Gabriel asiente, sintiendo un pequeño destello de esperanza en medio de la oscuridad que lo rodea. Juntos, están decididos a buscar justicia y poner fin a la impunidad de los responsables.—Tienes razón, Eve —dice mientras se limpia los ojos y trata de controlar sus emociones—. Me calmaré, no puedo permitir que la ira me controle y convertirme en un asesino, por ti, por nuestro bebé. No tengas miedo, no lo haré. Sólo que me duele tanto que le hicieran eso a mis padres, que digo locuras. —Te entiendo Gaby— dice Evelin sin dejar de abrazarlo—. Debemos encontrar una manera de que paguen por sus crímenes. Tú no conoces a mi tío Colombo, vas a ver que él va a descubrir todo y los atrapará, ya verás, y sino ahí están mis tíos, los Garibaldi. —¿Los Garibaldi?—Ellos, si mi tío Colombo no los atrapa primero, lo harán ellos y se las cobrarán todas juntas, ya verás —asegura Evelin tratando de tranquilizarlo. En ese momento, Manuela se acerca a anunciar que el detective Colombo está en el s
Ambos hermanos comparten una risa cómplice, Salvatore le recuerda que deben de tener cuidado al mostrar afecto en presencia de Gabriel.—Sí, todavía se pone celoso contigo —bromea Evelin. —Es que eres muy bella, mi hermanita, tiene que cuidarte —agrega sonriente Salvatore.—¡Oye! ¿Cuándo me vas a decir quién es el chico de la foto? —pregunta, con una chispa de intriga en sus ojos.—¿Para qué quieres saber? —evade contestar, Salvatore. El ambiente entre los hermanos se vuelve más animado y juguetón, demostrando la complicidad y confianza que existe entre ellos. Evelin le cuenta que habló con Fiorella y le preguntó si aún recordaba a su amor platónico, y ella le respondió afirmativamente. Evelin continúa compartiendo detalles, mencionando que Fiorella todavía sueña con él todas las noches e incluso ha creado varias pinturas del chico de la fotografía. Sin embargo, está triste porque, al solo haberlo visto de espaldas, no sabe cómo es su rostro.—¿No recuerda su cara? ¿Estás segura
El fondo de la gaveta se ha abierto y se eleva lentamente, revelando una gran cantidad de joyas. Salvatore y Evelin están sorprendidos. ¿Cómo es posible que su abuela tuviera tantas joyas valiosas en un lugar tan desprotegido? Se miran el uno al otro hasta que Evelin exclama: — ¡Dios mío, esto es una fortuna, Salvatore! — Tienes razón, Eve, y son muy valiosas. ¿Cómo pudo nuestra abuela tener tantas joyas valiosas aquí durante tantos años? —pregunta sin dejar de mirar las joyas. — Debe ser que solo el cerrajero sabía de esta caja fuerte y no se lo dijo a nadie —reflexiona Evelin—. Además, esta oficina ha estado cerrada todo este tiempo. — Sí, también creo que nadie entraba aquí ni sabía de ella. ¿Qué hacemos ahora? —pregunta. — Bueno, busca dónde ponerlas, no podemos dejarlas aquí —dice Evelin mirando a su alrededor—. Las llevaremos a papá. — Espera un momento —dice Salvatore—. Regreso enseguida. Se marcha dejando a Evelin contemplando la cantidad de joyas en la gaveta. Tenía la
Salvatore está muy preocupado. En su camino a la casa, deben pasar por una parte muy desolada, bordeando un enorme precipicio. Aunque ha estado practicando con su papá y con Filipo, todavía no se siente seguro para hacer grandes maniobras en su auto nuevo, del cual aún no conoce completamente su funcionamiento. Sigue avanzando hasta alcanzar otro auto negro, similar al que los persigue, que le cierra el paso y no lo deja adelantarlo.—No, mejor llamo al tío Colombo —dice Evelin y marca al detective Colombo. Pero no le responde. Evelin está muy nerviosa, sus manos le tiemblan al no obtener respuesta del detective Colombo. Tampoco quiere asustar a su papá ni a Gabriel. Salvatore, al verla así, le dice que espere y aprieta un botón en el volante de su auto nuevo, que inmediatamente lo conecta con Filipo, quien responde de inmediato.—Dime, hermano, vamos a verlos a la farmacéutica —le informa—. El tío Rossi nos dijo que están allá.—Filipo, nos están siguiendo a Eve y a mí —le cuenta Sa
Todos entran a la casa. El doctor Rossi y Salvatore dejan sus pertenencias en el despacho antes de dirigirse al gran salón donde se han congregado el resto de las personas. Acto seguido, el detective Colombo les solicita que relaten los acontecimientos recientes. Evelin reitera lo que previamente había mencionado en la llamada telefónica. Salvatore toma la palabra, aclarando que fue él quien sugirió salir con calma y que los demás los siguieran después. Evelin contribuye con más detalles, explicando lo que la secretaria le informó: una mujer ha estado visitando la fábrica diariamente durante el último mes, aparcando su coche en diferentes horarios en la calle adyacente.—Evelin, parece que estaban esperando a que aparecieras. Eres tú a quien quieren capturar —afirma el detective Colombo.—¿Por qué yo? —pregunta Evelin, visiblemente asustada.—Aún no lo sabemos, pero esa mujer te está siguiendo. Por eso debes ser extremadamente cautelosa. Lo que hicieron hoy no se debe repetir jamás
El doctor Rossi se retira al despacho con los Garibaldi, envuelto en una mezcla de miedo y frustración. Jamás imaginó que su regreso a Roma pondría a su hija en semejante riesgo. Le resulta incomprensible cómo la situación se ha tornado tan caótica. Primero, los adversarios de Gabriel estuvieron a punto de matarla y ahora, una desconocida mujer surge de las sombras persiguiéndola. Está convencido de que la policía es impotente ante tal amenaza.—¿Cómo se encuentra Evelin? —interroga Fabrizio, el jefe de la familia Garibaldi y su más cercano aliado.—Está aterrada, Fabrizio —responde Rossi sin demora—. Creo que recién ha tomado plena conciencia del grave peligro que corre.—¿Qué necesitas de nosotros, Rossi? —pregunta Alonso a su vez.—Alonso, te he solicitado específicamente porque sé que te desenvuelves en ese mundo sombrío, sabes bien a lo que me refiero —expone Rossi con gravedad.—Lo que sea que necesites, solo dímelo —asegura Alonso sin vacilar.—La mujer que acecha a mi Eve pare
Salvatore está realmente curioso, imaginando qué miedo debió sentir una niña de doce años escondida en un parqueo oscuro sola con una turba de maleantes buscándola. Él hubiera sentido miedo si se hubiera encontrado en esa misma situación a esa edad, por lo que respira aliviado al escucharla decir.—Nada, papá llegó urgentemente a la escuela —dice ella—. A raíz de ese incidente, a mi padre se le metió la idea no solo de ponerme seguridad sino también de dejar siempre un auto estacionado en la escuela para que, si necesitaba esconderme, pudiera hacerlo dentro de él.—Vaya, tu tío se toma muy en serio la seguridad —exclama Salvatore con alivio.—Tú no tienes idea —dice ella—, los de seguridad me seguían hasta dentro del baño; revisaban todos los cubículos antes de dejarme entrar sola.—¿De veras? —pregunta mirándola ahora con incredulidad. Eso sería demasiado, piensa.Ante su mirada, Fiorella procede a contarle que otro día, Maximiliano hizo que su seguridad comenzara a empujar el auto e
La oscuridad reinante no deja ver nada. Unos hombres en el suelo parecen dormir hasta que poco a poco empiezan a emitir sonidos y uno de ellos logra sentarse. Sin embargo, por mucho que trata de entender qué sucedió, no recuerda nada. Coca se da cuenta de que está junto a otro cuerpo y se da cuenta de que es su compañero con quien había estado bebiendo la noche anterior.— Espósito, ¿eres tú? ¿Dónde estamos, Espósito? — pregunta mientras lo sacude por el hombro.— No lo sé, Marino. No se ve nada — responde Espósito. ¿Te acuerdas de algo?— No, llegamos al casino. Pedimos esas bebidas y ya no recuerdo nada más — contesta Marino. ¿Quién crees que nos atrapó?— No lo sé, ¿le debes dinero a alguien? — pregunta Espósito tratando de entender dónde están.— Sí, pero no creo que sean ellos — responde Marino, siguiéndolo de cerca. ¿Te das cuenta de que no se escucha nada?— Ya me había dado cuenta de eso, Espósito. ¿Puedes ver la hora en tu reloj? — pregunta temeroso.— No tengo mi reloj ni mi