Alice despertó rodeada de flores en una habitación donde la luz del sol bañaba todo con su dorado fulgor. Se movió en la cama, al principio inconsciente de sus heridas pero luego el roce con las sábanas suaves le causó tanto dolor que fue imposible de ignorar. Dejó escapar un grito a la par que llevaba sus manos a su piel lastimada. — ¿Está usted bien ?¿Qué le ha pasado? He oído un grito.Vasquez irrumpió en la habitación jadeando y preocupado. Alice se apresuró a cubrir el pijama semi transparente que llevaba.—¡ Salga de aquí váyase! — gritó ultrajada girando el rostro.Vázquez desapareció cerrando la puerta tras de sí y solo entonces ella se percató de lo familiar que le resultaba aquella habitación. Se levantó y poco a poco todos los recuerdos regresaron en avalancha. Acarició la mesilla de noche, abrió el vestidor y dentro encontró su ropa. El espejo en el que tantas veces antes se había mirado ahora la lastimaba con un reflejo horroroso y la cama le traía la insoportable memo
— He conseguido lo que me pediste — Dolores regresó a la casa al anochecer. Mara detuvo su caminata nerviosa por la habitación al verla aparecer.— De acuerdo con la chica que quedó como su secretaria, Vásquez se ha ido y no piensa volver en ningún momento cercano. Ella cree que está involucrado con alguien del extranjero porque le dio indicaciones estrictas de pagar sus cuentas y mantener algunos chicos dando vueltas por su casa para.evitsr robos. — Sí, eso ya lo sospechaba amiga, ¿ algo más? — Me dijo que justo antes de irse contrató tres plazas más de personal para la empresa, pero que nunca ha visto a esos empleados y que sus salarios se ingresan automáticamente a sus tarjetas sin que tengan que pasar jamás a recoger el cheque.— Jmm… — No sabía mucho más, pero me dió sus nombres… El rostro de Mara se iluminó y tomó el trozo de papel de sus manos. — ¿ Me dejas usar tu computadora? Dolores asintió. Los resultados de Google llevaron a páginas de facebook. — Un psicólogo, u
Ambos se miraban fijamente. Margaret n conseguía decir palabra alguna mientras Félix abrazaba su oso de peluche, perceptiblemente asustado. —Y…yo soy tu tía —. Se atrevió a decir con gran esfuerzo. El niño bajó la vista. Subió las piernas al asiento del coche y enterró el rostro entre las.todillas clavando sus uñas con fuerza en el oso carmelita.— Está bien cariño. Yo siento lo mismo, pero te mantendré a salvó hasta que tu madre regrese. La frase dejó un sabor amargo en su boca y Margaret arrancó el coche temiendo haber dado un paso que jamás podría deshacer y que tal vez acabara criando al hijo que la naturaleza le negó, en el ocaso de sus días. — ¿ Estás bien? — Dolores lavaba los platos cuando Mara entro a la cocina. El asco se dibujaba en su cara . — Me siento como una prostituta.— ¿ Qué dices? — Nada. Muchas gracias amiga. Gracias por todo —. La abrazó por la espalda, apretándola con fuerza. — Me voy—. Agregó al soltarla.— ¿ Adónde vas ? — Dolores de giró con las manos l
— Necesitaré su firma señorita — Pidió el notario disimulando a duras penas la sorpresa. — Por último la suya señor Vásquez —. Agregó deslizando el documento hacia el otro lado de la mesa.Salieron del ayuntamiento tal como si fuera una iglesia. Los guardaespaldas y choferes fueron la más parecido a invitados y familia que hubo presente. Les arrojaron pétalos de rosas, entre aplausos y vitores mientras Alice bajaba los escalones de piedra, con la mirada fija en el suelo. Cubriendo su rostro deforme con un tupido velo blanco. — No puede ser… — Murmuraba una señora a otra. — Escuché que hace unos días tuvo un horrible accidente. Dicen las enfermeras que trabajan en el hospital que el rostro le quedó irreconocible y ese hombre… nunca antes lo había visto. Parece muy mayor para ella. Todo esto es muy extraño. Los susurros se acallaban con el paso de la pareja. Caminaban de la mano hacia el coche. De repente, Vázquez se detuvo en el medio de la plaza. Sonrió a todos los vecinos. Los
— Supongo que te habrás quedado complacido —. Reclamó Alice al llegar a la habitación. Dejó caer el velo sobre la cama con un gesto de inconfundible molestia — No comprendo lo que quieres decir—. Rebatió Vázquez sentándose en el colchón para quitarse los zapatos.— Quiero decir que no comprendo por qué has tenido que levantar mi velo enfrente de todo el maldito pueblo.Vázquez luchaba con el nudo de los cordones, incapaz de deshacerlo— Si yo he decidido que nadie vea mi cara. No veo ninguna razón para la falta de respeto. No comprendo cómo has creído que era una buena idea dejarme en evidencia delante de la plaza entera. Demás está decir que nada de esto puede volverse a repetir o llamaré a mi abogado y retiraré toda esta locura de matrimonio para solicitar el divorcio y me dedicaré a ir a contarle a la prensa cuáles son tus planes para la fortuna que le has robado a Dairon, lo que has hecho con él y que es lo que has venido a buscar a este pueblo. Vázquez suspiró. Soltó los cordon
— Por suerte las cámaras me avisaron que estabas entrando.Mara lo miró perpleja. — No eres muy inteligente, eso me gusta. ¿ Cariño quien crees que dejó la puerta abierta para ti? Mara trago en seco .—¡ Vamos nena, abre esta puerta! Quiero tocarte. Edgar frunció el ceno golpeando con el puño cerrado el cristal de la ventanilla. — Lo siento, lo siento —. Murmuraba Mara con voz temblorosa . En la nuca podía sentir el calor de la respiración de Vásquez, su olor rancio a alcohol, el toque áspero de sus manos recorriendo su cuerpo. Las lágrimas saltaron de sus ojos y temblando arrancó el coche en reversa. — ¿ Qué haces ? ¿ Estás loca? — Edgar dio un brinco hacia atrás. —¡ Lo siento ! — Mara gritó entre lágrimas pero no sé disculpaba con Edgar que la miraba confundido, en el veía el rostro de Dairon. Mirando a los lados intentó abrir la puerta del mugriento coche azul aparcado afuera. No cedía. Rebuscó por detrás de la cabaña intentando encontrar el vehículo al que pertenecía pero
Abrió la puerta de la cabaña desprendiéndose del abrigo. Lo soltó en la silla y se dejó caer en ella resoplando con pesadez.Miraba con atención sus zapatos cubiertos de barro cuando escuchó un forcejeo extraño en una de las puertas. Caminó hacia el sonido convencido de que el estúpido estaba dando problemas de nuevo, pero lo que encontró desafió a su imaginación. Las puertas atadas una con otra se zarandeaban mientras el doctor murmuraba desde adentro frases incomprensibles que denotaban cierta desesperación. — ¿ Doc? ¿ Qué está pasando? —¿ Edgar? ¿ Eres tú? — Sí— ¿ Dónde diablos has estado ? Me he quedado ronco gritando .— Lo siento he salido afuera y he perdido la noción del tiempo. ¿Qué está pasando?—¿Tiene pinta de que lo sé ? Abre esta maldita puerta de una p*** vez — . Demandó el doctor. Edgar pasó varios minutos intentando zafar el cable, pero estaba tan bien amarrado que se lastimó las palmas de sus manos. Corrió entonces hacia la cocina y tomó un cuchillo, volvió y a
El valor que espumeaba dentro de su ser se fue desvaneciendo poco a poco mientras se acercaba a la cabaña. A pocos pasos se escondió detrás de un árbol y jaló amara por el brazo para que quedara frente con frente a él.Ella intentó hablar pero Leo se llevó el dedo índice a los labios negando con la cabeza y con los ojos bien abiertos. — Está todo apagado —. Señaló ella en un susurro.— Tal vez duermen — El temblor en su voz lo delató. Mara le regaló una sonrisa dócil y calló esperando a que estuviese listo. — ¡ Félix! — Margaret corría gritando a través del corto pasillo que separaba las habitaciones en la casa de renta que se vio obligada a tomar para darle al niño algo más cálido y hogareño que una habitación de hotel. — ¡ Félix! ¿ Estás bien? — Abrió la puerta de la habitación y lo encontró envuelto en llantos y sudores, sentado en el centro de la cama. —¿ Qué pasa pequeño? — Félix temblaba. — Shh, shh, tranquilo. Fue solo una pesadilla, nada más — Margaret lo apretó contra su