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No le hice caso, empezó a dejar caer mis cosas. Gritó después de que un jarrón antiguo cayera al suelo, diciendo que no la lastimara yo. Sus gritos atrajeron a todos los criados y a los padres. Todo el mundo no sabía cómo reaccionar ante esta situación.

Mi madre miró hacia Beatriz y luego hacia mí con vacilación, pero dio un paso hacia mí.

—Teresa, ¿estás bien? —luego volvió a Beatriz para ver si estaba herida.

Beatriz entendió que su truco no había funcionado, y le tendió el brazo con una marca hinchada, que la hizo ella.

—Teresa, no me duele. Estoy bien.

Puse los ojos en blanco, llevaba en la familia Hidalgo al menos veinte años, y todos me conocían, que no era una persona que causaba problemas. Generalmente, aparte de -intimidar- a Vicente, ni siquiera me molestaba en hacer un guiño a nadie. Obviamente, mi madre no quería hacer demasiadas preguntas sobre esta farsa, así que solo tenía que calmarla un poco.

Hizo tal farsa durante una semana, por fin Beatriz se dio cuenta de mi posición inexpugnable en la familia. Seguía causando problemas ella:

La ingresaron en urgencias a medianoche Y mi madre estaba tan asustada que ni siquiera llevaba zapatos y se sentó en un banco del hospital jadeando, al fin y al cabo, era su propia hija.

—Teresa, ¿qué pasó aquí? No hemos tenido un momento de paz desde que volvió Beatriz.

Cuando salió el médico, mi madre se apresuró a hacerle preguntas y le insinuó a mi madre que con unos somníferos estaría bien pero que sería mejor vigilarla. Sonrió torpemente ella, sabiendo en el fondo que era la forma que tenía Beatriz de protestar contra ella.

Mi madre, como una dama noble, solía prestar atención a la moda y la belleza, tampoco se preocupaba demasiado por mí, y de niña me cuidaba una niñera. Así que aunque Beatriz volvía a la familia, tener una hija o dos hijas, no era diferente para ella y no sabía que sus dos hijas llevaran mucho tiempo enemistadas, y su propia hija, Beatriz, se resistía tanto. Ahora estaba entre dos aguas: no quería deshacerse de ninguna, y estaba atrapada esperando que Beatriz lo resolviera por sí misma algún día.

La familia Hidalgo organizó una fiesta de bienvenida para Beatriz con el fin de confirmar su estatus e iba a anunciar que Beatriz había regresado, cambiando su apellido, ahora se llamó Beatriz Hidalgo, por lo que se tranquilizó un momento y empezó a invitar a la gente a su fiesta.

El día de la cena me refugié y elegí sentarme en una esquina, mientras, Beatriz, con su copa de vino en la mano y su porte elegante, acompañó a mi madre en hacer los brindis, y los invitados se deshicieron en cumplidos sobre ella. Era bastante armonioso excepto por el hecho de que ella llevaba un vestido de falda de capas.

Muchos de sus antiguos amigos y colegas habían venido a ver su salto de camarera a chica rica, y no pudieron evitar hacerle cumplidos, entonces ella se divirtió cada vez más con los cumplidos, y condujo a aquella gente ruidosa a recorrer diversos lugares.

Vicente llegó tarde, sentado directamente a mi lado bajo la mirada de todo el mundo. Como heredero de la familia Castillo, se sentó en la esquina conmigo desde el momento en que entró y representó la actitud de su familia.

Los jóvenes de las familias ricas vieron lo que hizo él y se desplazaron en dirección a nosotros dos, porque La familia Castillo era misteriosa, no tenían demasiada oportunidad para conocerla, ahora su heredero apareció, debería dejarle una impresión. Pero Vicente ignoró a todos los que venían a brindar, y en ese momento estaba mirándome.

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