Salvatore se aleja y toma aire varias veces incapaz de seguir tranquilo ante la estupidez que cometió su madre en esa época, al girarse le asegura que su padre no sabía nada de su existencia. Y que está seguro, que Rossi no tiene idea de ese cheque.—Déjamelo, investigaré quién te manda ese dinero —le dice—. Porque papá, no es.—¿Por qué, estás tan seguro de que nos él? —pregunta ahora Elvira.—Mamá, ¿has mirado alguna vez fijamente a papá? —le pregunta a su vez Salvatore muy serio mirándola a los ojos.—¿Por qué lo preguntas? ¡Claro, que lo miré muchas veces fijamente! —asegura.—¿Y no te diste cuenta, lo limpia y sincera que es su mirada? —pregunta y continúa sin dejar de mirarla — ¿Conoces a un mentiroso, de esa índole en que has convertido a papá, que te mire con esa limpieza en su mirada? Elvira se queda sin saber qué decir ante los argumentos de su hijo, tartamudea que debe ser, porque lo sabe hacer muy bien. ¡Es un experto! Salvatore la observa sin poder creer que ella haya
Evelin lleva días tratando de convencer a Gabriel, que la deje comenzar a trabajar en la farmacéutica con su hermano. Aunque le gusta estar en la casa disfrutando de su compañía se da cuenta, que él también debe de ir a su empresa, no lo hace por estar pendiente de su cuidado. Pero al fin ha cedido, y hoy irá. Aunque Gabriel, aún trata de persuadirla para que no lo haga. — Gaby, ya estoy bien, mírame— dice Evelin sonriendo y girando delante de él—. No me duele nada, deja de estar arriba de mí. Ya hace un mes de la operación.—Pero Eve, no tienes que ir a la fábrica —insiste Gabriel preocupado—. Salvatore, lo está haciendo muy bien.—Tengo que ir Gaby, él solo no puede sólo. Tiene muchos problemas la farmaceútica, mi papá la tenía muy descuidada, y el tal Ramiro, hizo un pésimo trabajo —le explica una vez más tratando de que la entienda—. Además, tengo que ayudar a mi papá a que arregle las cosas con Elvira. Ella no ha querido hablar con él, ni porque le puso ya el apellido a Salvato
Gabriel mira a su esposa sin encontrar una sola mención o recuerdo de tal individuo en su cabeza. Ella solo le ha hablado de su amigo gay y le pregunta si es de ese del que habla. Evelin le dice que sí, que es el único amigo que tiene en América. Por lo tanto, de inmediato acepta, recordando que ella nunca le dijo su nombre, pero que puede hacer todo lo que la haga feliz. Son interrumpidos en su conversación al ver acercarse al padre de la iglesia.—Buenos días —los saluda un padre, sonriéndoles amablemente—. ¿En qué puedo ayudarles?—Buenos días, padre. Mi nombre es Gabriel D'Alessi...—Gabriel, hijo, cómo has crecido —lo interrumpe el padre—. Soy el padre Hipólito, yo fui quien te bautizó, hijo. Siento mucho lo de Franco. ¿Qué te trae por aquí? ¿Quién es esta hermosa mujer que te acompaña?—Ella es Evelin Rossi, mi esposa —la presenta con orgullo.—¿Tu esposa? ¿Te casaste?Gabriel asiente y pasa a explicarle que solo se casaron por lo civil y ahora quieren hacerlo religiosamente. Al
Gabriel ante la pregunta de Evelin la mira fijamente en lo que se queda pensativo sopesando eso que ella le acaba de preguntar. ¿Por qué le dolió lo que le hizo Mirna?—Evelin, déjame explicarte. En aquel entonces, yo era un niño rico y tonto que creía que se merecía todo. Pensaba que nadie me haría daño. Confíe ciegamente en mi ex pareja y complacía todos sus deseos, incluso le compré una casa para sus padres. Pero luego descubrí que no era para ellos. En fin, lo que más me dolió no fue que me dejara plantado en el altar, sino descubrir que había vivido una mentira. Y lo peor de todo fue escuchar a mis amigos riéndose de mi desgracia. Esa traición fue lo que más me dolió, Evelin.—A mí también, Gaby. Me dolió más que Miranda no fuera una amiga sincera que lo que Rusell me hizo —confiesa Evelin—. ¿Te das cuenta de que nuestras historias tienen mucho en común?—Sí, ambos fuimos traicionados por amigos que pensábamos eran sinceros y leales. Por eso, desde que vi la sinceridad en tu m
Filipo guarda silencio, con la mirada fija en Fiorella. Luego, decide confesarle que ha visto las fotos que ella le envía dos veces al día en el teléfono de Salvatore. Le pide que tenga cuidado porque él quiere que sea su mejor amigo y no quiere que se aleje de él por su culpa.—No lo haré, no solo porque tú me lo pides, sino porque es el hijo del tío Rossi. Entiendo la importancia de no crear falsas esperanzas —asegura Fiorella, muy seria—. No jugaría con Salvatore de esa manera mi hermano..—Me alegra saberlo. Salvatore es un gran chico. Si realmente te gusta, ve en serio con él. Si no es así, déjalo tranquilo. No le des falsas ilusiones —le aconseja Filipo, que confía en la integridad de su hermana.—¿Quieres hacerlo tu mejor amigo? —se asombra Fiorella— ¿Y eso cómo ha pasado? ¿No eras el oso solitario?—Nunca había encontrado a alguien que valiera la pena para ocupar ese lugar en mi vida. Con mis primos es suficiente compañía. Pero Salvatore es diferente, quiero cultivar una amis
El detective Colombo observa a Gabriel durante un momento mientras éste baja la cabeza y las lágrimas recorren sus mejillas sin cesar. Gabriel se siente profundamente arrepentido por haber actuado de esa manera, culpándose a sí mismo por abandonar a su padre debido al abandono de Mirna en la boda y permitir que le sucediera algo así en su propia casa. El detective coloca su mano en el hombro de Gabriel para brindarle consuelo y le dice:—No te culpes, Gabriel. Eras joven. Todos cometemos errores cuando somos jóvenes —afirma, tratando de animarlo—. Además, tenías una billetera llena de tarjetas con dinero ilimitado.—Sí, mi padre solo trabajaba para mí, nunca me dijo nada sobre el dinero que gastaba. No importaba la cantidad —afirma Gabriel mientras se seca el rostro—. Yo era ingenuo y no me daba cuenta de que aquellos que decían ser mis amigos sólo querían mi dinero.—Eso es algo que ocurre a menudo con chicos como tú, Gabriel —dice Colombo—. Al menos no te metiste en problemas ni caí
Ambos caminan tomados de la mano, disfrutando de su amor y la expectativa de la llegada de su primer hijo, mientras recorren los senderos del jardín. Evelin tira suavemente de Gabriel hacia un hermoso árbol cubierto de flores que se extienden hasta el suelo, separa algunas y se adentran debajo de él.—Pero Evelin, te dije que no quiero oler flores —recuerda Gabriel, tapando su nariz ante la sonrisa de Evelin.—¿Te hacen querer vomitar estas? Casi no tienen olor —pregunta Evelin preocupada.—No, es cierto, no siento su olor —concede Gabriel—. Menos mal, mi estómago está muy sensible. ¿Estás segura de que no quieres que vayamos por tus cremas ahora? Podemos pedir que nos las traigan. ¿Qué dices?—No, prefiero hacer algo que deseo hace mucho— confiesa Evelin, acercándose provocativamente a Gabriel, pone una mano en su pecho haciéndolo retroceder, hasta que siente que su espalda choca con el tronco del árbol. Gabriel, la mira expectante. Están debajo de un hermoso árbol de cerezo lloró
María Isabel se inclina en una ventanilla de cristal, dentro de una oficina oscura, en uno de los barrios de Roma, ha tenido que esperar un buen rato. Hasta que por fin puede hablar con el hombre indicado, que la mira y le contesta inexpresivamente negando que pueda realizar el trabajo al instante.—Señor, ¿está seguro, que no puede tenerlos listos para hoy? —insiste ella.—No señorita. Necesito tres días mínimo —asegura el hombre de igual manera y agrega—. Además, no me trajo las fotos.—¡Verdad, lo olvidé por completo! —exclama ella—, Iré a buscarlas ahora, ¿hasta qué hora está abierto?—Hasta las seis, señorita. Pero si está cerrada la tienda, puede pasarlas en un sobre por debajo de la puerta. Junto con el adelanto —le dice imperturbable.—No, vendré antes que cierre— asegura María Isabel y se aleja pensativa. ¿Cómo pudo no pensar en eso?Se monta en el auto y maneja a toda velocidad hasta la casa. Al llegar, ya Pía tiene todo recogido y le pregunta si lo arregló todo como habían