Evelin la observa por un momento y luego asiente, reconociendo que su encuentro con Gabriel fue, tal como lo describe Asiri, un milagro. Gabriel solía viajar solo los fines de semana a Nueva York y se hospedaba al otro lado de la ciudad, lejos de donde ella vivía. Aquel día en particular, salió a correr más temprano de lo habitual y él coincidió en sentarse a su lado, visiblemente afectado. Ambos tenían plazos ajustados: ella debía presentarle un novio a su padre en una semana, y él debía casarse para no perder su herencia.— Ese es un claro ejemplo de que la leyenda del hilo rojo es real —afirma Asiri—. Fueron necesarias muchas circunstancias para que ustedes dos se unieran.— Sí, demasiadas diría yo —admite Evelin—. Pero estoy realmente feliz de que todo haya sucedido como sucedió, porque Gaby es verdaderamente mi alma gemela.— Y tú eres la suya, Evelin —asegura Asiri, quien conoce bien a Gabriel—. Se nota que se aman con la misma intensidad, se refleja en sus ojos cuando hablan e
Elvira se abraza fuertemente a Evelin, tomándola del rostro para que la mire y deje de ver el cuerpo ensangrentado de Gabriel, que es llevado por los guardias de seguridad.— ¡Mírame, hija, mírame! ¡Gabriel no va a morir, lo están llevando al hospital, va a estar bien, cariño! Contrólate, piensa en la bebé. — Le dice Elvira mientras la abraza con fuerza.— ¡Mamá, Gaby se interpuso por mí, me salvó la vida! ¡Déjame ir con él, mamá, por favor! ¡Vamos a la clínica! — Llora Evelin, aferrada a Elvira. — ¡Por favor, déjame ir con él! — Pide desesperadamente, su cuerpo temblando.— No, Eve, no puedes salir así cómo estás. Cálmate, estoy segura de que a Gabriel no le gustaría saber que no pones a Bianca primero que a él. Vamos, ve a bañarte y a cambiarte de ropa y luego iremos. — Responde Elvira.— ¡Pero mamá! ¡Gaby podría estar muriendo! — Grita Evelin desesperada, sin dejar de llorar.— ¡No hay peros! Tienes que bañarte y cambiarte de ropa. Ven, vamos. Deja que te ayude. — Insiste Elvira.E
Fiorella primero activó la seguridad del auto, luego despliega una minigun en el techo de su vehículo y prepara un arma en el asiento del copiloto. Comienza a moverse lentamente entre los trabajadores que corren asustados. Observa cómo Salvatore sale por la ventana y se coloca en el alero, acelera hasta colocarse debajo de él.Fiorella está atenta, le hace señas para que salte. Al ver que unos mafiosos se acercan hacia ella, comienza a disparar. Escucha a Salvatore soltar un grito y lo ve caer encima del capó de su auto mientras también dispara contra el grupo de mafiosos escondidos que les disparan. Le abre la puerta.— ¡Sube, amor, sube! —le grita a Salvatore, quien está tendido en el suelo cubriéndose con el auto mientras dispara.— ¡No puedo, Fiore!— ¡Yo te voy a cubrir ahora! — Abrió un intenso fuego con la ametralladora encima de su auto, haciendo que los mafiosos se escondieran. Al mismo tiempo, maniobró para que Salvatore quedara cubierto con el auto.— ¡Ahora, Salva, ahora m
Manuela no ha dormido en toda la noche vigilando a Gabriel, quien se queja en ocasiones. Evelin, cada vez que se levanta a orinar, va a mirarlo, lo abraza y lo besa. Los doctores Rossi y Luigi, junto con las enfermeras, vienen a revisarlo constantemente. Le ha dado fiebre, y eso les preocupa.Luigi revisa a Evelin, ya que ve la barriga muy dura, y todavía le falta un mes para parir. Le preocupa que, con tanto ajetreo, se le adelante el parto. Le ponen un suero para tranquilizarla y evitar que se levante tanto, y unen las camas de Gabriel y ella para que puedan permanecer con las manos tomadas.En la otra habitación, Salvatore duerme abrazado a Fiorella, quien no quiso irse con su padre, mientras Oli cuida de Darío y Asiri. Elvira duerme en una cama improvisada en la esquina junto a Rossi, quien está vigilante. A pesar de la alta seguridad de la clínica y de haber comprobado personalmente que todas las puertas están herméticamente cerradas, no puede dormir. Tiene un miedo atroz a que l
Rossi observa cómo se aleja y saluda a Enzo con la mano. Se queda pensativo apoyado en la puerta, reflexionando sobre todo lo que Luigi le acaba de explicar. Se siente muy cansado y asustado. Ahora que tiene una familia completa, que debería ser feliz, se ve amenazado con perderla cada hora y día de su vida. Suspira, liberando todo su aire mientras piensa en cómo mantenerlos a salvo, cuando la voz de su hijo lo saca de sus pensamientos.— Papá, ¿no te parece que mamá ha dormido mucho? La llamé y no se despertó —pregunta Salvatore detenido al lado de la cama donde yace Elvira profundamente dormida. Se acerca asustado y comienza a revisarla.— ¿Qué quieres decir? Está dormida —dice Rossi, sin encontrar nada extraño en Elvira.— No sé, papá. Mamá siempre se despierta en cuanto la toco y la llamo —explica Salvatore, preocupado—. Lo he intentado varias veces y sigue dormida. ¿Crees que le pasa algo?Rossi mira a su hijo con preocupación. Es cierto lo que dice. Su esposa siempre se despiert
El doctor Rossi mira a Luigi desconcertado mientras este le indica que siga hablando y trate de averiguar quién llama a Evelin.— ¿Evelin, eres tú? —repitió la voz.— ¡No! ¡Soy Salvatore Rossi, su padre! —respondió alterado el doctor Rossi—. ¡¿Qué es lo que quieres con mi hija?!Un silencio se apoderó de la habitación mientras los doctores se miraban entre ellos y observaban el teléfono en la mano de Rossi, aún con la llamada en línea. La respiración de la persona al otro lado era claramente audible, y tras unos minutos, preguntó:— ¿Rossi? ¿Eres el doctor Rossi?— ¿Me conoces? ¿Quién eres? —preguntó ahora Rossi más calmado—. ¿Por qué le haces esto a mi hija?— ¿Evelin, está bien? ¿No la raptaron? —la mujer que hablaba no respondió; en su lugar, se notaba su voz preocupada.— ¿Quién eres? —insistió el doctor Rossi.— Por favor, solo dime si está bien —rogó ella.— ¡Está bien, no la raptaron ni lo lograrán! ¿Me escuchas? —aseguró, sintiendo que la persona al otro lado no parecía ser la
Gabriel se quedó mirándola, intentó mover la mano pero el dolor fue demasiado intenso, por lo que desistió. Después de reflexionar un momento, sin dejar de observar cómo el vientre de su esposa seguía abultándose, le pidió que le acercara la barriga a su rostro.— ¿Para qué, cariño? —se sorprendió Evelin.— Para hablar con ella, no puedo doblarme, también quiero darle un beso —dijo seriamente. Al darse cuenta de que lo decía en serio, Evelin aceptó.Se incorporó y giró hasta que su vientre quedó a la altura de la cabeza de Gabriel, quien la besó repetidamente mientras hablaba con cariño a su hija.— Papá está bien, bebé, duérmete, todo va a estar bien, papi está aquí cuidándote —le decía mientras le daba muchos besos en la barriga, ante la mirada emocionada de Evelin.—La tienes muy engreída, Gaby. Cuando nazca, si tienes que viajar, me tendrás que llevar con ella. Mira cómo dejó de moverse —señaló sonriente el vientre, ante la mirada complacida de Gabriel que sonreía feliz—. Menos ma
Evelin sale de la habitación después de ver que Gabriel se ha quedado profundamente dormido. Va hasta la habitación de sus padres y revisa a Elvira, quien sigue profundamente dormida. Una enfermera le informa que está bien. Evelin no responde, solo la besa en la frente, se despide y sigue hacia la habitación de Salvador. Se asombra al verlo sentado en la cama.— ¡Salvi, al fin despertaste! ¿Te sientes bien? —pregunta Evelin, pero al ver que Salvador solo la mira sin responder, sale de la habitación.— ¡Papá, papá, Salvi despertó! —llama a gritos a su padre, quien sale del despacho en compañía de Colombo y Luigi, que corren por las escaleras.— ¿Despertó? ¿Cuándo? —pregunta el padre.— No lo sé, papá, míralo está sentado en la cama. Pero no habla.— ¿Y la enfermera dónde está?— No lo sé, papá. Pero vamos a verlo. Salvi, ¿cómo te sientes? —vuelve a preguntar Evelin, pero él la mira sin responder.El doctor Rossi se acerca de inmediato y lo revisa, luego se gira hacia su hija y le dice