—¿Qué carajos está pasando? —¿Qué crees? —Paris tomó entre sus manos un arma y me di cuenta que mi vida nuevamente pendía de un hilo. —Paris, piensa bien lo que haces, esto no es correcto… —Lo que no es correcto es que yo haya hecho por ti de todo, absolutamente todo y me pagues de esta forma. —activó el arma y se acercó a mi. —No es la primera vez que la usas, ¿verdad? —¿Es tan obvio? —Dejame ir. —No. —No me amas, ni yo a ti, dejame ir. —Stan, ya no me importa si me amas o no. Eres mío por derecho y no pienso dejarle el camino libre a Alice. Alice, ¿Cómo estaba ella? ¿Mi bebé? ¿Mi Ismael? —Estas loca. —No. —¿Entonces esto que haces como se llama, si no es una locura? Y las locuras las cometen los locos. —Durante muchos años no fui nada para el mundo, todos pasaban y no me terminaban, hasta que tu un día me ayudaste. —¿Te das cuenta que ni siquiera recuerdo eso? Así de importante eres para mi —sabía que la estaba provocando, pero ya estaba cansado de sus juegos infant
No esperaba que lo primero que iba a ver sería el rostro de Aiden, nada agradable a mi parecer, pero aunque aún le faltaba para recuperarse y me pareció verlo más delgado de lo que usualmente era, estaba allí porque no iba a permitir que mis padres o Alice o Virginia se pusieran de nuevo en riesgo. De su espalda salió mi hermana, Samantha, tenía un par de golpes producto de algo que debió pasar y no tenía idea de que pudo ser. —Estás vivo —dijo con un aire de sarcasmo. —Se necesita más que esto para dañarme. —Los oficiales me dijeron que… —interrumpí a Samantha. —Se mató, se suicidó —mis ojos estaban vacíos y yo me sentí perdido. —No fue tu culpa —Aiden me dijo inmediatamente y por alguna razón, yo necesitaba escuchar aquello. —Lo sé, pero cuando ella… —No estaba bien y… Ella siempre necesitó ayuda, Stan, siempre. Sus padres no se la dieron y aquello no era tu responsabilidad. —Si, pero… —Stan, debes pensar en tu familia, ellos te necesitan como no tienes idea. —¿Cuánto t
Mis ojos rodaron nuevamente por su rostro, estábamos solos en la habitación de nuestra casa. Stan miraba cada cosa como si fuese nueva o de alguna clase de exposición de objetos extraños.—¿Estás bien? —Si, solo quiero recordar cada cosa. —Van a estar aquí para siempre.—¿Cómo puedes estar tan segura?—¿Tienes miedo?—Como nunca antes.—Ven aquí.Tomé su mano y nos senté en la orilla de la cama, mi panza estaba abultada por lo que moverme no era difícil, pero tampoco una tarea imposible, dentro de uno de los cajones de la mesa junto a la cama y busque la ecografía. Aún continuaba dentro del sobre.—Mira —puse el sobre en sus manos.—Está sellado. ¿Qué es? —La última resonancia de nuestro bebé —lleve su mano hasta mi panza—. la estuve guardando para cuando regresaras.—Alice, tú… eres increible. —Quiero que sepas y que nunca olvides, que yo seré y estoy dispuesta a ser para ti ese lugar en el que te puedes apoyar para siempre, así como tu lo fuiste conmigo.—¿Aquí adentro está mi
Duerme pequeña, no tengas temorMamá te va a buscar un ruiseñorSi su canto no te suena placenteroMamá te comprará un sonajero.Ver los hermosos ojos de Emma jugar a cerrarse mientras yo cantaba en un suave susurro para ella esa canción era magnífico. Tomaba con fuerza mi dedo índice y yo me balanceaba por toda la habitación mientras la arrullaba y esperaba que se quedara dormida al fin.Subí un poco el tono de voz para que Ismael que dormía en mi cama y conmigo pudiera escuchar. Y si el sonajero no suena bienMamá te mecerá en un vaivénY si te cansas del achuchónMamá te va a buscar un acordeón.—Papá —Ismael me estaba llamando.—Hijo.—Yo… la extraño —dijo y sabía que tenía ganas de llorar.¿Cómo ser fuerte para dos personitas si yo estaba igual que ellos?—Mi pequeño te prometo que… —me sentía extraño porque no podía hacerle promesas vacías.—Hijo —mi madre entró a la habitación acompañada de mi hermana Samantha que ahora vivía conmigo y me ayudaba con los niños, su madre, mi ma
No supe que paso, de repente todo se uso negro, mis ojos se cerraron en contra de mi voluntad. Mis pensamientos, mi mente, mi corazón todo me estaba llevando a un lugar oscuro y solitario, sentía frío y dolor. Un dolor intenso en medio de mi pecho. Escuchaba el llanto de Ismael y la voz de Stan, algunas veces podía jurar que él también jadeaba por el llanto, pero por más que corría hacia el sonido no los podía ver o encontrar. Demasiado frustrante para mi poca paciencia. De pronto me vi sentada en una esquina negra y con mal olor, sentía que estaba más perdida que al principio y una voz me llamó, una voz que no había escuchado nunca. —Mamá, tienes que despertar. —¿Quién… Quién habla? —Emma, soy Emma. —Emma —no comprendía lo que estaba pasando. —Tienes que salir de aquí, tienes que dejar de tener miedo mamá. —¿Cómo… sabes que tengo miedo? —Es por eso que estás allí sentada y arrinconada. —Si, pero tu eres solo una bebé y… —Y te estoy esperando, todos lo hacemos, papá está
—Alice, baja la voz.—¿Por qué? —ver sus ojos brillando era fascinante, parecían dos gemas preciosas y exóticas.—Si mamá se da cuenta me voy a meter en problemas.—No es verdad —ella continuó alzando la voz, apenas tenía 6 años, pero daba problemas—. Ella te ama y nunca te regaña.—A ti también te ama.—Pero no como te ama a ti. —Deja de decir cosas absurdas.—¿Qué es absurdas? —apreté su mejilla y dejé un beso allí. —Absurdo es que va en contra de la lógica o de la razón.—¿Cómo qué?“Como esto que siento por ti”Pero no podía decirle nada allí, no podía romper la inocencia de mi hermana y mucho menos la confianza que me tenía, pero también tenía claro que cada día junto a ella, cuidandola y protegiendola era una tortura para mi, que la superaba en varios años. Con el pasar del tiempo, tuve que alejarme de ella, dejarla sola y a su suerte, mis impulsos me estaban ganando la batalla y ya no podía simplemente sentarme en la orilla de la piscina y verla dibujar la casa de sus sueños
—Danna, esto no está bien —mis labios estaban rodando por el cuello delicado de ella—. Tengo que… Tengo que detenerme aquí y ahora. Hable tan firme como pude, la mire a esos hermosos ojos y vi las lágrimas rodando por sus mejillas. —¿Por qué me haces esto? ¿Por qué un día me ilusionas y al siguiente te vas? No es justo. Dio varios pasos hacia atrás alejándose de mí y aunque mis manos temblaban para intentar detenerla, sabía que aquello no era correcto. —No te hago nada, simplemente intento ser racional. —Crees que eres racional, siempre te creíste superior, más inteligente, altivo en tu mirada y firme en tu andar, pero te conozco bien. —No me conoces para nada, no tienes idea de… —De lo cruel, monstruoso y frío que eres. Si, lo tengo claro, demasiado para mi gusto. Porque me duele cada cosa que haces, aunque lo que más me duele es que me creas estúpida e ingenua como para no darme cuenta que solamente has estado jugando conmigo. Estaba llorando y yo quería limpiar esas lágrim
—Me siento cansada —esa fue la señal de Anika, para informarme que era hora de partir. —Si —hice mi mejor esfuerzo para no mirarla, para ignorar por completo su presencia en el lugar, para intentar no detallar cómo el chico hacía todo por satisfacerla a la luz de los ojos de todos y no como tuve que hacer yo durante meses, entre las sombras. Quería creer que la sonrisa en respuesta a ese chico era genuina, que era igual a las que ella solía darme, pero me daba cuenta que aquella expresión no llegaba a sus ojos. Anika y yo nos pusimos de pie, tomé su mano y me despedí cortésmente de todos los asistentes. —Hijo —mi padre siguió mis pasos hasta la entrada del pomposo lugar. —Stan, ¿qué sucede? —quería decirme algo, sin embargo que Anika estuviese a mi lado evitó que hablara con fluidez. —Te espero en el auto —Anika era una chica inteligente y sumisa, desde que había aceptado ese estupido acuerdo, sus negativas habían sido… nada, a todo le decía que si. Mi padre y yo la vi