Sara estaba aburrida. A pesar de que estaba rodeada de lujo y comodidades, la joven se encontraba perdida en sus pensamientos. Desde que se mudó a la mansión, se había sentido atrapada en una especie de prisión dorada. Ciertamente Tiziano tenía el deber de trabajar a atender sus negocios y no dejarlos al descuido. Sin embargo ahora pasaba más tiempo afuera. Siempre estaba ocupado y Sara se sentía sola y abandonada.Recorriendo las habitaciones de la mansión, Sara se preguntaba cuándo podría empezar a ir a la universidad. Ahora sentía que estaba más que preparada para retomar sus estudios, incluso aunque fuera en un país diferente. Sin embargo, sabía que era un asunto que debía discutir con su marido, ya que él era quien controlaba todo en su vida.Chasqueó la lengua. Lamentablemente perdió la libertad de hacer la elección por su cuenta, fue decidida a convertirse en una esposa rebelde pero estrepitosamente fracasó y ahora solo estaba resignada a sabiendas de que no iba a conseguir
Leandro caminó hacia la mesa donde Erika estaba sentada, con la vista fija en ella. La mala Erika se encontraba sola en el lugar, no había ningún reportero con ella. Leandro la miró con el ceño fruncido y un evidente enojo en su expresión.—¿Qué haces aquí, Erika? ¿Dónde está el reportero que dijiste que te acompañaba? —cuestionó Leandro en tono acusatorio.—No pude traerlo, pero necesito hablar contigo —respondió ella con una voz serena, aunque su mirada escondía un poco de nerviosismo.Leandro no confiaba en ella y su presencia allí lo ponía en guardia.—¿De qué quieres hablar? Ya sé de qué vas... ¿no te vas a rendir? —resopló, escéptico.—No quiero, hablaré de la verdad, solo creí que sería bueno darte una oportunidad , ya sabes... —contestó Erika, con determinación —. Quiero que se sepa la verdad sobre tu relación con Milenka y la paternidad de sus hijos.Leandro sintió una furia incontrolable. ¿Cómo se atrevía ella a hablar de una situación tan delicada en público?—Eso es un asu
Leandro conducía su auto por las congestionadas calles de la ciudad, tratando de llegar al trabajo lo más pronto posible. De repente, sonó su teléfono móvil, interrumpiendo las canciones que escuchaba por la radio. Con un suspiro de frustración, miró la pantalla y vio el nombre de su padre parpadeando en ella.Lo que faltaba. Como si no tuviera suficiente con todo lo que estaba ocurriendo, ahora su padre lo contactaba. ¡Por supuesto no era para nada bueno! Tenía ganas de dejar el teléfono y no tomarse la llamada, pero sabía que terminaría llenando a su progenitor de coraje, lo que sería peor. —¿Qué quieres papá? —inquirió con cierto fastidio al contestar la llamada.—Hijo, tengo una reunión importante esta tarde que se corrió de fecha y necesito que estés presente en ella —explicó Renard con seriedad.Cuando Renard le dio el lugar a su hijo dentro de la compañía; él pensó que su padre no iba a interferir con sus decisiones y mucho menos se iba a interponer a lo que decidiera, pero
Milenka se encontraba sentada en su sofá cuando escuchó el timbre de la puerta. Al levantarse para ver quién era, se encontró con la sorpresa de que se trataba de su madre, Aleska, quien había venido a visitarla de imprevisto.—Mamá, ¡qué sorpresa tan agradable! ¿Cómo estás? —la joven abrazó a su madre con cariño, deseando que nunca se tuviera que ir.Ahora más que nunca, cuando se sentía tan insegura, solo quería que se quedara junto a ella y no se marchara jamás. Pero la despedida de forma inevitable llegaría. No quería contarle a su madre lo que le estaba pasando para no preocuparla, ahora que la miraba tan radiante no se atrevía a borrar esa sonrisa de su rostro. Además de que estaba atada por todos lados, no podía decirle la razón por la que estaba tan inquieta; cada vez que reflexionaba en eso le daba terror recordar que tarde o temprano la verdad saldría a la luz, fuera por parte de ellos mismos o de un tercero que tuviera la osadía de revelar los hechos reales. —Aquí ando hij
El millonario se acercó a la puerta de la habitación y tocó varias veces pero no consiguió respuesta de su parte, sabía que estaría enfadada durante un largo rato, ya comenzaba a conocerla más; solo quedaba que se le pasara el enojo. Milenka no dejaba de pensar en la forma en la que se puso su marido después de contestar esa llamada, ¿qué demonios le estaba ocultando? tenía mucha curiosidad y era consciente de que él no estaba obligado a contarle sus cosas, sin embargo ella era su esposa y merecía saberlo y si él exigía no tener secretos entre ellos, debía comenzar haciendo lo mismo. —Idiota —masculló y al rato se quedó dormida. A la mañana siguiente todavía la puerta de la habitación tenía el seguro colocado y por eso no pudo el italiano acceder y despedirse de ella. (...)—¡¿Te has vuelto completamente loco?! No deberías meter tus narices en un asunto tan delicado y menos sospechar de alguien, no, es que tú ni siquiera estás sospechando de Erika, la estás señalando de una vez y e
La luz del día comenzó a apagarse poco a poco, dando paso a la noche mientras Milenka se encontraba en su casa. Se sentía aburrida y sola, su marido aún no había regresado del trabajo y no tenía ninguna idea de cuándo lo haría. Milenka sabía que tenía que hablar con Leandro sobre lo ocurrido, pero no sabía cómo hacerlo. Se sentía frustrada, y lo acusaba, pero a la vez no quería culparlo por todo. Se preguntó si debería seguir en silencio, sin prestarle atención, pero decidió esperar un poco más en casa. De repente, sintió el sonido de alguien que abría la puerta. Era Leandro, y traía consigo una tarta de chocolate en sus manos. —¿Qué es eso? —cuestionó Milenka, sin demasiado entusiasmo.—Solo quería disculparme por lo de ayer, sé que no debí decirte esas cosas, lo siento mucho —emitió Leandro, colocando la tarta sobre la mesa —. Estoy tratando de hacer un esfuerzo mayor para que nuestra relación funcione, ha comenzado de una forma poco convencional y quiero que todo cambie para mejo
Tiziano acabó sentándose junto a ella y extravió la mirada también en el cielo. —Creo que esto ya lo he vivido antes, así como otras situaciones, lo que es muy raro. Él se aclaró la garganta. —Sí te traje aquí, es porque es uno de mis lugares favoritos y me resulta útil a la hora de ordenar mi cabeza, pensé que podría surtir el mismo efecto en ti. También quería aprovechar de pedirte perdón por haberte forzado a este matrimonio —agregó para sorpresa de Sara quién lo observó con los ojos abiertos desmesurados. Que ese hombre le estuviera pidiendo perdón, era algo que no podía creer. —¿Y qué se supone que esperas escuchar? —Ni siquiera soy consciente de poder soportarlo por más tiempo. Me estoy conteniendo ahora mismo para no soltar todo lo que no me atrevo a decir. Ella cada que lo escuchaba quedaba más confundida que antes, no sabía lo que debía decirle. —¿D-de qué hablas, Tiziano? —Regresemos a casa, aún tienes que descansar para ir bien a la universidad.—Eres un tipo tan
—No entiendo a qué te refieres, Tiziano. El hombre inspiró profundamente antes de hablar. La expresión de la muchacha estaba llena de mucha curiosidad, quería saber qué significaba eso. En ese momento todo el valor construido se cayó como un castillo de naipes y ya no tenía esa misma osadía por expresar la verdad, por eso se vio obligado a recurrir a un invento que lo volvería todo más complicado. —Sara, yo te he conocido desde hace mucho tiempo. Somos amigos de infancia, pero por alguna razón perdimos el contacto. Y cuando te vi en la celebración de ese convenio, supe que eras tú. Sara se quedó sin palabras, no podía creer que Tiziano fuera su amigo de la infancia. Pero al mismo tiempo, empezó a recordar algunas cosas de su infancia que nunca antes había cuestionado. —¿Cómo es que nunca me lo dijiste? —No lo sé, quizás porque mi familia y la tuya no se llevan bien, tenía miedo de que todo terminara mal. Sara no sabía cómo reaccionar, nunca se había sentido tan confundida en su