Cabeza Loca

Albert Punto de Vista

Había perdido la cabeza. Acababa de sugerir que me casaba con mi asistente para cerrar un negocio. La estaba tocando de manera personal. La señora Nichols seguro que me demandaba por acoso sexual.

Pero necesitaba este trato y seguramente habría una manera de hacer feliz a Amer Len sin tener que casarme. Podía comprometerme, cerrar este trato, y como Amer Len experimentaría una gran relación comercial con Torrens Incorporated no importaría si estaba casado o no. En ese momento, la señora Nichols y yo podríamos cancelar tranquilamente la boda.

—¡Felicidades! —exclamó Amer Len—. Tengo algo más que celebrar con mi esposa esta noche. Somos unos románticos empedernidos.

Me pregunté si eso estaba en el ADN francés. Miré a la señora Nichols, que estaba a mi lado, con la esperanza de que estuviera de acuerdo. Tenía los ojos muy abiertos y estaba seguro de que iba a desenmascarar mi mentira. Dios, solo podía imaginar lo que Amer Len pensaría de mí entonces.

—No esperabas que compartiera esta noticia —le dijo Amer Len. —Ella me miró y luego a él. 

—No. No lo esperaba.

—Todavía no se lo hemos dicho a nadie. —Apreté su mano esperando que me siguiera el juego.

—¿Hay alguna razón por la que tu familia no lo aprobaría? Mi experiencia con la señora Nichols ha sido bastante buena. Es inteligente y competente. Y por lo que puedo ver de ella, es bastante encantadora. ¿Qué más podría querer un hombre?

Dios, justo lo que necesitaba, estar exaltando los rasgos físicos de mi asistente. Realmente iba a conseguir que la empresa fuera demandada.

—Ella es todo eso y más —dije. No estaba mintiendo; era competente en su trabajo, a menudo capaz de anticiparse a mis necesidades. Y era guapa, suponía, aunque intentaba no mirarla así. Sus largos mechones castaños siempre estaban recogidos. Llevaba un atuendo de negocios que era profesional pero que no ocultaba su feminidad. Joder, no podía pensar en ella en esos términos.

—Entonces, ¿cuánto tiempo lleva sucediendo esto? preguntó Amer Len.

—Desde hace algún tiempo, pero lo hemos mantenido en secreto. No queríamos que nos acusaran de mezclar negocios y placer. Al fin y al cabo, soy su jefe. —Se me revolvió el estómago al preguntarme por cuánto dinero sería su demanda contra mí. Me pregunté si podría convencerla de que solo me demandase a mí y no a toda la empresa.

—Ah, sí, ustedes los americanos están tan preocupados por mezclar negocios y placer. —Sacudió la cabeza—. Es una pena. Los negocios son mucho mejores cuando hay placer de por medio. Entonces, ¿cuándo serán las nupcias?

Oh. La miré, esperando que me delatara en cualquier momento. No decía nada, lo cual era bueno, excepto que una novia ruborizada no estaría contenta. Parecía más aturdida que otra cosa.

Volví a centrar mi atención en Amer Len. 

—En realidad, no habíamos fijado una fecha todavía. Los dos estamos bastante ocupados con el trabajo.

—He planteado fugarme —dijo ella, sorprendiéndome, además de darme una sensación de alivio.

—Las Vegas no está tan lejos —añadí—. Desde luego, vale la pena considerarlo.

—¿Sabes?, creo que haré este trato contigo, pero con una condición —dijo Amer Len.

No podía decidir si me alegraba que hiciéramos el trato o me aterraba la condición. 

—¿Cuál es?

—Debes permitirme ser el anfitrión de tu boda. Mi esposa sabe cómo llevar a cabo estas cosas maravillosamente. Y a ella le encanta. Tengo una casa en la Toscana que es el lugar perfecto para la ceremonia.

Ah, pues, no. 

—No podría permitirte hacer eso...

—Tonterías. Ambos deben aprender la importancia de celebrar la vida. ¿De qué sirve todo ese dinero cuando, simplemente, te escondes en tu oficina? El amor debe ser celebrado, no fusionado en una ceremonia improvisada por un imitador de Elvis. No hay mejor lugar para unir dos vidas que Italia... No tienes que hacer nada. Mi esposa y yo nos encargaremos de todos los detalles. No te decepcionará. Seguro que quieres darle a tu prometida una boda de cuento de hadas.

Sonreí, pero me preocupó que pareciera una mueca. No pensaba casarme de verdad. Solo podía pensar en lo que estaría pasando por la cabeza de la señora Nichols. Al mismo tiempo, ¿cómo podía decir que no? No solo porque necesitaba este trato, sino porque estaba siendo extremadamente generoso.

—No sé qué decir. —Fue todo lo que pude decir.

—Di que sí. Mi mujer estará muy emocionada. Trae el papeleo cuando vengas, ¿de acuerdo? —Amer giró la cabeza, mirando a su derecha, como si alguien le estuviera hablando. Cuando volvió a mirarme a través de la pantalla del ordenador, dijo—: Hablando de mi mujer, está deseando que vuelva a casa. Estoy muy emocionado por este acuerdo. Estaré en contacto con los detalles de la boda. Buen día,Albert.

Desapareció de la pantalla antes de que pudiera responder. Tentativamente miré a la señora Nichols. Me di cuenta de que mi mano seguía sobre la suya. La aparté.

—Esperaba, simplemente, decir que estábamos casados sin tener que casarnos de verdad. Quería que ella conociese mis intenciones.

—Nunca pensé que podrías llegar a mentir —dijo ella, haciéndome sentir aún peor. La había puesto en una situación incómoda y ahora la estaba decepcionando al no ser el mejor hombre que podía ser. Me estremecí. 

—Este acuerdo es importante para mí. Todavía podemos llevarlo a cabo si no solicitamos la licencia.

Se quedó boquiabierta. 

—¿Estás pensando en hacer esto? ¿Ir a Italia para casarnos? —Asentí con la cabeza. 

—Si estás dispuesta a ayudar. Podemos pasar por los trámites y luego seguir nuestros propios caminos cuando el trato esté hecho. Estaré encantado de ofrecerte una bonificación. Y piénsalo de esta manera, tienes un viaje a Italia gratis.

—Me parece poco ético. —No podía estar en desacuerdo con ella en eso. 

—Quizá sea un poco engañoso, pero somos una empresa familiar, esté yo casado o no. Algún día podría estarlo...

—¿Podrías? ¿No estás seguro?

Tiré de mi corbata, ya que la sentía como una soga alrededor de mi cuello. 

—No lo sé. Tengo que conocer a alguien para casarme y eso no es un objetivo para mí ahora mismo. Pero algún día podría serlo y, cuando lo sea, puede que conozca a alguien y me case y tenga algunos hijos que, entonces, también formarán parte del negocio.

—¿Y si no quieren?

—¿Qué? —Sentía que había caído en una dimensión desconocida.

—¿Y si tus hijos no quieren estar en el negocio?

—No lo sé. Seguro que uno de ellos quiere. Eso no es una preocupación en este momento. —No podía dejar que me desviara de nuestro tema actual.

—Estás pidiendo mucho.

Tragué saliva; sabía que tenía razón. Tuve suerte de que no llamase a un abogado ahora mismo. 

—Lo sé. Está claro que estoy dispuesto a mentirle aAmer Len, pero soy consciente de que estoy actuando de forma inapropiada contigo ahora mismo. Lo siento por eso. Pero esta empresa es mi vida. La vida de mi abuela. Estoy dispuesto a hacer lo que sea para mantenerla viva para las futuras generaciones, ya sean mis hijos o los de mis hermanos.

Puso los ojos en blanco. 

—Lo pones un poco difícil, ¿no? —Exhaló un suspiro—. ¿Puedo pensar en ello?

Eso fue más de lo que esperaba o merecía. 

—Por supuesto, señora Nichols. —Se rió. 

—Tal vez, dadas las circunstancias, deberías llamarme Amelia.

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