María Isabel, levanta la cabeza entusiasmada con la idea. Conoce esa ciudad por haberla visitado en ocasiones por su universidad y menciona otra ventaja de ir a Bolzano.—¿Bolzano? Sí, tiene una universidad allá —y con los ojos entrecerrados como si ya vislumbraba como puede ser su vida en aquel lugar dice—. Podría continuar mis estudios. Muy bien, contáctalas. Yo me encargaré de averiguar cuánto dinero puedo extraer de las cuentas de papá. Nos iremos juntas hacia un nuevo comienzo. María Isabel y Pía continúan discutiendo su plan de escape, considerando la forma en que obtendrán el dinero necesario. No podían dejar nada al azar, más con los planes que tenía Ricci para ella. Debían planear todo meticulosamente si querían tener éxito. —Saque todo lo que pueda, pero no lo haga de un golpe, para que no sospeche. Yo también, tengo que ir a extraer todo el dinero. Así no tendremos que utilizar las tarjetas y de esta manera, no podrán seguirnos a través de él —aconseja Pía a María Isab
Pía abre los ojos incrédula de que Maria Isabel se haya atrevido a hacer algo como eso con un completo desconocido por lo que exclama sin poder contenerse.—¡Pero señorita, estaba usted loca! ¿Cómo pudo hacer eso? María Isabel sonríe al escucharla y ver e intenta justificar su acción, recordando su estado de intoxicación.—Ya te dije, Pía, que estaba medio drogada. Él abrió los ojos suavemente y me miró sin decir nada. Me atrajo hacia él y me besó profundamente. Me encantó, Pía. Nunca he podido olvidar ese beso. Pía mueve la cabeza en desaprobación al comportamiento de maría Isabel con el extraño, pero luego piensa que ya esa etapa de ella pasó, que es algo del pasado y ya no gana nada con molestarse, porque no tiene remedio, por lo que se alivia al saber que el encuentro no fue más allá del beso. —Menos mal que solo te besó. ¿Qué pasó después? ¿Se fue a dormir? María Isabel se ría al ver la cara de su nada, y niega con la cabeza imaginando lo que ella va a decir con lo que ell
El señor Rossi se encuentra perdido y preocupado después de que Elvira se fue sin darle la oportunidad de hablar. Necesita encontrar una manera de hacer que ella lo escuche. Mientras está parado en el estacionamiento de la farmacéutica, donde ha quedado su auto, piensa en qué hacer a continuación. Se dirige hacia la dirección y encuentra a su hijo Salvatore sumergido en un montón de papeles regados por toda la oficina.—Buenos días, hijo. ¿Puedo pasar? —saluda el señor Rossi.—Buenos días, papá. Claro que puedes. ¿Te fue mal con mamá? —responde Salvatore.—Sí, hijo. No quiere escucharme, pero no te preocupes, encontraré la forma de hacer que lo haga.—Dale tiempo, papá. Conozco a mamá. No va a hablar contigo en este momento. Te ayudaré poco a poco a convencerla de que te escuche.—¿De verdad, hijo?—Sí, lo haré, papá. ¿Sabes que en la farmacéutica hay un enorme desfalco?—¿Desfalco? Pensé que todo estaba bien según los informes que me daba Ramiro.—Voy a hacerte un informe completo pa
Salvatore intenta calmar la situación, le parece que su padre se siente obligado de darle lo que no le dio toda su vida y no sabe cómo responder a eso por lo que muestra preocupación por su hermana.—Papá, tenemos mucho tiempo. No tienes que hacer todo hoy. ¿Cómo sigue Eve?—Mejor hijo, ya está fuera de peligro. Logré descifrar todo lo que le inyectaron y le pusimos el antídoto. Por suerte, eran pequeñas dosis. Gabriel está en casa con ella ahora.—Qué bueno, estoy muy feliz de que sea mi hermana. Y también de que tú seas mi papá. ¿Adónde vamos primero, papá?El doctor Rossi, notando cómo Salvatore siempre termina sus frases con la palabra "papá", le pregunta con una sonrisa.—¿Sabes dónde queda el banco de la empresa?— Sí, he ido alguna vez papá —responde Salvatore al tiempo que gira la cabeza para verlo.—Pues, el edificio de abogados de al lado. Ahí vamos, es de mi amigo —le indica el doctor Rossi.—Papá, ¿es cierto que tiene muchos amigos? —pregunta curioso, le llama la atenci
Gabriel se encontraba sentado en un cómodo sillón del salón de su casa, revisando meticulosamente algunos papeles. Había decidido no entrar a su despacho, prefiriendo mantenerse en el área común de la casa. Los pasos apresurados de Manuela, su nana cuando era niño y el ama de llaves ahora, llamaron su atención una y otra vez mientras se dirigía hacia su despacho. Además, notó que el teléfono no dejaba de sonar intermitentemente, lo cual le resultaba inusual. —¿Qué está sucediendo, Manuela? ¿Por qué el teléfono no deja de sonar? —preguntó Gabriel con una mezcla de curiosidad y preocupación. —No lo sé, señor — Manuela parecía incómoda al responder—. Cada vez que lo tomo, nadie habla al otro lado. Gabriel frunció el ceño, percatandose de la gravedad de la situación. Sobre todo después de todo lo que les había sucedido a él y a Evelin. —¿Desde cuándo está ocurriendo esto? —preguntó poniendo toda su atención en el hecho. Manuela titubeó antes de responder, se quedó un momento pensati
Gabriel asintió todavía con su mirada fija en las cuentas bancarias de su difunta madre, y se preparó para la siguiente pregunta.—¿Descubrieron algo más sobre los demás involucrados? Gabriel observó cómo Adriano y Darío intercambiaban miradas nerviosas, como si estuvieran dudando si debían contarle algo. Pudo percibir la tensión en el aire y decidió instarlos a hablar.—Vamos chicos, suéltenlo. Díganme todo lo que saben —instó Gabriel, con impaciencia y curiosidad.Adriano tomó una respiración profunda y comenzó a hablar, eligiendo sus palabras con cuidado.—Resulta que Marino, uno de nuestros empleados, es adicto al juego. Ha estado sacando grandes sumas de dinero de las cuentas de la empresa para alimentar sus vicios. Hemos bloqueado todas sus cuentas, pero no hemos tocado su dinero. Sin embargo, tenemos pruebas de todas las veces que ha extraído dinero de la empresa —explicó Adriano, con una mezcla de frustración y determinación.Gabriel asintió, reconociendo la importancia de l
Gabriel asiente, agradecido por el apoyo de Evelin y la posibilidad de obtener respuestas.—Tienes razón, cariño. Esperaré a que vengan y escucharé lo que tienen que decir —responde Gabriel, sintiendo una mezcla de nerviosismo y anticipación.Ambos se quedan en silencio, sumergidos en sus pensamientos, mientras esperan la llegada de María Isabel y su nana, preparados para enfrentar el misterio que rodea a la madre de Gabriel.Antes que murieran nuestras madres, ellas se reunían mucho aquí en mi casa. Gabriel mira a Evelin con nostalgia, recordando los tiempos en que su relación con María Isabel era cercana y casi fraternal. Le cuenta que María Isabel y él se llevaban muy bien, casi como hermanos, su voz llena de melancolía. Evelin se sorprende ante esa revelación, interesada en conocer más detalles.—¿De veras? —pregunta Evelin, sus ojos reflejando curiosidad.Gabriel asiente, una sonrisa triste en sus labios. Sigue contando que sus padres bromeaban con ellos, decían que los iban a ca
Los Rossi se dirigen a la tienda de autos de los Garibaldi, y al llegar, son recibidos con gran entusiasmo. Los hijos de Giovanni y Fabrizio, quienes conocen a Salvatore de haber estudiado juntos, no eran exactamente amigos, pero tampoco enemigos. Al verlos, Salvatore se siente un poco más relajado.Los Garibaldi llevan a Salvatore a ver los autos y le explican todo detalladamente, tratándolo como si fueran los mejores amigos. Poco a poco, Salvatore se va relajando ante las muestras de confianza y se integra a la conversación. A pesar de que nunca ha tenido muchos amigos debido a su falta de recursos económicos para salir con ellos, tampoco quería meterse en problemas para evitar preocupaciones a su madre.Sin embargo, ahora se sorprende al darse cuenta de lo bien que se siente en compañía de los Garibaldi. Su personalidad, que solía ser tímida y reservada, comienza a aflorar y se muestra desenvuelto y alegre. Se siente seguro, sabiendo que su padre lo protege.Ríe y hace chistes junt