En la habitación todo era manos, gemidos y jadeos, Milo no podía dejar de recorrer con sus manos el cuerpo de Maddie, quién estaba más que excitada, no sólo por las manos de su hombre, no, sino también por su boca y lengua, esa que se movía con maestría por su cuerpo. Milo no había quitado el sujetador, simplemente había bajado las copas y se había adueñado de esos pechos, los cuales tenían unos hermosos pezones rosa, y que para él eran exquisitos, pero mientras su boca devoraba los pechos de Maddie, los dedos de Milo se aventuraban en esa zona sur que estaba chorreando por él, estaba deseando poder sentirla, por lo que de un rápido movimiento quitó el pantalón que ella andaba, dejándola en ropa interior y le fascinó ver esa tanga de encaje también en color azul. —Divina — dijo metiendo un dedo dentro de ella, Maddie arqueo la espalda al sentirlo dentro de ella, quería liberar esa gran presión que tenía en el pecho, que le crecía más y más y necesitaba una liberación. Milo estaba em
—Oh por Dios, oh por Dios — Maddie jadeaba ruidosamente, mientras Milo la penetraba salvajemente —Milo — dijo llegando a su segundo orgasmo. Milo salió de ella y la giró poniendo a Maddie de cuatro y volvió a penetrarla con fuerza, haciendo que ambos cuerpos chocaran, ese sonido de sus cuerpos chocar y jadeos se extendían por todo la habitación. Mientras Milo la penetraba con una pasión desmedida, con sus manos frotaba el clítoris y con su boca se comía los labios de Maddie, eran solo mano y bocas, un tercer e increíble orgasmo llegó a Maddie y Milo no pudo resistir más, por lo que luego de dos embestidas más se vino dentro de ella. —Madison — dijo en un ronco jadeo mientras caía encima de ella. — Eso ha sido increíble cariño, me encantó estar dentro de ti, contigo, ha sido una experiencia única y especial. — Maddie sonrió al oír, seguía de espaldas a él, cansada, agitada, sudorosa y muy satisfecha, ese hombre realmente era más que perfecto y estaba segura que no pensaba dejarlo nu
—Milo, detente — dijo Maddie al ver que el hombre la llevaba arrastras fuera del lugar, ya era de noche, pero las calles estaban llenas de gente disfrutando de las noche de Ibiza. Milo no podía con ese sentimiento, por lo que llevó a Madison por un callejón y ahí la arrinconó para besarla violentamente, ¿cómo hacía para no estar tan malditamente celoso? En especial porque su mujer era increíblemente preciosa, y lo que más llamaba su atención eran sus ojos, tan celestes y claros que hipnotizaba a cualquiera. Madison por un momento dejó de pensar y se dejó llevar por lo que sentía cada vez que Milo la besaba y tocaba de la forma en que lo estaba haciendo, la hacía perder la cabeza él la tomó por sus nalgas y la alzó, Maddie se apoyó en la pared y sus piernas las enrollo en las caderas de él, a pesar de estar en una nube de placer y de excitación se separó un poco de él. —¿Qué pasa cariño? ¿Por qué te has puesto así? — Maddie podía ver varios sentimientos en los ojos de él. —Tengo mie
Madison estaba sorprendida al ver la sorpresa que Milo le tenía, el lugar estaba decorado con velas y pétalos de flores, en una pequeña mesa había una botella de champán y dos copas, también un pequeño cuenco con chocolate y fresas. —Pero, pero, ¿Cuándo? ¿Cómo? — preguntó sorprendida, jamás se hubiera imaginado estar ahí, ni en sus más locos sueños y menos de la forma tan hermosa como en ese momento. —Te puedo asegurar que recuerdo cada una de las cosas que hemos hablado cariño, y si puedo hacer cada uno de tus sueños realidad y mejor aún mejorados, lo voy hacer. — dijo tomándola de la cintura y mirándola con amor antes de besarla apasionadamente. —Esto es demasiado — dijo separándose un poco de él, aunque no fue mucho porque Milo no tenía intenciones de soltarla, ni menos que se separara de él, por lo que con su lengua seguía saboreando los labios de ella, Maddie gustosa aceptaba los besos y caricias de su hombre. —Nada es demasiado cariño, todo esto o lo que venga te lo mereces,
Habían pasado dos días desde que se habían integrado al trabajo, el día anterior cuando Maddie se despidió Milo frunció el ceño. —¿Te vas? ¿A tu casa? — le había preguntado casi indignado, Madison estaba sorprendida. —Sí y sí, ya he terminado mi día laboral, son las seis de la tarde cariño, creo que también deberías ir a descansar. — Milo seguía con su ceño fruncido — ¿Qué pasa? — le preguntó, porque realmente no lo entendía. —Pasa que te vas — su tono exagerado género una sonrisa en ella. —¿Y cuál es el problema con eso? Milo, si no me dices lo que pasa no podré entenderlo. ¿Necesitas que me quede por más tiempo? Porque si es así no tengo ningún problema. —No Maddie, el problema es que te vas a tu casa — Ahora fue el turno de ella de fruncir el ceño, no entendía nada de lo que él decía — Cariño, no quiero que te vayas a tu casa, te quiero en la mía, en tu casa no hay nadie, estarás sola, y en mi casa también estaré solito, sin compañía, sin el calor del hermoso cuerpo de mi muje
Madison no podía dejar de sonreír, no podía creer lo feliz que se sentía al lado de Milo, ese hombre la hacía sentir única y especial, se miraba la mano sin poder disimular su amor y felicidad. —¿A qué se debe esa hermosa sonrisa? — Maddie levantó la cabeza al oír la voz de Eddy, Ginna estaba a su lado, ambos la miraban sonrientes. Ella levantó la mano y enseñó su anillo, ambos amigos gritaron de emoción. —Es mi anillo de promesa — dijo con la felicidad burbujeando en ella. —He oído sobre esos anillos — Ginna tomó la mano de Maddie y acarició el anillo — está hermoso, Milo definitivamente está muy enamorado de ti. — Y yo de él, es un hombre increíblemente perfecto, es lo mejor que me ha pasado. — Maddie tenía una sonrisa tan hermosa que irradiaba tanta felicidad que podía iluminar el planeta entero, que no se habían dado cuenta que varios hombres habían llegado. —Preciosa y con esa sonrisa más que perfecta — Madison se tensó al escuchar esa voz, todos se giraron a los recién lleg
En cuánto salieron de la sala de juntas Milo buscó a Maddie, odiaba ese sentimiento de inseguridad, ese Miller estaba seguro que era un hombre soltero y sin compromisos, Miller sí no tendría problema de darle una estabilidad a Maddie, una que él en este momento por culpa de Sabira no podía darle, la mujer no contestaba las llamadas, y sus ex suegros le dijeron que ella no había regresado, que estaban muy preocupados. Milo sabía que ella solo estaba llamando la atención, pero no pensaba seguirle el juego, apenas diera con ella le llevaría los papeles del divorcio, quería estar libre de ella de una vez por todas. Vio a Madison detrás del escritorio concentrada en lo que hacía y una hermosa sonrisa apareció en su rostro, definitivamente era un tonto enamorado llegó hasta ella y la tomó de la cintura. —Hola hermosa, ¿Quieres ir por un helado? — Madison le devolvió la sonrisa, amaba a ese hombre, así que le dio un pequeño beso antes de responderle. —Sí, me gustaría ——Bien, iré un mome
Miller había llegado al hospital más cercano y privado que encontró e hizo que atendieran a Madison de inmediato estaba preocupado porque no había reaccionado y estaba muy asustado. —Creo que debes llamar a Bianchi, papá, él debe saber lo que le pasó a Madison. — él hombre asintió y de inmediato sacó su celular para llamarlo. La primera vez que lo llamó no tuvo éxito, en la segunda contestó algo agitado y molesto. —Ahora no puedo atenderlo señor Marquina, estoy buscando a Madison. —Justo por eso lo llamo Milo, Maddie se desmayó en cuanto usted entró a la oficina y mi hijo quiso traerla de inmediato a un hospital, ella aún no ha reaccionado. — Milo a este punto se había quedado congelado, tanto que Ginna y Eddy se acercaron a él preocupados, ya que ellos estaban ayudándole a buscar a su mujer. —¿Qué? — preguntó en un susurro. — ¿Por qué no me avisaron de inmediato? — Milo se devolvió a su oficina, tomó sus llaves y salió casi corriendo hasta su auto, sus amigos sin saber qué pasaba