Mañana MARIDOS AUDACES. Gracias por leer y seguir Miénteme y Ámame. Te invito a leer Señorita Negro, por Amazon, Buscalibre y Universo Lux. Digital y Físico. ... Alessa, eres contradictoria, tienes una personalidad "ácida". El sabor ácido es mucho mejor que el amargo, pero sí te ofrecen algo dulce, sin duda lo elegirás por sobre estos dos. Eres ácida, no resultas agradable, aunque tampoco eres del todo repelente. Es cómo sí avanzaras pisando el freno y acelerador a la vez...
Justo a la medianoche, cerré los ojos con fuerza y apoyé la espalda en el frío acero del ascensor; lo sentía moverse, llevándome al último piso del hotel, el penhouse del impredecible dueño. Mi esposo. Respiré hondo. Entonces fui capaz de verlo de nuevo. Cómo si fuese el presente. “… el señor Demián me tomó bruscamente del brazo y me arrastró hasta la ducha del dormitorio. Sin soltarme, abrió las llaves del agua, y después me empujó dentro. Temblé de frio al sentir la helada agua bañarme por completo. Por inercia intenté salir. —Ni se te ocurra —me amenazó entrando también a la ducha. Pronto el agua comenzó a calentarse. Inspiré hondo, abrazándome a mí misma. —¿Q-qué hace...? No me escuchó, sino que me arrinconó contra la pared y de un tirón, me destrozó el vestido. Sus ojos, antes fríos, ahora eran vivas brasas de ira. —Mi señor... —balbuceé temerosa. —Arrodíllate —ordenó echándose un poco para atrás. Mientras yo obedecía, él se quitó la chaqueta y la camisa, las arr
—Mientras yo enloquecía de angustia y preocupación, mi mujer estaba con otro hombre. Dime, ¿te la pasaste bien burlándote de mí y siéndome infiel? Alcé los ojos despacio, y miré a Sebastián. Él me devolvió una despiadada mirada de asesino, las venas de su brazo se marcaron en su piel cuando tensó los tendones de la muñeca. Mantuvo firme el arma. —Responde, Evelyn Isfel, ¿acaso recuerdas tú relación con él? ¿Has vuelto a sentir algo por ese tipo? ¿Por qué mi actual situación era tan parecida a ese recuerdo? De nuevo había una foto comprometedora, un beso, y un hombre enloquecido de celos y rabia. Y de nuevo, yo me encontraba totalmente asustada. Pero, está vez había una diferencia: Sebastián no era “mi señor”, sino mi esposo, y yo tampoco era la misma chica asustadiza de antes. Está vez, fui capaz de responder. —La verdad es que he estado recordando muchas cosas sobre mi vida antes de encontrarme contigo —confesé inhalando hondo, intentando mirarlo a él y no a la pistola co
“... Hacerse de la suerte... O nacer siendo suertuda. Solo hay de dos. Excepto por... Crecer sin una pizca de gloria divina. Con ojos anegados de lágrimas, miré mi reflejo en el espejo del baño... Yo, con el uniforme de la escuela lleno de manchas de polvo y suciedad; aun cuando esa mañana había salido de casa luciendo impecable... Yo, con el rizado cabello color salmón hecho un desastre y repleto de hojas secas, cuando apenas me lo había teñido el día anterior; y todo porque estúpidamente pensé que mi a hermana le encantaría verme destacar por primera vez en mi vida, ver los tonos rojizos y naranjas en mi cabello... Yo, con los labios resecos y partidos, a pesar del brillo labial que había elegido para ese importante día... Yo, parada frente a un espejo roto en un sucio baño, mirando las letras escritas con lápiz labial, que decían: ¿Buscas servicios sexuales baratos? ¡He aquí a Livy, fácil y económica! ¡¡Su hermana y ella se ofertan para tríos!! Un sollozo quedo escapó
Observé durante un momento la diminuta criatura en la imagen; era borrosa, a blanco y negro pero, aun así, muy definida para mí. —Aunque esa serie de tragedias te trajeron a mi vida, lamento mucho que hayas vivido todo eso —musitó Sebastián y se giró para tomarme de la nuca y darme un beso en la frente—. Daría lo que fuera con tal de evitarte ese dolor. Suspiré y sujetando la imagen del ultrasonido con las dos manos, me mantuve sentada sobre los talones a los pies de la cama. Cuando Sebastián me soltó, volvió a darme la espalda y continuó vistiéndose. Ese día había elegido un elegante traje verde esmeralda sobre una camisa y corbata negras; se veía imponente, distinguido, e increíblemente poderoso. Era la viva imagen de un joven Ceo, atrayente y exitoso. —¿Qué dirán los medios de... todo lo ocurrido anoche con el señor Daniels? —quise saber, avergonzada y sumamente culpable. No vi su expresión, pero sí cómo su amplia espalda se tensó al instante, marcando los músculos bajo la
¿Escoger? ¿En qué, entre Sebastián y el señor Daniels? La miré fijamente, aturdida por la dureza de su mirada. —¿Recuerdas que ese día en la piscina del penhouse te dije que averiguaría tu pasado y lo haría público? Bueno, puedes regocijarte, porque no lo haré. No supe qué decir. Y aunque saberlo me quitó un gran peso de encima, aun recelaba de ella. —Pero no lo hago por ti, sino por él —añadió enseguida—. Yo no quiero que se vea involucrado en escándalos mayores, y menos gracias a su problemática esposa. A diferencia de ti, yo sé lo importante que es la imagen para un empresario, y más para un Ceo que dirige un importante conglomerado. Ella tenía toda la razón. Yo no había imaginado todos los problemas que le ocasionaría a Sebastián el asunto de mi aparición y ese beso, y para Abril, todo eso era algo que siempre tenía presente. Ella era cuidadosa, educada, hermosa y, económicamente, estaba al mismo nivel que el hombre a quién amaba. En cambio, yo... —Así que, piénsalo b
“… Muchas cosas en torno a usted me asustan, algunas veces me hacen desear salir huyendo. Sin embargo, muchas veces más he deseado que estos 6 meses se conviertan en años, y los años en una vida. Nuevamente su mirada cambió, el sufrimiento se desvaneció y los matices dorados moteados de verde, se llenaron de una extraña impresión. Nunca lo había visto tan confundido e inseguro, que no pude evitar sonreírle ampliamente. —Yo lo amo, mi señor —le confesé y de inmediato me sentí aliviada—. No puedo evitar despertar y preguntarme sí pensara en mí mientras yo pienso en usted. Y sí a usted le matara no saber de mí, cómo cuando se va y yo no sé de usted. Cuando al fin me callé, él no contestó. Permaneció frente a mí, mirándome fijamente, igual que si yo fuera una extraña criatura que nunca había visto en su vida. Los segundos se convirtieron en minutos, y el incómodo silencio se volvió una insoportable eternidad. Hasta que, finalmente, inclinó su frente y la apoyó en la mía. Ambos exha
Mientras me sentaba a almorzar sola en el comedor, volví a pensar en las palabras de Abril: “... Ahora que ya has visto que tu amado esposo no es ni la mitad de bueno de lo que pensabas, y que el señor Daniels no tiene ni la mitad de la culpa por tu desaparición, creo que podrás decidir …” Yo no estaba tan segura de eso. Porque, ahora, en lugar de respuestas, tenía más dudas acerca de ese día, acerca del señor Daniel y, sobretodo, acerca de quién era mi esposo. ¿Por qué había recatado a la mujer de un mafioso, una prostituta de burdel? No lo entendía, sí había ido allí a destruir a la mafia asociada a Odisea, ¿por qué me había salvado? —Pareces distraída. Parpadeé un par de veces antes de dirigir la mirada hacía donde venía su voz. Había estado tan sumergida en mis pensamientos que no le había oído llegar. —¿Por qué esa expresión? —preguntó acercándose. Lentamente me levanté de la mesa. —Yo... no... Guardé silencio cuando sorpresivamente me abrazó después de quitarse
¿Conocerme desde mucho antes? ¿Incluso antes del enfrentamiento entre mafias? —No... no entiendo —musité con voz temblorosa. Pero él no me dio una respuesta, solo sentí sus dedos tomar el dobladillo de mi vestido y comenzar a subirlo lentamente por mis muslos. Aun con la situación, mi cuerpo reaccionó a su tacto estremeciéndose de anticipación. —Si te pido dejar esta fastidiosa conversación para mañana, ¿estarás de acuerdo? —inquirió seductoramente, tirándome del cabello con la fuerza suficiente para hacerme ladear el cuello. Apreté los dientes al sentir su aliento rozar mi piel. —N-no. Yo no... no puedo esperar... Lo escuché gruñir, de repente juguetón. Aunque, aun noté algo de fría insensibilidad emanando de cada toque, caricia y palabra. —En ese caso, ¿podemos hablar mientras lo hacemos? —propuso cuando sus dedos me subieron el vestido hasta la cintura. Pasó un dedo frío por mi obligo, antes de bajar un poco más... Di un respingo cuando de repente tiró suavemente de