CAPÍTULO 69: ERROR. CHICAGO. Lucien esperaba con impaciencia a que Adeline contestara. Era la tercera vez en los últimos cinco minutos que llamaba y seguía sin responder. Sus dedos se aferraron al teléfono con fuerza. ―¿Dónde estás, Adeline? ―murmuró. El tono del buzón apareció de nuevo, haciendo que su frustración aumentara. Decidió enviar un mensaje; apenas terminaba cuando sintió unos pequeños brazos rodeando su cintura. —¿Papi, me lees un cuento antes de dormir? —la pequeña Zoe le pidió, con su voz dulce y esperanzada. Lucien sonrió y acarició las manos de la niña. —No voy a poder esta noche, cielo. Papá tiene trabajo —respondió, esforzándose por no mostrar su molestia. ―¿Qué tal si le dices a la niñera? Te prometo que mañana te leeré dos. Zoe hizo un puchero y buscó su mirada. —¿Estás triste porque mamá no vuelve? —le preguntó, observándolo con ojos curiosos y un poco de tristeza. Lucien le pellizcó la mejilla suavemente y asintió. —Sí, no me gusta que mamá esté lejos d
CAPÍTULO 70: TRAMPA Y CAIDA.—Adeline… —Giovanni luchó por encontrar las palabras, por convencerla, por hacerla entender cuánto la necesitaba—. Dime que hay algo que pueda hacer, algo que me dé una oportunidad para remediar esto, por favor…—Giovanni… aunque te disculpes mil veces, nada va a borrar el dolor que me causaste… todo lo que tuve que pasar, sola… cada segundo de sufrimiento. Nada cambia eso. Por eso, lo mejor es que nos mantengamos alejados.Él sintió el golpe de sus palabras como si le hubieran atravesado el alma, y ella se dio la vuelta y caminó hacia la puerta, pero se detuvo un momento antes de agregar:—Y date prisa, Nathaniel nos está esperando.Cuando llegó al estudio de Nathaniel, todos tenían expresiones rígidas. Sintió que algo iba mal, en un rincón vio a Seraphina junto a su padre, Arthur, quien lo fulminaba con los ojos, como si estuviera listo para destrozarlo.—Me dijo Adeline que querías vernos —dijo, mirando a Nathaniel, con un poco de duda.Nathaniel asinti
CAPÍTULO 71: IR CON PAPÁ. CHICAGO —Gabriel, me duelen las piernas… ¿falta mucho para llegar a la casa de tu papi? —preguntó Zoe, deteniéndose junto a una farola en una calle solitaria. —No te preocupes, Zoe, ya estamos cerquita... creo que solo giramos aquí y luego… después está la casa de mi papá. La pequeña asintió, aliviada, pero su estómago rugió. —También tengo hambre… —dijo, haciendo un puchero. Gabriel la abrazó con fuerza. —No te preocupes. Le diré a papá que compre pizza, y luego tu mamá vendrá por ti… como aquella vez. Zoe sonrió emocionada y ambos retomaron el camino. Después de unos minutos de silencio, ella lo miró con curiosidad. —Gabriel… ¿vas a decirme por qué estabas llorando? ¿Y por qué querías escapar? El niño bajó la mirada y su rostro se tornó triste, sus pensamientos lo llevaron a la noche anterior. A las risas de su madre y la voz ronca de un hombre en el salón de su casa. Dayana, tambaleante por el alcohol, decía entre risas: —Eres todo un encanto… E
CAPÍTULO 72: UN NIÑO VALIENTE.Adeline abrió la puerta de la estación de policía con rapidez, su respiración agitada y el rostro marcado por la urgencia. Apenas cruzó el umbral, sus ojos se encontraron con los de Lucien y, a su lado, Dayana. Su cuerpo se tensó un instante al ver a su hermana allí, pero la ignoró. Su prioridad, en ese momento, era Zoe.Llegó hasta Lucien y le susurró con un tono suplicante.—¿Dime que ya apareció?Lucien la atrajo a sus brazos, envolviéndola con una ternura protectora. Sin embargo, su mirada se desvió un instante hacia Giovanni, quien observaba a unos metros de distancia.—No, aún no hay noticias —dijo Lucien suavemente.Adeline dejó escapar un sollozo, ocultando su rostro en el pecho de Lucien mientras las lágrimas comenzaban a caer. Giovanni sintió cómo su pecho se comprimía al ver esa cercanía entre ellos, esa intimidad tan evidente. Cada gesto entre ellos era un recordatorio amargo de lo que él había perdido y, tal vez, de lo que nunca había valora
CAPITULO 73: UN MENSAJE DE RESCATE.Adeline caminaba de un lado al otro, como un péndulo atrapado en un vaivén interminable de ansiedad. Cada paso que daba parecía multiplicar los escenarios terribles que su mente imaginaba. Lucien, observándola con preocupación, se acercó y le habló en un tono calmado, intentando ser el ancla que ella necesitaba.—Cariño, sé que es difícil, pero tenemos que mantener la calma. Todo va a salir bien, te lo prometo, la policía hará su trabajo.Ella asintió; sin embargo, le resultaba imposible mantener la calma en un momento como ese.En ese preciso instante, el sonido de su celular y el de Giovanni rompieron el silencio y ambos contestaron con rapidez, sus rostros se transformaron en el acto, reflejando el mismo horror. Giovanni la miró nervioso y buscando una confirmación.—¿También lo recibiste? —preguntó.Ella asintió, sus labios temblando, incapaces de formar palabras. El mensaje provenía de uno de los secuestradores, exigiendo una suma exorbitante d
CAPITULO 74: UNA DESICIÓN IMPOSIBLE. El auto se detuvo frente al almacén abandonado. Giovanni apagó el motor en silencio, sus manos temblando ligeramente mientras salía del coche. Lucien lo siguió, cargando el maletín con el dinero, pero se detuvo en seco cuando vio que Giovanni sacaba una pistola. —¿Qué carajos vas a hacer con eso? —gruñó Lucien, sorprendido—. ¿Quieres poner a los niños en peligro? Giovanni levantó la mano, ordenando silencio, sus ojos fijos en el almacén. Lucien rodó los ojos con frustración. —¿Al menos sabes usarla? —preguntó, sarcástico. Giovanni se detuvo un segundo y lo miró, levantando una ceja. —¿Quieres que la pruebe contigo? —respondió con calma—. Sé disparar desde los 18 años. Mi abuelo era aficionado a las armas. Lucien frunció el ceño, desviando la mirada hacia el almacén. —¿Crees que estén ahí? —Por supuesto —Giovanni lo observó un momento antes de añadir—. No parecen secuestradores profesionales. La forma en que exigieron el dinero... e
CAPÍTULO 75: PERSECUCIÓN.El secuestrador le lanzó a Giovanni una mirada fría y levantó su mano y comenzó a contar con los dedos: diez segundos. Cada tic-tac invisible se sentía como una puñalada en el corazón de Giovanni, el tiempo deslizándose como arena entre sus dedos.Zoe seguía llorando, Gabriel, en cambio, estaba en silencio. A sus siete años, comprendía lo que estaba ocurriendo. Había algo en su mirada que le rompió el alma a Giovanni y el reloj mental seguía contando. Nueve, ocho...Su mente se nubló de angustia y entonces en medio del caos, entre el dolor desgarrador, pensó en ella.Adeline.Él le había hecho una promesa, una promesa que no podía romper. Giovanni cerró los ojos un segundo, como si las palabras se le atorasen en la garganta, y cuando los abrió de nuevo, ya había tomado la decisión.—A ella... —dijo tembloroso—. Elijo a Zoe.El silencio que siguió a sus palabras fue insoportable. No podía mirar a Gabriel directamente, pero en su mente, veía a Adeline, su dolor,
CAPÍTULO 76: UNA MADRE MANIPULADORA.—¡Por favor, ayúdenlo! ¡Se cayó!Giovanni gritó con voz ahogada, mientras entraba a la sala de emergencia del hospital. Una enfermera reaccionó de inmediato.—¡Aquí, rápido, traigan una camilla!Adeline se puso de pie en cuanto lo vio y sintió su pecho apretarse al no ver a Zoe. Sin embargo, pudo respirar tranquila cuando, segundos después, vio a su hija cargada por un hombre que llevaba traje táctico. La pequeña sonrió al verla.—¡Mami!Adeline se apresuró hacia ella y la tomó en brazos mientras susurraba.—Gracias, Dios, gracias...Zoe rodeó su cuello con sus bracitos y luego saludó al hombre:—Adiós, señor fuerte.Máximo D' Luca asintió, guiñándole un ojo antes de girarse. Lucien apareció en escena.—Zoe está bien, pero prefiero que la revisen, por si acaso.Adeline asintió y, tras cerciorarse de que su hija no tenía heridas, la abrazó de nuevo, sintiendo una mezcla de alivio y gratitud. Sin embargo, la niña no dejaba de mirar en dirección a dond