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Su pelo llevaba un brillo dorado bajo el sol, parecía gentil, pero su aura era poderosa. Las mangas de sus brazos estaban remangadas, revelando partes con venas tensas y el hombre que había estado gritando hacía un momento se marchitó de repente como un pollo enfermo.

—Señor Vicente, ¿cómo has venido a un suburbio tan remoto? ¿Quieres jugar un partido? —el hombre quiso conocerle, pero no le hizo caso y se puso delante de mí.

Me miraba a mí y a Javier y me preguntó Javier:

—Teresa, ¿quién es?

—No lo conozco —hablé ante la mirada furiosa de Vicente.

Javier vio que la otra parte había calmado su ira, tiró de mí y quería marcharse:

—Tienes mucho valor. A ver si te atreves a venir a este sitio la próxima vez.

Luego, mi mano fue tomada por Vicente, —Teresa, ¿me estás evitando a propósito?

Javier entendió que definitivamente lo conocía yo. Una vez más, bloqueándome y clavando los ojos en Vicente.

—¿Conoces a Teresa?

—Es mi prometida —Vicente me miró de reojo, que estaba escondida detrás de Ja
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