Jenica se había quedado de pie abriendo sus ojos con gravedad. Por su culpa…—Los cazadores…llegaron… — musitó Jenica escuchando disparos dentro del convento.Regresando a toda velocidad al interior de aquel lugar, la monja vampiresa se horrorizo al mirar a un par de monjas que la habían acompañado en sus oraciones matutinas, sangrando muertas en el suelo. El hedor de la sangre fresca les llegó a sus fosas nasales, y un hambre feroz se reflejo en sus ojos verdes que tornaron rojizos, pero negándose, se acercó a mirar a sus hermanas caídas, cada una de ellas había protegido la valiosa vida de un niño.Aquel dolor que la monja vampiresa experimentó en ese momento, se tornó en una ira feroz, y mirando a aquel hombre rubio de mirada fría y despojada de alma, notó su emblema familiar.—¿Por qué? Salvatore…, ¿Por qué las hermanas merecían morir? — cuestionó Jenica con aquel dolor e ira consumiéndola, pero sin el privilegio de poder derramar lagrimas por sus hermanas.Niklaus sonrió, y notan
Aquella noche la luna brillaba en lo alto luciendo como una joya de plata en medio del oscurecido cielo nocturno. No había nubarrones que avisaran de alguna lluvia anticipada, y las estrellas brillaban tan intensamente que se asemejaban a pequeños diamantes. Génesis observaba aquel hermoso paisaje nocturno en el centro de aquel jardín privado en lo alto de aquel viejo castillo. Un par de copas de vino se dejaban ver sobre una acomodada mesa que llamaba al romanticismo y dos enamorados se miraban sin decir palabra alguna. Habían tomado la decisión de dejar el castillo del Conde, y viajar de regreso a Italia…quizás, eso era lo mejor para ellos, y para todos.El amor era un sentimiento demasiado complicado de entender y completamente imposible de evadir. Llegaba siempre de golpe, de manera inesperada, despertando emociones que la mayoría de las veces las personas se negaban a dejar en libertad por el miedo a resultar lastimados. El amor, era también como una ruleta rusa, en la que nunca
Niccolo sentía como algo dentro de sí mismo, estaba completamente muerto.Artem y Génesis, regresaban al interior del castillo del Conde de Bourgh, después de su apasionado encuentro en los viejos jardines de aquella antigua propiedad, sin darse cuenta de que Niccolo Salvatore, lo había visto todo.—¿Esa es la mujer que estamos buscando?, no parece echarte de menos en lo absoluto. — dijo el joven sacerdote Meuric, quien observaba aquella romántica interacción, si haber sido testigo de lo ocurrido momentos antes.Niccolo sentía morir el corazón latiente dentro de su pecho, Génesis, se había entregado a Artem Kingsley…ella se había convertido en la mujer de ese miserable, cuando había hecho una promesa con él. Con una mirada muerta y helada, el cazador de cabellos rubios apartó su mirada de aquel viejo castillo, y nuevamente se internó en los bosques de los Cárpatos.—¿A dónde vas?, recién encontramos este maldito lugar y ahora decides irte…no puedes mezclar tus emociones personales con
El sol se había asomado ya por detrás de las montañas, y los vampiros se encontraban encerrados en sus oscuros aposentos. Aquellos que reinaban en la penumbra de la noche, la luz del sol jamás tocaría, pues en cenizas sus despojos terminarían. El dios de los cielos eternamente les había negado el día, así como el paraíso, y su eterna existía, los condenados la pasarían huyendo al sol…ese era su destino.Niccolo Salvatore sabía muy bien hecho, y aprovechando la luz del nuevo amanecer, armado con agua solar y sus balas de plata consagrada y junto al joven sacerdote Meuric, se internaba en el oscurecido recinto dispuesto a todo para recuperar a Génesis Levana…aquella mujer de su insana obsesión, finalmente, iba a pertenecerle.—Esto es peligroso, aun cuando la luz del sol nos respalda fuera de estos muros, no es así en el interior de este castillo, es tan oscuro que los vampiros podrán moverse a libertad y acabarán con nosotros. — aseguraba murmurando el joven sacerdote Meuric, notando l
Aquel alto edificio de departamentos, yacía completamente iluminado, tal y como aquellas ruidosas calles de New York lo estaban. Giles Levana caminaba hacia el lugar en donde, finalmente, encontraría a aquella miserable mujer loba, que lo había seducido intencionadamente, por razones que le eran completamente desconocidas. Escuchando los murmullos sobre él, que aludían a su gran belleza, el lobo blanco se sintió asqueado. Odiaba a la mayoría de los humanos, odiaba su retorcido sentido de bondad, y la gran perversión de sus almas…eran seres realmente despreciables, y por ello necesitaba a Génesis a su lado. Solo la manada Levana podría llevar al mundo entero por el camino correcto, extinguiendo a la mayoría de humanos y volviéndolos una minoría fácil de dominar…ese era uno de sus principales objetivos.Las ciudades grandes como New York, eran nefastas; un monumento al egoísmo y la crueldad del humano. Deseando que aquel ruido se desvaneciera, Giles Levana caminó a toda prisa, logrando
—¡Lo mataré!, ¡Matare a ese miserable Salvatore y colgaré su cabeza en una lanza! — gritaba Artem completamente fuera de si mirando al muy herido Leopoldo Salvatore.Leopoldo observó a Artem Kingsley derramando lágrimas de dolor, odio y frustración, y supo que él, sin importar como, rescataría a su amada hija. Estaba herido, casi agonizante por aquella fatal herida en su costado, mientras todos se miraban entre si sin saber que decir o cómo actuar ante aquella tan crítica situación.Niccolo Salvatore, se había llevado a Génesis de algún modo.—Se que el la llevara a la mansión Salvatore, debes de ir hacia allá en seguida…vayan pronto, se los ruego, rescaten a mi hija de las garras de ese monstruo… — suplicó Leopoldo antes de desmayarse.Apretando los puños y los colmillos hasta hacerse daño, Artem salió de aquel castillo convertido en una bestia completamente furiosa. Por culpa de su descuido y su estupidez, Génesis había caído en las manos de Niccolo Salvatore…pero iba a recuperarla
Génesis observaba a Niccolo; de aquel noble hombre que una vez creyó amar, ya no parecía quedar nada, y su mirada desquiciada lograba asustarla tremendamente. Estaba sedada, completamente inmóvil y a la merced de ese hombre que ahora desconocía por completo, y tenía miedo, tanto que no entendía como podía soportarlo.Sintiendo aquella pequeña cajita de terciopelo negro dentro de su elegante y costoso saco de diseñador, el cazador de cabellos rubios, sabía que aquella era la única manera que tenía para amarrar a su amada junto a él el resto de sus vidas…y jugaría con su culpa de ser necesario. Sabía que la hermosa loba blanca no se atrevería a negarse a ser suya…no después de ser el quien la saco de la miseria en la que estaba cuando la conoció. Génesis siempre se sentiría en deuda con él, y explotaría ese recurso tanto de ser necesario con tal de tenerla.Génesis sentía los nervios a flor de piel. Los recuerdos de sus apasionadas noches con Artem parecían no tener intención de abandon
—Voy a matarte…Salvatore…te haré pagar por lo que has hecho. — musito Artem para sí mismo.Benazir observaba a Artem consumido por la ira…y rezaba a la Diosa Luna porque Génesis se encontrará a salvo.A menudo, se nos dice que debemos expresar las cosas que sentimos por dentro, pues esto nos ayuda a entendernos mejor de persona a persona, sin embargo, también existen personas a las que no siempre se les puede decir lo que el otro se guarda profundo en el interior, pues no todos tienen la capacidad de comprender al otro. Aquello siempre, resultaba tan lamentable.En la mansión Salvatore.Génesis miraba a Niccolo firmemente, mientras le extendía la mano con gentileza intentando que llegaran a un buen acuerdo sin afectarlo aún más y sin demasiado dolor. No quería lastimarlo, pero alimentar una mentira resultaba peor que decir la verdad absoluta…los sentimientos no eran algo que pudiese forzarse, mucho menos el amor.—Espero que puedas perdonarme y también comprenderme, pero no puedo casa