Anna agarró la mano de su amiga Tatiana con una fuerza desesperada mientras los médicos y Mikhail salían de la habitación. El ambiente estaba cargado de tensión, y Anna podía sentir el miedo en el apretón de Tatiana, quien estaba al borde de las lágrimas.—Sabes que no… —Tatiana intentó hablar, pero Anna la interrumpió suavemente, colocando un dedo en sus labios.—Eres mi amiga —afirmó Anna con una sonrisa llena de ternura—. Estuviste a mi lado en mis peores momentos, fuiste mi paño de lágrimas y mi soporte. ¿Cómo crees que voy a pensar que le harías daño a mi hijo? Ve con ellos y demuestra tu inocencia —la animó, mirándola con gratitud y confianza.—Cuida de él… —susurró Tatiana, con una súplica silenciosa al universo, mientras sus ojos se posaban en el rostro pálido y frágil de Lucas sobre la cama.La desesperación y la impotencia se apoderaron de Tatiana cuando los médicos, fuera de la habitación, la veían con reproche. Anna, sintiéndose más sola que nunca, miró a su alrededor
Anna apenas podía avanzar, arrastrando la maleta con una mano mientras sostenía a Lucas con la otra. El peso de su hijo parecía duplicarse con cada paso, pero la desesperación le daba fuerzas para seguir adelante. Su corazón latía con una furia desbocada mientras veía la puerta de cristal abrirse lentamente ante ella.Al otro lado, dos guardias robustos y musculosos bloquearon su camino. Sus figuras imponentes parecían insuperables, como una barrera imposible de traspasar. Anna sintió el pánico apoderarse de ella, pero lo disimuló con una media sonrisa irónica que no alcanzó sus ojos.—Señora, no puede salir sin mostrar el alta médica del paciente —dijo uno de los guardias con tono firme y autoritario.Anna apretó los labios, conteniendo el torrente de insultos que quería lanzar. «Mikhail, infeliz hijo de…», lo maldijo en silencio, sintiendo cómo el odio crecía con cada latido. Sabía que aquello era parte de su plan, que él quería mantener a Lucas atrapado en aquel hospital para sus p
—¿Dígame con quién estaba hablando? —volvió a preguntar Mikhail, mientras su asistente desviaba la mirada a todos lados, evitando la suya.—Con… con una amiga —balbuceó nerviosa.—Si quiere conservar su empleo, será mejor que se dedique a trabajar. No le permito chismosear con María en horario laboral —la mujer abrió los ojos como platos, mirando a Mikhail como si le hubieran salido cuernos en la frente—. Sí, sé que eres la informante de María, y espero que no hagas estupideces para congraciarte con ella —advirtió tajante antes de hacer rodar su silla.«Uff, qué susto. Espero que no se entere de que ayudé a María a alterar su prescripción», pensó, tocándose el pecho con cierto alivio.Horas más tarde...Mikhail se sentía incómodo al ser observado por el personal del hospital. No era para menos; llevaba años sin usar su bata blanca.Se detuvo frente a la puerta de la habitación de Lucas, tomándose un instante para recomponerse antes de entrar.Sabía que su presencia no sería bien recib
Anna estaba allí, frente a Mikhail, sintiendo cómo su corazón latía descontroladamente en su pecho.Las palabras parecían haberse desvanecido de su mente, dejándola atrapada en un mar de incertidumbre y ansiedad.—Es que…—comenzó a decir, temblorosa y apenas audible, pero su voz se quebró antes de que pudiera formar una frase coherente.Y cuando volvió a abrir la boca, Mikhail, con una mirada gélida que la atravesaba como una daga, alzó una mano, interrumpiéndola bruscamente.—Olvídalo —dijo con frialdad—. No necesito explicaciones. Ya conozco la respuesta.La declaración de Mikhail fue un golpe inesperado, como si le hubieran arrancado el aire de los pulmones.Mientras él se alejaba en su silla de ruedas, sin dignarse a mirarla de nuevo, Anna sintió que el suelo se desmoronaba bajo sus pies.No pudo moverse, quedó congelada en el mismo lugar, observando cómo la distancia entre ellos se hacía cada vez más grande, no solo físicamente, sino emocionalmente.Mikhail no miró atrás. Y eso d
Mikhail, con un movimiento suave pero decidido, giró la cabeza.El rechazo fue un golpe al alma de María, que se quedó congelada, con su boca a centímetros de la mejilla de Mikhail, sintiendo cómo la vergüenza y la rabia hervían dentro de ella.—No sé qué te tiene molesto, pero si es la influencia de esa mujer, déjame decirte que cuando se fue hace años, me pidió una suma exorbitante de dinero. Solo eso significas para ella —soltó, quebrada por la rabia, levantándose bruscamente en un intento desesperado por recuperar su dignidad.En ese preciso momento, el ascensor emitió un pitido y las puertas se abrieron.Mikhail salió sin decir una palabra, moviéndose hacia el estacionamiento con la misma indiferencia glacial que había mostrado durante toda la conversación.Su conductor lo ayudó a subir la rampa de la furgoneta, y María, aún furiosa, se apresuró a subir detrás de él, intentando aferrarse a lo poco que le quedaba.—¡Bájate! —ordenó Mikhail con una voz tan fría y dura que un escalo
El viento soplaba con fuerza, agitando la superficie del lago y haciendo que el agua pareciera un espejo oscuro y turbio.Mikhail sentía cómo la silla de ruedas se deslizaba lentamente hacia el borde, cada centímetro acercándolo a una muerte segura.El sonido del agua golpeando contra las rocas se mezclaba con los latidos frenéticos de su corazón, creando una sinfonía de desesperación en sus oídos.Sus manos se aferraban a los reposabrazos con tanta fuerza que los nudillos se le habían puesto blancos, mientras su mente se debatía entre la lucha y la rendición.Sus piernas, inútiles y pesadas, lo traicionaban una vez más, condenándolo a una impotencia que lo enfurecía y lo desesperaba al mismo tiempo.*«Lucas... ni siquiera puedo abrazar a mi hijo y decirle que soy su verdadero padre»,* pensó Mikhail, sintiendo un dolor punzante en el pecho.Un amargo sabor a hierro llenaba su boca mientras se daba cuenta de que estaba a punto de perderlo todo: su voluntad, su fortaleza, y ahora, su vi
La cantidad inusual de empleados y vehículos estacionados en los alrededores llamó la atención de Mikhail.—¿Mi madre está organizando una de sus fiestas? —preguntó a uno de los valet parking, quien asintió rápidamente.Mikhail chasqueó la lengua, irritado por la trivialidad que lo rodeaba.—Nunca se cansa de estos espectáculos ridículos.Mientras tanto, Sergei palmeó el hombro del conductor.—Debe ser difícil trabajar para un jefe tan gruñón. Buen trabajo —dijo, guiñando un ojo al hombre, quien respondió con una sonrisa tensa.—Sergei, deja de criticarme frente a los empleados —rugió Mikhail al cruzar las puertas de la mansión. Su voz resonó como un trueno, pero Sergei, lejos de intimidarse, esbozó una sonrisa irónica.—Tienes un oído impresionante —murmuró con sarcasmo mientras lo seguía al interior.El murmullo de la fiesta en el salón principal se detuvo abruptamente.—¡Al fin ha llegado el novio! —exclamó su madre, sorprendiendo a Mikhail. Al entrar, lo que vio lo dejó sin palabr
Frente a la mesa de las bebidas, María bebía una copa tras otra de champaña. Cada burbujeo que descendía por su garganta parecía aliviar momentáneamente la vergüenza que la aplastaba.Su mano temblaba ligeramente al sostener la copa, mientras su mente luchaba por comprender cómo todo había salido tan mal.Frente a ella, su hermano, con el rostro rojo de furia, la enfrentaba sin piedad.—¡Déjame en paz! —resolló María, tratando de no elevar demasiado la voz. Puesto que los invitados aún no se habían ido; la madre de Mikhail había insistido en mantener la farsa de la fiesta.—¡Es muy fácil para ti ordenarme qué hacer! —continuó con un tono agrio, tratando de contener las lágrimas que amenazaban con traicionarla.—Sólo te digo que fue humillante, despide a estas personas ahora mismo. Evítanos más vergüenza —le exigió su hermano, alterado.María le lanzó una mirada despectiva, pero en ese instante sus ojos captaron la figura de Mikhail entrando al salón. Sin pensarlo dos veces, dejó l