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CAPÍTULO 6 –Consecuencias

—Bien. —Vuelve a sonreír por un segundo. —Yo decidiré cuando será el momento ideal, por ahora solo disfrutaré de tu hermosa belleza cortejandote. —acaricia mi rostro pero mi cuerpo lo rechaza al principio al ni confiar en él. —Eres una hermosa Gorrión que no puedo enjaular en mi casa, me encanta verte feliz siendo libre, es por eso que te doy esta opción.

Ni siquiera sabia como reaccionar ante todo esto, no tuve la oportunidad de pensar y procesar lo que estaba pasando en cuestión de minutos, y lo peor es que cuando quería llevarle la contraria un dolor se instala en mi pecho que ardía con fervor al no saber como librarme de este sujeto que estaba enfermo.

—¡No!. —solté molesta. —¡Yo no voy a hacer tu juguete o lo que sea!.

—No hagas que esto sea por las malas Alira.

Le doy mi mejor derechazo y salí corriendo. No sabía como había tomado el valor para contradecirlo y golpearlo, y tal vez la razón sea la traición de Harvey y Ana. No me importó arriesgar mi vida pero si quería salvarme de morir en las manos de ese psicópata solo corrí con todas mis fuerzas esperando que no me siguiera y no creía que lo hiciera.

Cuando al fin logró ver mi hogar sonrío con alegría y más al ver a mamá afuera mientras sacaba algunas compras de la minivan.

—Alira.. —habla al verme. —¿Por qué vienes tan sudorosa?. —ella observa mi rostro cubierto de sudor y se ríe.

—Yo.. —no podía decirle lo que pasó. —Es que se hizo tarde al salir y me vine corriendo desde la universidad.

—¿Cómo?. —dijo con asombro. —Hija pero si la universidad está..

—Luego seguimos, si. —corte la conversación con ella para poder entrar a la casa y sentirme segura.

—O..Ok. —dice confundida por mi comportamiento extraño. —¡No olvides bajar para que me ayudes a preparar la meza!. —grita cuando subí las escaleras.

Con la respiración agitada sonrío con satisfacción y felicidad, por primera vez en mi vida fui la chica que siempre deseaba ser.

—No voy dejar que nadie me vuelva a ver la cara.

El solo imaginar a Harvey y Ana besándose mi enojo crecía. No dejaría que alguien más me usara para su conveniencia. Meditando observo que la noche caer lentamente mientras pensaba en lo absurdo de que fue pensar que el era un chico dulce, amable. ¡Dios!, porque todo esto pasa a mi.

Al bajar para ayudarle a mamá, todo pareció normal como antes, y eso fue algo bueno para mi ya que Bastián me dejaría en paz, bueno, eso es lo que mi mente me hace creer. Después de cenar con mamá, ella subió para descansar así que yo me encargué de limpiar el desastre de la cocina y recoger la meza.

Con algo de música pude hacerlo sin sentir el tiempo, luego de una hora había terminado así que apague las luces de la cocina, la sala y por último la del pasillo de la entrada de la casa, apago la luz del pasillo y subo las escaleras pero me detengo cuando la puerta principal fue abierta de golpe logrando sacarme un susto.

—¡Dios!. —digo riéndome conmigo misma al pensar que había sido él pero no, solo había sido el fuerte viento que logró abrir la puerta que había olvidado cerrar con seguro. —Supongo que fue mucho por hoy. —murmuro al colocar el seguro.

Exhausta y sin ánimos de cambiarme de ropa, me dejo caer sobre mi cómoda cama esperando lograr dormir aunque sea un poco porque es lo único que mi cuerpo exigía, descansar.

Asustada me levanto de golpe al escuchar un grito que provenía de la habitación de mamá, deprisa salgo de mi habitación hasta llegar a la suya y cuando abro la puerta de golpe mi cuerpo se congela al ver a Bastián a punto de matar a mi madre.

—¡No!.. —grité golpeándolo para que la soltara. —¡Suéltala!. —grité al verla pálida.

—Te lo dije Alira. —dice sin dejar de ver como mi madre muere en sus manos. —Nadie contradice mis órdenes. —murmura furioso. —Y el que lo hace, pagará con sangre su error.

—H-Huye… —musita mi mamá cada vez más débil. —Ali…

—Mamá.. no..

—Despídete de tu madre.

El terror se apodera de mi cuerpo cuando veo que mi madre está apunto de morir ahorcada en sus manos.

—¡No!.. —grito aterrorizada sin saber que más hacer. —¡No,.. por favor.. —me aferro a su vestimenta llorando. —No la mates, no,… haré lo que quieras pero por favor.. no mi mamá..

—¿Volverás a llevarme la contraria. —dijo con frialdad a lo que yo respondí con mi cabeza con un si. —¡Dilo!. —grita con furia haciendo que diera un brinco del susto.

—S-Si…

De la nada lo escucho murmurar algo y cuando lo veo observo como mi madre se queda inconsciente y el la deja sobre la cama sin ninguna pizca de delicadeza.

—Andando. —dijo saliendo de la habitación.

—¿Qué?. —dije confundida.

—No me hagas repetirlo. —murmura entre dientes.

—¿Pero .. no se supone que yo llevaría la misma rutina.. de antes?.

—Eso era antes, —espeta molesto. —Pero tu misma rechazaste una oferta única que jamás hago. Trae todas tus cosas, te espero en el auto, tienes quince minutos.

Al verlo bajar las escaleras sin decir nada más, corrí hacia mí habitación y me senté al borde de mi cama llorando en silencio, jamás creí que fuera capaz de intentar matar a mi madre por no haberle obedecido y ahora, debía tomar mis cosas y marcharme con el para que ella estuviera a salvo de este psicópata que apenas conozco.

Sollozando comencé a empacar todo lo necesario y entre lo principal, la foto que más amo de mi mamá y mía cuando celebramos mi cumpleaños número quince. Al cerrar la puerta camino por el pasillo y me detengo frente a la puerta de su habitación, con sigilo entró y la observo dormir.

Con dolor me acerco a ella y dejo un beso en su frente en despedida ya que al amanecer ella me buscará y no podrá encontrarme.

—Te amo mamá.

Me despido de ella.

Al bajar, le doy una última mirada a mi casa mientras Bastian mete mis maletas al maletero de su auto. Cuando entró a su auto con rabia, lo observo por lo que me estaba obligando hacer.

—Sabes que ella llamara a la policía cuando despierte. —suelto rabiosa.

—No lo hará. —replica. —Pará ella y para los demás, tú mi hermosa Gorrión, estas muerta.

Como siempre usa la ironía al hablar.

—¿Qué?. —mi voz se quiebra. —¡¿Qué le hiciste a mi madre?!.

—Alteré sus recuerdos y cuando ella despierte, será como otro día más lamentando la muerte de su única hija Hace tres años. —respondió con simpleza.

Empuñando mis manos contengo mis ganas de lanzarme sobre el para golpearlo, el parecía disfrutar de mi ira, de mi sufrimiento y eso me hace odiarlo con tanta fuerza al punto de desear su muerte.

—Te odio. —suelto mirándolo fijamente. —Te odio y desearía que estuvieras muerto.

—Entonces te daré más motivos para odiarme. Porque no saldrás de la casa, ni siquiera para ir a la universidad.

Su sonrisa siniestra era de temer.

—¿Es una broma?. —cuestiono molesta. —¿Verdad?.

—No.

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