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Había una ligera tensión en el aire mientras Carmen y yo caminábamos de vuelta a la villa tras nuestro breve encuentro con Lolly. Podía sentir el silencio de Carmen a mi lado, y aunque su mano seguía firmemente aferrada a la mía, había un cambio sutil en su energía. El sendero que llevaba a la villa era tranquilo, rodeado de árboles que susurraban con la suave brisa, pero mis pensamientos estaban inquietos. Conocía a Carmen lo suficientemente bien como para entender que algo en esa reunión con Lolly la había alterado.

Cuando entramos en la villa, el calor familiar del lugar nos dio la bienvenida, pero el silencio de Carmen persistió. Dejé mi bolso cerca de la puerta y la miré. Caminó delante de mí, sus dedos rozando ligeramente el respaldo de la vieja silla de cuero en la esquina, su mirada perdida en la distancia.

—Carmen —comencé suavemente, mi voz apenas un susurro. No quería presionarla, pero no podía ignorar el repentino cambio en su estado de ánimo—. Por favor, háblame.

Se detuv
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