—Ese es precisamente el problema, Hiroshi, no tenemos futuro —le dijo ella entonces al ver que él vmovía de nuevo la mano hacia la pantalla.Consiguió una vez más que se detuviera antes de cortar la llamada.Pero no dijo nada, se limitó a fulminarla con su mirada cortante.Ella respondió con la misma sonrisa fría de antes, como si esa conversación fuera fácil o incluso divertida para ella, como si nada de eso le afectara, como si de verdad fuera la mujer que había fingido ser durante esos últimos años. La mujer que él creía que era, de eso estaba segura.—Sé que lo de estos últimos años han sido divertidos…—¿Divertidos? ¿Así llaman en Estados Unidos a lo que ha pasado desde que te largaste? —la interrumpió Hiro con un tono de voz engañosamente suave y tranquila—. Yo no utilizaría esa palabra para referirme a nada de esto, la verdad.—Sí, ha sido divertido este juego que nos traemos entre manos, tratando constantemente de ganarle puntos uno al otro. Reconozco que este tira y afloja con
— Veo que sigues sin entenderme —agregó ella con firmeza.—No, supongo que no te he entendido nunca —repuso él vcon un gruñido de impaciencia—.¿Por qué iba a cambiar eso de repente durante el transcurso de una videoconferencia que lamento haber atendido? Debería haberle dicho a mi empleada que colgara.—Voy a pedir formalmente el divorcio, Hiro —le dijo con calma—, y alegaré como razón principal que llevamos cinco años separados. También pienso reclamar mis derechos sobre nuestro hijo.Oyó que él maldecía entre dientes y compromió los labios para no sonreír. Se encogió de hombros al oírlo, no iba a dejar que eso le afectara.—Sé que me las veré negras en la corte, pero tengo esperanzas de derrotarte. Tú eres un líder mafioso terriblemente temido en nuestro país, yo, en cambio, soy una científica respetada y premiada por mis contribuciones en el campo de la bioquímica, era una joven inexperta a la que que engatusaaste y usaste para tener un hijo...— sacó un pañuelo y se secó una lágrima
Era peor que retroceder en el tiempo, porque aquello solo le restregaba su estupidez en la cara y no habría podido definir lo que sintió en ese instante, pero algo se revolvió dentro de él con fuerza, algo que estuvo a punto de hacerle perder el control. Le parecía imperdonable. Todo lo que ella le había hecho sufrir, le parecía imperdonable. Y en momentos como ese se daba cuenta de cuan débil había sido con ella en realidad. Una pequeña voz dentro de sí le recordó que Aiko era un problema con el que debía lidiar. Los años la habían endurecido bastante. A ella no parecía importarle el daño que su regreso pudiera causar en la organización, ni el que le pudiera hacer a su propio hijo. A esa mujer no parecía importarle nada. —¿Esta todo listo? —le preguntó al botones con tanta brusquedad que el pobre hombre se sobresaltó como si acabara de darle una bofetada. —Sí, señor —repuso el empleado, quien entonces a explicarle todas las comodidades con las que contaba la habitación y tod
Y fue entonces cuando se le ocurrió que debía detenerse. Quería pararse a pensar. Sabía que tenía que usar la cabeza y no otra parte de su anatomía que amenazaba con tomar las riendas si él se lo permitía. No podía dejarse llevar por la atracción que sentía hacía ella. Durante años no tiempo, le había sido imposible no quedarse embelesado mirándola. Esta vez no iba a dejar que lo engatusara de la misma manera, pero seguía siendo tan jodidamente hermosa… Eso no podía negarlo. Tampoco sabía por qué su belleza conseguía enfadarlo, pero eso fue lo que sintió en esos momentos. Tenía un aspecto muy elegante y absolutamente delicioso. Llevaba un vestido perfecto que conseguía resaltar su figura sin ser provocativo. De hecho, proyectaba una imagen casi demasiado seria. Incluso sus gestos y su pose tenían un aire delicado. Tenía la barbilla apoyada en la mano mientras contemplaba entretenida la playa donde estaba el hotel y a la gente que pasaba. Con la otra mano sujetaba una tasa de té.
Aiko bajó la vista y vio que él estaba acariciando la copa de vino que le habían traído, como solía acariciar su cuerpo y supo en ese instante que él lo estaba haciendo a propósito, que sabía exactamente lo que estaba consiguiendo al pasar lentamente sus dedos por el delicado cristal. No pudo evitar estremecerse y sintió una oleada de calor recorriendo como una lengua de fuego todo su cuerpo. —La suite nupcial, los pétalos de rosa, el champán… Supongo que querías forzarme a recordar el pasado. No deja de sorprenderme cuánto pareces disfrutar haciendo daño a los demás. Esa suite es un auténtico infierno, Hiroshi—le dijo a él con dureza—. Pero me imagino que en el infierno te sientes como en casa, ¿no? —¿Qué es lo que quieres de mí, Aiko? —Ya te dije lo que quería. Era muy difícil controlar su voz estando frente a él y con solo una pequeña mesa separándolos. Apenas podía controlar sus nervios ante su intensa y masculina presencia. Se sentía atraída hacia él con la fuerza de un imán
Hiroshi podía notar que había entre ellos las mismas llamas, la misma fuerza violenta y amenazadora que los había dominado entonces. Era casi como si aquello volviera a suceder.Como si pudiera oír de nuevo cómo se rasgaba la tela de su camisa cuando ella se la arrancó de golpe, como si las palmas de sus manos recordaran con demasiado detalle cómo había sido agarrarse de ella mientras se mordían la piel.Podía recordar, sin apenas esfuerzo, la rabia y la locura incontrolable que los habían consumido a los dos.La desesperación que él había sentido ante su la traición y la multitud de emociones contra las que había luchado, las lágrimas que había tenido que contener, la sensación de estar dentro de ella, muy dentro, aquella última vez. Había sido un momento tan desgarrador como bello, la manera más dolorosa de decirse adiós, pero la única manera posible de hacerlo.—Sí, por supuesto, hablemos de nuestro matrimonio si eso es lo que quieres —le dijo a Aiko de repente, echándose hacia d
—Estabas demasiado acostumbrada a que corriera detrás de ti, Aiko.— susurró él, mirándola a los ojos.— ya había ido a por ti una vez, no quería hacerlo de nuevo. No soy tu perro faldero, mujer. Soy el líder de una mafia. Ir a buscarte después de que me habías traicionado me habría hecho ver débil. Y tú mejor que nadie sabe que la Yakuza estaba en crisis. Ella tragó en seco, asintiendo. — Habían demasiadas familias del clan en contra de mi decisión de desterrar a Hitoshi. La mayoría de ellos exigía que lo ejecutara por traición. Había logrado posponer su sentencia con las celebraciones por el nacimiento de nuestro hijo, pero para colmo de males me dejaste y tuve que tomar una precaución precipitada. — Lo enviaste a China, Sofía me lo contó. — Así fue. Los Lee querían una nueva alianza, y como yo estaba casado les envié a mi hermano en mi lugar.— Hiroshi sonrió— ¿me creerías si te digo que él y Lee Liang son felices? Aiko elevó las cejas. — ¿En serio? — Pues sí. Aunque se quedó c
Hiroshi creía que no había ninguna razón lógica para que su garganta estuviera tan seca ni para que todo su cuerpo temblara como lo hacía. Pero no podía evitarlo, tenía miedo. Un miedo que no había sentido nunca. ¿Quién era él? No lograba comprenderlo. Solo una pasión mucho más intensa que la que él mismo le entregaba habría podido impuksarla a traicionarlo. ¿Había sido acaso el mismo hombre con el que ella había perdido su virginidad? Hiroshi se lo había preguntado miles de veces. Incluso había interrogado a Sofía al respecto, y su hermana no había tenido respuesta a su interrogante. Él, por su parte, sospechaba de Kai. El jefe de guardaespaldas de su hermana siempre había mirado con demasiada intencidad a Aiko. —¿Y si la verdad es distinta a la que crees que es? ¿ Qué sucedería entonces, Hiro? Él suspiró. —No me importa. Lo único que quiero es que digas la verdad de una vez por todas —le aseguró con impaciencia —. Eso es lo que quiero y lo que tendrás que hacer si quieres que