“Eternidad...un terminó inventado por la raza humana, tan efímero, tan incierto...aquellas existencias inferiores cuya vida pasa en solo un instante, fugaces, débiles, tienen definiciones para casi todo, gobernados por su capacidad de razonamiento, y al mismo tiempo, tan sentimentales, viven sus cortas vidas explotando al máximo sus emociones…si, son totalmente emocionales, y nombran al amor como lo más grande que podían experimentar...pero no tienen idea de nada, nacen como niños y mueren como niños, ignorantes y arrogantes.”Los bosques de los Cárpatos, eran oscuros y misteriosos, guardando dentro de sus oscuros laberintos, secretos que la humanidad no debía de conocer. La niebla poco a poco comenzaba a morir en las penumbras, y la noche que había gobernado al día, perecía ante la luz de un nuevo amanecer. Los seres de pesadillas regresaban a sus tumbas, y los lamentos más dolorosos se perdían en el viento.Los cálidos rayos de luz dorada bañaban los hermosos bosques de los Cárpatos
Cada mañana antes de que el sol se asomara tras las montañas, con amor y dedicación, Izebel recolectaba hierbas en sus bosques, buscaba aquellas que, según su experiencia, hacían bien al cuerpo del humano, el, la observaba sin perder detalle, completamente fascinado de su hermosura…de su alma…aquella bella joven era una de las hijas de la casa Bennet, aquellos que trabajaban persiguiendo a los que eran como el, Izebel se había marchado del pueblo cuando aún era casi una niña y comenzó a sangrar…no deseando entregarse a ningún hombre, la joven había roto su compromiso y había decidido tomar el velo de una verdadera esposa de cristo, aun en sus jóvenes años conocía el mundo, se había convertido en peregrina, y por ello, conocía remedios que venían de otras partes, los Bennet, no se habían quedado muy satisfechos de la decisión de la jovencita, por ello, la recibían como una extrajera extraña al haber desafiado el mandato de su padre de contraer matrimonio con el joven cazador de un nomb
El sol nacía en la lejanía, dejando ver la brillante luz de un nuevo día, Niccolo Salvatore, observaba los alrededores de aquel rustico pueblo; Sibiu era el hogar de uno de los clanes de cazadores mas prominentes y respetados, pero ahora, estaba extinto. Se había adelantado en el camino de su padre y hermano mayor, con la esperanza de ser el quien encontrase a Génesis primero. No era ningún estúpido, y sabía que Niklaus sospechaba de la Montefeltro, y si le daba una sola oportunidad, tomaría la cabeza de albina sin dudarlo.Aquello no podía permitirlo, Génesis Levana era suya para poseer…o para destruir.En aquel pueblo al que había llegado en compañía de un interesante viajero con el que se había cruzado en el camino, se corrían rumores bastante interesantes; se hablaba de la unión del último cazador del linaje Bennet, y un hermoso hombre lobo de cabellos blancos y ojos violetas. Aquella descripción encajaba perfectamente con la de Giles Levana; el gemelo de Génesis. Si seguía el ras
El atardecer, poco a poco iba muriendo ante la inminente llegada de la noche. El viaje hacia el castillo de aquel vampiro, había sido relativamente muy corto. Génesis yacía dormida recargada en el hombro de Artem Kingsley, quien se mantenía en estado de alerta desde que habían abandonado el castillo de Bran en Brasov. No confiaba en Nehemías Sallow; en realidad no confiaba en ningún vampiro, y podía decir que incluso los muy jóvenes cazadores Zamfirescu, lucían consternados.Leopoldo Montefeltro parecía haber confiado en el maldecido equivocado, pues después de meditarlo tan solo un poco, el apuesto Alfa había concluido que el Duque de Brasov los retenía porque pensaba utilizarlos…y eso no iba a permitirlo. Tan solo necesitaba confirmar algo, y luego, se liberaría así mismo y a todos de las garras de aquel vampiro de cabellos rubios. Benazir dormía también en el hombro de su amado humano; los gemelos Freki y Hati, yacían durmientes en el regazo de Génesis y el suyo respectivamente, y
La noche había caído completamente sobre los bosques de Cárpatos, y desde sus adentros aquella espesa niebla surgía como naciendo. Génesis tomaba la mano de Artem, mientras ambos observaban las puertas de aquel viejo y derruido castillo, que permanecía oculto en lo más profundo de aquellas montañas; como si el dueño original lo hubiese construido de tal manera que pretendía vivir completamente aislado del resto del mundo.Algunas partes yacían destruidas, y las antiguas paredes derrumbadas, quizás, por el irrefrenable paso del tiempo, se habían fundido con la maleza. Las altas torres, y la forma más bien cuadrada, lo delataba como un vieja castillo medieval o al menos cercano a esos tan lejanos años, habían cruzado un pequeño puente de piedra por el cual corría un pequeño arrollo de agua cristalina debajo, y ante las puertas de aquel lugar, Génesis creyó que aquel lugar luciría muy bello ante la luz del sol, aunque dudaba que sus rayos lo tocasen completamente en medio de aquella penu
—¡Aléjate de ella! — gritaba Artem Kingsley, quien, de un solo y poderoso puñetazo, mando a volar a Giles Levana que se golpeó duramente contra el suelo.—¡Artem por favor detente! — gritó Génesis rompiendo en llanto.Giles sintió un hilillo de sangre escurriendo de sus labios, y limpiándose con el puño, vio que el líquido plateado apenas era visible en su albina piel. Dibujando una media sonrisa en su rostro, se levantó del suelo para luego mirar con un deje de rencor a aquel lobo de piel morena que le regresaba la mirada con desprecio. Aquel era el temido Artem Kingsley, el hijo de aquel miserable Alfa Maserati quien traicionó a su padre y su familia…ese hombre era a quien más odiaba en el mundo. Levantándose del suelo, escupió la sangre que aún tenía en la boca y soltó una carcajada. Por un momento había olvidado la verdadera razón por la cual había emprendido aquel viaje, y mirando a su gemela tras aquel Alfa, sonrió cruelmente mostrando sus colmillos.—Gracias por esto, Alfa King
—Cazador Salvatore…mi amo y señor, el cuarto príncipe vampiro Nicholas Sallow, desea hablar con usted en privado. Lo que busca, ya no se encuentra en este castillo. — Aquella monja de hábitos blancos, miró al cazador Salvatore directamente a los ojos.Niccolo sintió repugnancia del ser que tenía delante. Una monja, una esposa de Cristo, corrompida con la ponzoña de un príncipe vampiro. Aquello era una blasfemia mucho más grande de lo que estaba dispuesto a soportar como el soldado de Dios que era. Tomando a aquel neófito asqueroso del brazo, el cazador de cabellos rubios la sacó del castillo, arrastrando a la vampiresa lejos de todo ojo curioso cargado de curiosidad. El padre Meuric se sintió completamente asqueado al ver a aquella esposa de su señor corrompida.Soltándola con violencia, Niccolo la empujó hacia el suelo, para luego sacar su arma consagrada. Mirando a la horrenda monja corrompida, los ojos del cazador no mostraron atisbo alguno de piedad.—Una esposa de Cristo, una her
El cielo negruzco anunciaba una tormenta, y los vientos cada vez más fuertes, azotaban violentamente los cristales en la ventana de la mansión Montefeltro. Las madres lobo intentaban calmar a sus hijos, y los hombres yacían apostados en sus puntos, vigilando minuciosamente que ningún maldito cazador de la familia Salvatore, invadiera aquellos territorios. Nadie podía negar que aquella situación no era deseable, y repartiéndose el pan y la sopa caliente, todos guardaban silencio ante el miedo que les producía el finalmente perecer. El ambiente era triste, como si un aire de desesperanza los hubiera invadido, y el deseo de recuperar lo perdido se volvía cada día más y más fuerte.Leonor Montefeltro repartía alimentos a las mujeres y los niños, meditando todo lo que había ocurrido en tan poco tiempo; su hermano, Leopoldo, se había enfrascado en una guerra directa contra los Salvatore, y ahora mismo, había emprendido un largo viaje, quizás sin retorno, persiguiendo a aquellos cazadores qu