MILAMaximiliano se acerca al hombre amarrado a la silla, su rostro es una máscara de determinación y control.— ¿Quién te dio la ruta? —pregunta Maximiliano, su voz baja y firme.El hombre amarrado a la silla levanta la cabeza y mira a Maximiliano con desafío.— No te voy a decir nada —dice, su voz firme.Maximiliano sonríe, una sonrisa fría y calculada.— Grave error —dice, su voz baja y peligrosa.Maximiliano coge una herramienta de metal y se acerca al hombre amarrado. Comienza a quitarle las uñas de los dedos, una por una, con una precisión y una calma que me hace sentir un escalofrío.El hombre amarrado a la silla grita de dolor y angustia, su cuerpo se contorsiona en una agonía insoportable. La sangre comienza a manar de sus dedos, y el olor a metal y a sangre llena el aire.Maximiliano sigue quitando las uñas, sin mostrar ninguna emoción ni compasión. Su rostro es una máscara de determinación y control, y su voz es baja y firme.— ¿Quién te dio la ruta? —pregunta de nuevo, su
MILAEstoy sentada en la parte trasera de la mansión, rodeada de jardines exuberantes y un día soleado que ilumina la escena. Estoy tomando té con mi mejor amiga Alisa, y estamos charlando sobre lo que ha estado pasando en nuestras vidas.—¿Cómo está Aleksi? —pregunto, mirándola con curiosidad.Alisa sonríe, y puedo ver un brillo en sus ojos que revela su alegría y preocupación por Aleksi. Sus pupilas se iluminan, y su sonrisa se vuelve más amplia, mostrando su entusiasmo.—Está mejorando mucho —dice, su voz llena de emoción—. Ya se puede parar y caminar un poco. El doctor dice que no quedará con secuelas.Me alegra mucho escuchar eso. Me siento aliviada y feliz por Aleksi, y puedo sentir la tensión en mi cuerpo disminuyendo.—Me alegra mucho —digo, sonriendo también—. Es un alivio saber que se está recuperando bien.Alisa se ríe, y su risa es contagiosa. Me hace reír también porque tenemos buenos dias, no como antes donde todo era incertudumbre, no teniamos un momento de paz y creo q
MILA—Mila, quería decirte algo —dice—. Si en algún momento tú y Maximiliano necesitan tiempo para ustedes, no dudes en dejar a los niños conmigo.—Gracias, Natalia —digo—. Lo tendré en cuenta.Natalia asiente con la cabeza y se vuelve hacia los niños, que están jugando en el suelo.—Recuerda que ellos tienen a la nana que se queda en la mansión —dice Alisa, que está sentada a mi lado—. Así que no te preocupes por dejarlos solos.Natalia se vuelve hacia nosotros y sonríe.—No, no es eso —dice—. Es que me encantaría pasar más tiempo con mis nietos. Quiero que sepan que los amo y que estoy aquí para ellos.—Estoy segura de que ellos lo saben —digo—. Y nosotros también lo sabemos.Natalia asiente con la cabeza y se levanta para abrazar a los niños.—Gracias, Mila —dice—te señale muy mal y eres una gran chica, disculpame por eso.—No, Natalia, es un placer para mí que puedas pasar tiempo con ellos. Me encantaría que fueras una parte más grande de sus vidas.Natalia asiente con la cabeza y
Siento que la presión arterial se me baja en el momento en que vemos que dos autos nos encierran. Mi corazón late con fuerza y mi mente se llena de pensamientos de pánico.—Vamos a morir —dice Alisa, su voz llena de desesperación.Me vuelvo hacia ella y veo el miedo en sus ojos.—No digas eso —le respondo, tratando de mantener la calma—. Tenemos que tener fe.Alisa me mira con una expresión de duda y lágrimas en los ojos.—¿Cómo vas a estar tan segura? —pregunta.—Porque no podemos rendirnos —le respondo, apretando los dientes—. Vamos a luchar por nuestras vidas.En ese momento, el conductor hace una maniobra brusca, y el auto se desvía hacia un lado. Los niños gritan de miedo, y Alisa se aferra a mí con fuerza.—Agárrate —grita el conductor—. Vamos a intentar perderlos.El auto acelera, y nos lanzamos a una persecución desenfrenada por las calles de la ciudad. Mi corazón late con fuerza, y mi mente está llena de pensamientos de pánico. Pero sé que no puedo rendirme. Tengo que luchar
MILALa puerta se abre lentamente, y yo me preparo para defender a mis hijos. Mi corazón late con fuerza, y mi respiración se vuelve agitada. Estoy lista para matar a cualquiera que atraviese esa puerta y amenace la seguridad de mis hijos.Mi mirada se fija en la puerta, y yo aprieto los dientes. La tensión es palpable, y puedo sentir el miedo y la ansiedad que emanan de mis hijos. El conductor y Alisa también están tensos, listos para defenderse.La puerta se abre un poco más, y yo puedo ver una figura en el umbral. Mi corazón late con fuerza, y yo me preparo para disparar.Pero entonces, la figura se mueve hacia adelante, y yo puedo ver su rostro. Es Maximiliano. Mi corazón se detiene, y yo siento un alivio enorme.—Max —susurro, mi voz temblando de emoción.Maximiliano entra en la habitación, su mirada fija en mí y en mis hijos. Su rostro está tenso, y puedo ver la preocupación en sus ojos.—¿Están bien? —pregunta, su voz baja y urgente.Asiento, aún tratando de procesar lo que est
MILAMaximiliano entra en la habitación, su rostro serio y su tono de voz grave. Me tensa inmediatamente, sintiendo un golpe de ansiedad en mi pecho.—Tenemos que hablar —dice, su mirada fija en mí.Natalia y yo nos separamos, y ella me da un abrazo rápido antes de retroceder. Puedo sentir su mirada preocupada sobre mí, pero no dice nada.Me siento en la cama, tratando de prepararme para lo que Maximiliano tiene que decir. Su expresión es grave, y puedo sentir la tensión en el aire.—¿Qué pasa? —pregunto, tratando de mantener la calma.Maximiliano se sienta a mi lado, su mirada fija en mí. Puedo sentir su mano cerca de la mía, pero no la toma.—Es sobre lo que pasó el día de hoy—dice, su voz baja y seria—. Hay algo que debes saber. Algo que podría cambiar todo.Natalia acaba de salir de la habitación, y puedo sentir un poco de alivio después de nuestra conversación. Pero ahora, Maximiliano tiene una expresión seria en su rostro, y puedo sentir que algo está mal.—¿Qué pasa? —le pregun
MILAMe apoyo en la barandilla del balcón, mi mirada perdida en la nada. La vista desde aquí es impresionante, pero no logro disfrutarla. Mi mente está en otro lugar.Frente a mí, la casa de Maximiliano se alza imponente, rodeada de un muro alto y fuertemente custodiada. Los guardias patrullan constantemente, sus ojos vigilantes escaneando cada rincón del jardín. Las cámaras de seguridad están instaladas en cada esquina, grabando cada movimiento. Los drones zumban en el aire, su presencia constante un recordatorio de la amenaza que acecha en las sombras. Pero no es solo la seguridad lo que me preocupa. Es la sensación de estar atrapada, de no poder escapar de esta vida que me ha sido impuesta. La casa de Maximiliano es un refugio, pero también es una prisión.Mi mirada se desplaza hacia el bosque que se extiende frente a la casa. Los árboles se alzan altos y silenciosos, sus ramas susurrando en la brisa. Es un lugar hermoso, pero también es un lugar peligroso. El ataque que sufrieron
ALISA—Es completamente normal sentir eso —me dice Natalia—. El abuso y la violencia pueden dejar cicatrices profundas, no solo físicas, sino también emocionales. Pero quiero que sepas que puedes sanar. Puedes superar esto. Se inclina hacia adelante, su voz suave y reconfortante. —¿Quieres hablar sobre lo que te pasó? —me pregunta—. ¿Quieres contarme sobre tus experiencias?Trago saliva, mi mirada fija en Natalia. Luego, asiento lentamente.—Sí —digo, mi voz apenas audible—. Sí, quiero hablar sobre ello.Natalia sonríe suavemente y me toma la mano.—Estoy aquí para escucharte —me dice—. Estoy aquí para ayudarte.Tomo el café que me ofrece Mila, quiere irse, pero le digo que se quede, ella sabe todo, y no tengo que ocultarle nada.—Fue paulatino —comienzo a decir—. Él no fue agresivo al principio. Me hizo creer que todo era normal, que todo estaba bien. Pero yo sentía que algo no estaba bien. Sentía que algo no era correcto.Natalia asiente, su expresión atenta.—¿Y cómo te sentiste cu