto de mi padre y lo pone en marcha dirigiéndonos hacia el restaurante. Como siempre, somos escoltados con una camioneta adelante y otra por detrás.
El ambiente en el auto se siente muy extraño con mis padres, parecen un poco tensos, como si algo les preocupara. No quiero pensar en que algo malo sucedió ni me tomo la molestia de querer indagar al respecto, probablemente solo son ideas mías. No ocurre nada.
Nada puede arruinar este magnífico día.
En unos minutos llegamos al restaurante lujoso en donde mis padres y yo cenaríamos. Solo hoy sería una cena tranquila con ellos, luego lo celebraría con mis amigos y novio. Realmente se me hace un poco triste que no puedan asistir Susan y Brett, extrañamente mi padre se negó a que ellos asistieran, no insistí al invitarlos, fue muy tajante con su petición.
Mi padre pide la reservación y el mesero nos indica nuestro lugar, la cual es una mesa para seis personas, ¿invitaron a alguien más? ¿Hay sorpresas? No le doy tantas vueltas al asunto, no les arruinaré su sorpresa para mí. Mis padres comienzan a pedir nuestra cena, y bebidas para celebrar este hermoso día.
La cena avanza tranquila, como de costumbre, sin embargo, esa pequeña espina de que algo sucede no deja de hacerme ruido, comienza a inquietarme un poco.
Es una extraña sensación que rara vez suele ser ciertas cuando sucede algo. Mis padres no dejan de versen tensos, quiero suponer que es algo del trabajo que los tiene así. Sé todo el esfuerzo que han hecho para que empresa sea una de las más prestigiadas de la ciudad.
Unos minutos pasan y llega la hora de pedir el deseo con el pastel que ha pedido mi padre para mí. No dejo de estar feliz con todo lo que han hecho para mí. Me siento tan feliz de tenerlos.
Solo deseo que siempre estén para mí.
Me inclino para pedir mi deseo y soplo la vela. Mis padres aplauden y la pequeña sensación vuelve a mí con una punzada. Algo realmente no va bien. Quisiera preguntarles qué sucede, que…
Mis pensamientos se ven interrumpidos al mirarlos.
Mi madre ve a mi padre, y él asiente como dándole autorización. Yo no comprendo nada.
―Tenemos que decirte algo, cielo ―comienza diciendo mi madre. Ubica su mano encima de la mía.
Mi ceño se frunce un poco al escuchar su tono de voz, está un poco distorsionado. Observo a mi padre en busca de respuestas a lo que quiere decir mi madre. No encuentro nada, hace muy bien ocultándolo.
Él toma una postura firme y toma mi otra mano. Ahora, mis manos quedan agarradas con las de mis padres encima de la mesa.
―Lo que te diremos sé que no te lo tomarás bien, pero no tenemos opción ―comenta mi padre, decepcionado. Se encuentra más derrotado, la verdad―. Te amamos, Emily.
―Me están preocupando… ¿Qué sucede? ―les pregunto y observo simultáneamente a cada uno.
El pastel enfrente de mí ya no parece tan apetitoso. Mis padres con lo que sea que tengan que decirme han cerrado mi apetito.
Mi madre suspira y aprieta levemente mi mano. Su rostro pasa ser lo más serio posible.
―Te vas a casar.
Lo proceso un momento. Y me causa mucha risa. Una risa brota de mis labios. Sé que a mis padres les gusta decirme muchos chistes para hacerme reír en cualquier momento, es algo que aprecio demasiado de ellos.
Me sigo riendo por unos minutos y caigo en cuenta que ellos no se ríen conmigo. Ellos han hablado en serio. Muy en serio.
Tomo una postura firme al darme cuenta de las cosas.
―¿Qué?
―Lo que oíste, Emily ―reitera mi padre―. Te vas a casar muy pronto.
Una sensación desagradable se instala dentro de mí, haciendo que tome una postura firme. El tiempo a mi alrededor parece ralentizarse.
―Pero… ¿Cómo? ¿Por qué? ―muchas preguntas comienzan a formularse en mi cabeza sin saber con cuál comenzar primero.
―Nuestra empresa se está viendo muy fracturada con la dura competencia de otra ―inicia mi padre―. Hice todo lo posible, lo que estuviera a mi alcance, pero no está funcionando, la empresa en cualquier momento puede caer.
Me niego a creerlo.
―Debe de existir otro método, papá… no puedes obligarme a casarme con alguien que no conozco en lo absoluto ―digo negada a la idea de mi padre.
―Lo intenté, cielo, la empresa está decayendo con la gran competencia que nos está dando la otra empresa. La única opción que me ofrecieron fue unir lazos con ellos de esa forma. Y, claramente estás obligada, ya firmé un contrato.
―¡No me lo puedo creer!
―Cielo, realmente no pudimos hacer más, se hizo lo que se pudo. No tuvimos más opción que aceptarlo ―agrega mi madre para apaciguar el ambiente tenso que se ha formado en la mesa.
―Pudieron consultarme primero, ¿no lo creen? ―les inquiero―. No puedo creer que hayan esperado mucho tiempo para decirme, justamente en este momento tan especial para mí.
―Lo sentimos, Emily ―se disculpa mi madre, trata de tomar mi mano de nuevo y yo la retraigo para que no lo haga.
Su mano queda suspendida en el aire, se siente tan culpable por todo lo que está pasando. Es que yo realmente sigo sin creérmelo. ¿Cómo pueden mis padres usarme de esa forma? Y, ¿qué tan retorcida tiene la mente la otra persona de proponer eso? Necesito más respuestas.
―¿Cómo pudieron usarme de esa forma solo por salvar a su empresa? ¡Soy su hija, no un objeto que usen a su beneficio! ―les exclamo muy dolida en que lo hayan hecho.
Los rostros de mis padres reflejan una culpa sincera, una que realmente nunca había visto en ellos. Es la primera que los presencio de esta manera. Quisiera decir que me duele verlos así, porque sé que todo lo que han hecho es para salvar a la empresa familiar, pero… ¿usar a su hija para ello? No puedo siquiera pensarlo, me hierve la sangre.
―El chico, con el que estoy compro-metida ―hasta se me dificulta pronunciarlo. Me sigue tomando por sorpresa―. ¿Lo conozco siquiera?
Un atisbo de emoción se muestra en el rostro de mis padres, uno muy ligero que me desconcierta un poco.
―Lo conoces, se podría decir que eran un poco unidos, pero el ritmo que han llevado sus vidas durante estos años se vieron separados ―comenta mi padre.
Bueno, por lo menos mis padres lo conocen y según ellos, yo también lo conozco. Creo que ellos jamás me lanzarían a cualquier tipo que les dé un contrato de matrimonio para su hija solo por salvar la empresa.
Claramente no estoy de acuerdo con lo que hicieron a mis espaldas, solo me siento aliviada en que conozcan al chico.
O eso es lo que quiero pensar para no perder la cabeza.
Quisiera decir que estoy pensando con la cabeza fría, pero no es así, mi mente está muy nublada con muchos pensamientos.
Un pensamiento me golpe abruptamente trayendo a la realidad.
―Esperen… ¿Qué pasara con Brett? ―pregunto, preocupada, temiendo lo peor―. ¿Se les olvidó que llevo una relación de años?
―Sobre eso… ―comienza mi madre.
Oh, no…
No, no, no, no.
―Tendrás que terminar esa relación ―concluye mi padre.
¡No!
Me niego hacer eso.
―¡No! ¿Cómo pueden pedirme eso? ―los observo como si estuvieran totalmente locos―. ¡Ustedes saben que yo amo a Brett! ¡No pueden obligarme hacer eso!
―Emily, tienes que quedarte todavía no termina la…
―¡No, mamá!
―Son cosas que tienes que asimilar poco a poco, hija. Te daremos el tiempo suficiente para que lo hagas, solo queremos que te vayas familiarizando con todo ―mi padre agrega tan apacible.
¿Cómo se puede tomar las cosas de esa forma? ¿Solo intenta mantener la calma? ¿Solo intenta hacer lo que siempre hace?
―¡No quiero hacerlo! ―mascullo―. Creí que nada podía arruinar esta cena, pero me equivoqué.
Me siento tan alterada en estos momentos. Mis padres de verdad están siendo muy insensatos e injustos con lo que yo realmente quiero. No puedo pensar con claridad en estos momentos. Solo quiero llorar e irme de aquí antes que diga cosas que realmente no siento.
―Emi… ―mamá intenta calmarme.
―Me voy, no puedo con todo esto. No creo ser capaz de soportar estar un minuto aquí más con ustedes ―les indico―. Y será mejor que ninguno de tus hombres me siga, papá.
Señalo a cada uno detrás de nosotros. Papá le hace una seña en que no deben de seguirme y le agradezco con la mirada. Por esa parte sí decide respetar mi decisión. Me levanto rápidamente de la silla y los dejo ahí sin decir algo más.
Es que no sé qué decir, todo es tan irreal para mí. No tengo palabras.
Mis ojos comienzan a escocer, se avecinan muchas lágrimas que no tomaré el esfuerzo de retenerlas, puede que arruine mi maquillaje, pero no me quejo. Todo está más que arruinado en estos momentos.
Ya afuera del restaurante, sola y llorando me las ingenio para sacar mi móvil y llamar a la única persona que sé que vendría por mí sin importarle que hora sea.
Hasta el pulso me tiembla. Es increíble. No sé cómo me las ingenio para teclear su nombre.
Varios repiqueos suenan, levemente me veo resignada en que no contestará hasta que suena el sexto y atiende, aliviándome hasta el alma.
―Me siento honrado que una hermosa cumpleañera me esté llamando, ¿qué se le ofre…?
―¿Pue-des venir por mí? ―tartamudeo un poco por las lágrimas que van descendiendo por mis mejillas.
―¿Emi? ¿Qué sucede? ―pregunta preocupado esta vez.
―Solo ven por mí ―me las arreglo para decirle.
Un silencio por unos segundos se escucha a través de la otra línea. Comienzo a ponerme impaciente por no recibir respuesta de su parte. Si no me da respuesta, me veré obligada a entrar y lidiar con mis padres, y es lo que menos quiero hacer en este preciso momento.
―Iré en diez minutos.
Dicho eso, cuelga la llamada.
Miro una vez más, el cual fue mi restaurante favorito, y siento muchas emociones acumuladas, las lágrimas no dejan de descender por mis mejillas, una tras otra.
Me siento tan devastada en estos momentos.
Me abrazo a mí misma mientras lloro en plena noche tan fría y triste.
(…)
Una mano se ubica en mi cintura para atraerme al dueño del pequeño gesto que lo hace. El calor que desprende su cuerpo me hace sentir tan cómoda y olvidar todo lo que sucedió anoche, quisiera quedarme siempre así con él.
Me volteo y lo primero que me recibe es una de sus sonrisas tiernas, de esas que a él solo le gusta darme para tranquilizarme. Sus ojos se ven pequeños por la sonrisa que me otorga, pero es predecible el azul oscuro que hay en ellos.
―Buenos días, bella durmiente ―dice Brett acariciando mi rostro.
Le sonrío de vuelta y me acurro más hacia él queriendo detener el tiempo por un momento, solo para disfrutar más de las sensaciones que me provoca al estar juntos.
―¿Por qué no me despertaste? ―inquiero, frunciendo un poco el ceño.
―Quería que descansaras, es algo que necesitabas por la noche agitada que tuviste ―no pierde su tono de voz dulce―. ¿Cómo te sientes?
Brett no deja de observarme en ningún momento, procurando en no querer perder nada de lo que tenga que decirle.
Anoche fue muy atento y considerado. Él realmente escuchó todo lo que habían hecho mis padres a mis espaldas, quedó muy conmocionado por todo. Yo solo no dejé de llorar, su consuelo fue ayudarme en mantener todas mis piezas en un solo lugar, me sostuvo en todo momento sin tener la intención de querer soltarme.
Supo tranquilizarme y es algo que siempre admiro de él.
Ese contacto entre ambos se sintió muy íntimo, sin que fuera algo sexual. Entre nosotros se siente ese gran cariño que siempre nos envuelve cuando estamos juntos. No había intenciones en que sucediera algo, más cuando mi estado era fatal.
Su objetivo principal era calmarme, no querer tener sexo.
Él solo me ayudó a desvestirme, me colocó una de sus camisas que me quedó como si fuera un vestido, quitó mis tacones y desmaquilló hasta que no quedará ningún rastro alguno de la horrible noche.
Sabe lo que hace. Me sentí aliviada de tenerlo a mi lado.
―No sé cómo sentirme, digo, lo de anoche no sé cómo asimilarlo todavía. Tampoco es que mis padres me hayan dado muchas opciones, todo pende de un hilo ―siento como las lágrimas inundan mis ojos una vez más―. Y ese hilo soy yo. Ellos dejaron que todo recayera en mí.
Acaricia esta vez mi hombro en forma de apoyo.
―Sabes que no pienso dejarte, pase lo que pase.
―Brett, no quisiera mantenerte en un secreto, tú no te mereces eso. No mereces ser el secreto de nadie.
Se incorpora en la cama rápidamente y se cruza de brazos. Yo me incorporo también para que ambos quedemos al mismo nivel.
―Emily, yo te amo ―dice, honesto, sin mirarme―. Sé que tú también lo haces y ese matrimonio de m****a que te están obligando tus padres a aceptar por su empresa familiar solo es eso, un matrimonio por convenio, no es algo al que debas de actuar como si estuvieras en uno realmente.
―Pero yo no quiero ocultar lo que tenemos ―replico―. Llevamos cinco años juntos, no son en vano para mí. Es mejor que…
―No, Emily, ni lo digas ―esta vez si decide mirarme―. No hagamos eso todavía, buscaremos una solución juntos, ¿me oyes?
Yo asiento sin estar muy convencida al respecto. Se acerca hacia mí y toma mi rostro entre sus manos. Observa mis ojos para asegurarme lo que tenga que decirme.
―No pienso dejarte, no pienso dejarme intimidar por un imbécil riquillo que estará con mi chica ―me enternezco un poco por sus palabras―. El día que el imbécil de tu esposo se llegue a sobrepasar contigo, no dudes en decirme, yo me encargaré de romperle la cara.
»Si tenemos que vernos a escondidas, lo haré. Si tengo que soportar ver como ese idiota te besa, lo haré. Todo lo que tenga que ver contigo, lo haré. Solo no me digas en que debemos de terminar la relación porque no lo aceptaré, ambos sabemos que nuestra relación tiene un futuro más prometedor de lo que los demás lo creen. Más que ese matrimonio arreglado que te están obligando tus padres.
Sin poder contenerme más, las lágrimas que contenía al principio comienzan a descender por mis mejillas. Me abalanzo hacia Brett y lo abrazo muy fuerte. Él no se tarda mucho en envolverme en sus brazos.
Nos quedamos un momento así, hasta que decido en que debo de regresar a casa.
―Quisiera que ambos tuviéramos más tiempo, pero debo de regresar a casa antes de que papá vuelva hacer lo de la otra vez…
Ambos reímos al recordar eso. Limpia mis lágrimas y no dejamos de sonreír.
―Está bien. Te llevaré ―dice y le da un pequeño beso a mi nariz―. Te amo, Emily.
―Yo más, Brett.
(…)
Al llegar a casa con el humor más repuesto, decido en ir en busca de mis padres. Supongo que deben de estar en la oficina de mi padre. No puedo quedarme con las dudas, es mejor que enfrente todo.
Abrazando mis pertenencias, me aproximo hacia la oficina. Realmente no quise cambiarme, me siento muy cómoda de esta forma y colocarme de nuevo el vestido hubiese significado rememorar la horrible noche, fue algo que decidí descartar de inmediato.
Mis pasos son lentos, estoy extendiendo más la situación, cuando debería de zanjarla de una vez por todas. Al llegar, me detengo en la puerta, solo para ser consciente de que se escuchan voces, unas que realmente no suenan como las de mis padres.
Toco la puerta y el silencio en la estancia se hace presente de inmediato. Oigo pasos dentro de ella y por fin se abre la puerta revelando a mi madre muy angustiada y aliviada al mismo tiempo.
Sin decir algo, se aproxima a abrazarme, sin pensarlo dos veces le correspondo el abrazo. Estuvimos así por unos segundos, ella deshace el abrazo y toma mi rostro entre sus manos para darme un beso en la frente, después me escanea y su ceño se frunce.
―¿Dónde estabas? Estábamos muy preocupados por ti ―dice mi madre de inmediato.
―Estuve con Brett…
―Cielo, sabes que ya no puedes seguir viéndolo ―me recuerda mi madre.
―Mamá, pero…
―¿Emily? ―me interrumpe mi padre con su llamado―. Pasa, por favor.
Mi madre se hace a un lado y me deja pasar. Cierra la puerta detrás de nosotras, yo solo avanzo un poco para fijarme que hay dos personas sentadas en los sofás que hay en la oficina y la otra persona está mirando por la ventana dándome la espalda, sin inmutarse para nada de mi presencia.
Qué extraño…
Papá sonríe aliviado de verme, pero su sonrisa dura poco al darse cuenta de mi vestimenta, me dedica una de sus miradas en que estoy metida en problemas.
―Ahí está mi dulce niña ―habla mi padre señalándome. Cambia radicalmente su humor para dar una buena impresión, pero sé que solo lo oculta muy bien―. Acércate, cariño.
Hago lo que me dice y me acerco hacia él. Papá me da un beso en la cabeza y me voltea para mirar a una pajera de señores mayores muy elegantes enfrente de mí, puedo calcularles a ambos la edad de mis padres, o un poco más.
Yo me siento muy confundida, siempre he frecuentado las amistades de mis padres, pero ellos… nunca los había visto en mi vida. O simplemente no los recuerdo. Todo es muy extraño para mí.
Si sabía que estás personas vendrían, me hubiese venido vestida para la ocasión. Ahora siento mucha vergüenza en estos momentos.
―Te presento a Lauren y Evandro Russel ―mis padres nos presenta.
Ambos se levantan del sofá para dar una mejor presentación. Extiendo mi mano primero hacia la mujer, quien me sonríe de manera cálida, y después hacia el hombre que parece no querer mostrar alguna expresión.
Escalofriante.
―Sigues siendo tan hermosa como te recuerdo, Emily ―dice Lauren con su sonrisa.
Mi ceño se frunce más, yo solo me limito a sonreírle.
―Gracias… ―agradezco con honestidad―. No quiero ser mala educada… pero, ¿los conozco?
Todos se ríen, exceptuando al hombre que no deja de examinarme, y mi madre se adelanta para hablar.
―Los conoces, Emi. Solo que los vistes por última vez cuando tenías seis años ―aclara mi madre.
Yo asiento, comprendiendo un poco más. Ahora mi vista se enfoca en el chico que no se ha movido siquiera de su lugar. Solo me dedico a observarlo de reojo. Todos parecen darse cuenta y siguen mi vista. El que parece ser el padre del chico lo llama.
―Ven aquí ―hasta su voz suena fría y muy calculadora.
El chico le hace caso a su padre y se aproxima hacia nosotros. Yo tomo una postura firme en mi lugar para no dejarme amedrentar hacia nadie. Al llegar, se pone al lado de su padre, y luego éste lo ubica en el medio como yo estoy con los míos.
El tiempo parece detenerse al mi alrededor. El aire parece faltar a mis pulmones. El oxígeno no parece ni existir para mí. Quiero que alguien me saque de este trance que estoy teniendo.
―Él es mi hijo ―dice Evandro.
Yo, automáticamente, extiendo mi mano hacia él. El chico la observa por unos segundos, para después estrecharla con la mía. Una pequeña, pero sutil sonrisa socarrona se instala en sus labios.
Parece leer mis pensamientos.
―Nolan.
Él, no… no puede ser posible.
―Emily.
No sé cómo reaccionar… ¿Cómo puede ser él? ¿Qué hace aquí?
No suelta mi mano en ningún momento, la sigue sosteniendo, mantiene su típica sonrisa socarrona y pronuncia para molestarme más de lo que ya lo ha hecho.
―Un placer verte de nuevo, Emily.
Mis padres y los de Nolan mantienen una conversación muy íntima y familiarizada sin incluirnos a ambos. Él tampoco se ve muy entusiasmado y animado para incluirse en una conversación que se trata de ambos, tampoco es que me tome la molestia en integrarme cuando estoy concentrada en una sola cosa.O, mejor dicho, en alguien.No puedo creer lo insoportable que es tenerlo cerca. No recuerdo cómo son las cosas con él, pero parece no ser tan agradables, ni siquiera me observa, prefiere mirar cualquier cosa insignificante de la estancia, como un cuadro viejo de papá antes que dedicarme una mirada.¿Tanto te preocupa que te observe siquiera?Es un buen momento en examinarlo, no pienso desperdiciarlo. En algo se debe de matar el tiempo.No recuerdo muy bien la última vez que nos vimos y que apariencia tenía, pero si recuerdo un poco lo insoportable que era conmigo cuando éramos niños. Supongo en que, si él no era tan agraciado, la pubertad y los años sin verlo le han beneficiado demasiado.Su
―Jamás pienso casarme ―dijo la niña pelinegra observando una escena muy cariñosa de sus padres.―¿Por qué? ―le pregunta el niño castaño a su lado.―Si me caso que sea porque estoy segura de hacerlo y que el chico esté enamorado de mí como mis padres lo están uno del otro, no quiero hacerlo porque me veo en la obligación. Actualmente nadie quiere contraer matrimonio, es un poco deprimente ―señala la pequeña con su dedo índice.El niño se ríe a su lado y ella lo observa con el ceño fruncido.―¿Eres creyente del amor? ¿Qué edad tienes? ―su pregunta está cargada de mucha mofa.La niña muy inocente y con las mejillas sonrojadas observa su perfil, detallándolo.―Tengo seis ―le responde primero la última pregunta―. Lo soy porque mis padres lo han demostrado mucho.―No te preocupes, alguien te amará lo suficiente.Ella le asiente sonriente, comprendiendo todo. Solo que, a pesar que sus palabras sean sinceras, están cargadas de mucha mofa, la realidad le da una abofeteada, una que ella ya está