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POV de Alejandro

La sensación de tener a Carmen nuevamente a salvo en mis brazos era un alivio que no podía describir con palabras. Mis músculos aún temblaban con la adrenalina de la pelea, y mi lobo, siempre vigilante, no dejaba de gruñir internamente, su furia aún latente. Por más que intentaba calmarme, su bienestar seguía siendo lo único que importaba. Sentía su respiración cálida contra mi pecho, y con cada suspiro, mi resolución se hacía más firme: no dejaría que nada ni nadie volviera a ponerla en peligro. 

Después de la pelea y de que Carmen recuperara un poco su calma, decidí que no podíamos permanecer en el bosque. Era tarde, y el lugar se sentía hostil, como si en cualquier momento pudiéramos volver a ser emboscados. La sostuve con firmeza, rodeando sus hombros con mi brazo y guiándola de regreso al ca

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